5. my body and soul belong to you

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La mañana siguiente llegó más rápido de lo que a cualquiera de los dos le habría gustado. La lluvia había cesado hace bastante tiempo y ahora el sol pintaba en cielo con su luz, poco a poco iluminando la habitación. Habían dormido poco o nada, pero no podían arriesgarse a que la madre de Max los encontrara.

— Se ven cansados. — comentó la mujer, cuando horas después se encontraron todos en el comedor, ella, amable, preparando un desayuno para los tres.

Max miró a Sergio, ligeramente alarmado, pero el mexicano mantuvo la naturalidad.

— La tormenta no me dejó dormir como me gustaría. — dijo Checo, desviando la mirada, culpable al mentir.

La mujer rió. — Yo dormí como una roca, la lluvia siempre me ayuda a dormir mejor.

La conversación siguió, casual. La tensión de la noche anterior había desaparecido con el agua de la tormenta y el ambiente se sentía muchísimo más ligero en comparación. Pero Checo sabía cuando era momento de irse, después de comer, agradeció y anunció su partida. Max se ofreció acompañarlo a la puerta.

— Todavía tenemos una conversación pendiente. — dijo el rubio, parado al marco de la puerta. Checo, ya afuera, pudo ver temor en su expresión, por más que el Max intentara ocultarlo.

Checo sabía por qué era eso, Max temía que se volviera a arrepentir de lo que sucedió. Estaría mintiendo si dijera que no siente una increíble culpa, un ligero arrepentimiento, pero esta vez no por lo que pasó, si no por el orden en el que hizo las cosas. Le hubiera encantado conocer un poco más al maravilloso muchacho que es Max antes de sucumbir a la lujuria, considerar si romper su celibato era un riesgo que quería tomar pues ya no estaba en edad de simplemente juguetear con alguien. Checo tenía toda la intención de buscar algo serio, quizá eventualmente formar una familia, y necesitaba saber qué quería Max, qué buscaba de él, pues si no estaban en la misma página, aún con el dolor en el alma, tendría que alejarse del joven.

— Ven a verme hoy. Hablaremos. — dijo Sergio, suavemente, buscando tranquilizar al neerlandés. Para remarcar sus palabras, tomó la mano del joven, le dio un suave apretón que Max le devolvió sin dudar.

Afecto. Seguridad.

Todo iba a estar bien, pase lo que pase.

El rubio asintió, se sonrieron, Checo agradeció la hospitalidad una vez más y luego se retiró. Se sentía agotado, el mexicano, demasiados sucesos, demasiadas emociones, demasiados pensamientos. Por suerte las misas de hoy no le tocaban a él, podría volver a casa a descansar lo que no había descansado en la noche, y al despertar podría poner en orden sus ideas.

El neerlandés suspiró, aunque más tranquilo, seguía sintiéndose inquieto, pero no tenía otra opción más que esperar y ver qué tenía planeado la vida para él. Solo esperaba que pudieran hablar de todo lo que tenían que hablar ese día, tenía que irse al día siguiente para prepararse para la siguiente carrera. De por sí ya había estado evitando sus responsabilidades, sin entrenar lo que debería, había un límite a las cosas que podía arriesgar. Al menos eso quería creer. En su interior sabía que si Checo le pedía que se quedara lo haría sin dudarlo.

[...]

Apenas estaba atardeciendo cuando volvieron a encontrarse, en la iglesia, aunque sabían que no podían hablar ahí, había demasiada gente alrededor. Checo se despidió de la gente con la que estaba hablando en cuanto lo vio, se acercó a Max con una sonrisa, aunque el neerlandés podía notar que estaba nervioso, él también lo estaba. Caminaron en silencio hasta la casa de Sergio, no muy lejos de ahí.

— ¿Te ofrezco algo? ¿Agua, jugo? — preguntó Checo en cuanto la puerta se cerró detrás de ellos. Estar en un espacio privado otra vez solo hacía a Max sentir el impulso de besar al hombre, pero lo reprimió.

Blasfemia | Chestappen VersionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora