3. into your hands i commend my spirit

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Cuando Max llegó a casa fue inmediatamente a encerrarse en la habitación donde creció, y no salió hasta bien entrada la tarde del día siguiente. Se sentía culpable, avergonzado, tanto que apenas pudo dormir, y lo peor de todo es que no podía encontrar arrepentimiento dentro de él, no podía porque cada que recordaba lo que pasó, su cuerpo reaccionaba de la misma manera, su mente reproducía la voz de Sergio en sus oídos como si la estuviera escuchando en vivo de una vez más.

De lo único que sí se arrepentía era de haber puesto al hombre en esa situación. Debería disculparse, pero no cree tener el valor para verlo a la cara, y duda mucho que Sergio siquiera quiera verlo, no solo le faltó el respeto al lugar sagrado al que Sergio dedica su alma, sino también al mismo Sergio, tendría suerte si el hombre no le ponía una denuncia por acoso.

Se ahogó con su desayuno tardío cuando su madre le preguntó cómo le fue anoche.

— Eh- bien, bien, todo- normal, todo en orden. — se apresuró a responder una vez pudo respirar con normalidad, ganándose sobre él la mirada extrañada de su madre, su ceja izquierda alzada de aquella manera cuando sabía que Max le estaba mintiendo.

Por favor, no indagues.

— Bueno, que bien. — respondió la mujer con una sonrisa. — Invité al Padre a cenar hoy.

No puede ser.

Max se congeló, sintió que realmente hoy las cosas iban a ir en su contra y no podía quejarse pues era su karma, ¿Qué iba a hacer? ¿Buscar una excusa e irse antes de la cena? ¿Tomar el siguiente vuelo más pronto a Mónaco y nunca volver? ¿Afrontar sus acciones como un adulto responsable? Nada de eso sonaba a una buena idea.

— ¿Algún problema? — su madre volvió a mirarle de manera sospechosa.

— Para nada. — respondió con una sonrisa forzada.

Su mamá entonces comenzó a hablar de otro tema que Max en completa honestidad no estaba escuchando, su atención acaparada por los creciente nervios en su estómago, tipo repentinamente consciente de las pocas horas que faltaban para la cena.

Necesitaba una ducha.

[...]

El timbre sonó cuando el cielo se encontraba pintado de naranja gracias al atardecer y la casa olía a la deliciosa comida que su madre estaba preparando.

— ¡Max, ¿Puedes abrir, cariño?! — gritó su madre desde la cocina.

— ¡Sí! — gritó de vuelta antes de soltar un suspiro tembloroso, nervioso, y levantarse del sofá, revisó que su cabello se viera bien antes de dirigirse a la puerta.

Con la mano sobre el pomo dudó, sabía quién estaba del otro lado, no estaba listo para ver al hombre otra vez, tan pronto, y le sorprendía que Checo estuviera dispuesto a ir aún después de lo pasado. La probabilidad de que Checo pensara que Max no se estaba quedando con su madre, o que siquiera era su madre, lo hizo sentir un vacío en el estómago, era como si estuviera atacando por sorpresa al mexicano, al menos su mente estaba convencida de eso. El timbre sonando otra vez lo hizo darse cuenta que tardó más de lo que debería, muy metido en sus propios tormentos. Se dijo a sí mismo que dejara de ser un cobarde y abriera la puerta, y así lo hizo.

Max estaba listo para recibir una mirada de sorpresa, de incomodad, incluso de asco, pero no recibió nada de eso, no, en cambio Sergio le sonrió cuando lo vió, aún si su sonrisa se veía forzada, aún si podía notar una ligera pizca de incomodidad en sus ojos, le sonrió, y lo saludó como si nada hubiera pasado.

El neerlandés se sentía confundido, actuando en piloto automático cuando devolvió el saludo y dejó pasar a Sergio, su madre pronto se les unió iniciando una conversación con el mexicano mientras Max intentaba procesar. Había esperado muchas reacciones, pero no esa, su mente no estaba lista, aún si de alguna forma era el mejor escenario posible.

Blasfemia | Chestappen VersionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora