1. are you calling me a sinner

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Max no era una persona religiosa. Su familia es católica, pero siempre se le dio la libertad de escoger su propia religión si quería, o de no escoger ninguna. De vez en cuando le gustaba acompañar a su madre a la iglesia, cuando ella le pedía que la acompañara y sabía que su dulce madre siempre le pedía a dios que pudiera regresar a casa a salvo.

Por lo tanto, cuando su madre le pidió una vez más acompañarla a la iglesia ese domingo, no dudó en ponerse sus tenis.

Disfrutaba ir, a decir verdad, le gustaba la arquitectura del edificio, si no se hubiera vuelto piloto probablemente habría estudiado para ser arquitecto, y cuando su mamá le comentó de una nueva iglesia que quedaba más cerca, se sintió emocionado de tener un nuevo espacio que conocer. Sin embargo, toda su atención fue robada por el Padre de la iglesia, los ojos del neerlandés se posaron sobre el hombre desde el primer momento que atravesó su campo de visión y no lo dejaron hasta que su madre hablando lo sacó del trance en el que se había visto atrapado.

— Es el Padre Sergio. — dijo su mamá. — Mexicano, por lo que escuché, parece dulce.

Max asintió sin decir nada. Su madre tenía razón, Sergio parecía ser dulce, amable, con su sonrisa amigable y un aire de tranquilidad y confianza que te recibía con calidez.
Cuando Max miró una vez más al hombre, se encontró con aquellos ojos marrones mirándolo directamente, como si hubiera esperado a que Max lo volviera a mirar, y el joven sintió sus mejillas enrojecerse ligeramente cuando el Padre le sonrió.

Max quiso obligar a su corazón a calmarse, repentinamente acelerado, se repitió que Sergio solo estaba siendo amable y que así recibía a todos los que visitaban su iglesia. No podía fijarse en él, ¿Que no la iglesia condena la homosexualidad? Además, Max está casi seguro que los Padres tienen que ser solteros y vírgenes toda la vida o algo así..., ¿o eran las monjas? ¡No importa! El punto es que no puede fijarse en el Padre.

[...]

Qué difícil era no fijarse en el Padre.

El hombre no solo era increíblemente atractivo físicamente, sino que su voz era perfecta, su tono, su acento, todo remarcaba sus palabras de una forma que tenía a Max pensando y sintiendo cosas que eran un insulto para el lugar sagrado.

Cuando salieron, su madre habló todo el camino de regreso de lo mucho que disfrutó la misa, que definitivamente volvería a esa iglesia, y Max no pudo estar más de acuerdo con ella, en su interior rogando que lo volviera a invitar a ir solo para ver a Sergio una vez más.

Para su suerte, así fue, los siguientes dos fines de semana restantes de su pequeño descanso de verano de la Formula 1 pasaron en la iglesia, cada que Max la dejaba, sentía en su cuerpo una sensación hormigueante que solo lo dejaba con ansias de volver, y sabía que se debía exclusivamente a Sergio. Le había insistido a su mamá sentarse hasta las primeras filas, de esa manera podía ver más de cerca al hombre, y Max estaba seguro que su manera de mirarlo fijamente era de todo menos sutil, el hombre parecía ponerse nervioso bajo sus ojos, su rostro se sonrojaba ligeramente y su acento se volvía más notable, e incluso parecía evitar hacer contacto visual con Max.

Una parte de él se sentía mal, tal vez debería simplemente dejar al Padre en paz y lidiar con sus hormonas por su cuenta, pero otra parte de él estaba amando las reacciones del mexicano, se lo imaginaba en una situación diferente, una donde tenía a Sergio debajo de él, sonrojado, sudando, con la respiración agitada y el cuerpo temblando mientras Max lo penetraba, duro, profundo, tocando puntos en su cuerpo que harían al mexicano ver estrellas.

Siempre tenía que obligarse a pensar en otra cosa antes de que su cuerpo empezara a reaccionar. Las miradas las podía justificar, pero una erección en una iglesia era inexplicable e injustificable. Quería mantener aunque sea esa pizca de decencia.

Blasfemia | Chestappen VersionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora