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RHAEGAR CAMINABA HACIA LA BIBLIOTECA para sus clases matutinas acompañado de sus dos hermanos varones

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RHAEGAR CAMINABA HACIA LA BIBLIOTECA para sus clases matutinas acompañado de sus dos hermanos varones. De repente, su atención fue captada por un grupo de sirvientes y las damas de compañía de su hermana, que cargaban varios baúles pertenecientes a la mayor de los Targaryen.

—¿A dónde llevan las pertenencias de mi hermana? —preguntó con molestia a uno de los guardias. ¿Quiénes eran ellos para mover las cosas de una princesa Targaryen sin su permiso?

—A Dragonstone, mi príncipe. La princesa Rhaenyra y su familia parten hoy hacia su nuevo hogar —respondió el guardia con voz firme. Esas palabras sacudieron el pequeño mundo de Rhaegar.

El primogénito varón del rey Viserys echó a correr hacia los aposentos de su hermana mayor, sin prestar atención a las miradas confusas de Aemond y Aegon.En pocos minutos llegó frente a las puertas de la habitación de Rhaenyra y, sin esperar ser anunciado, entró apresuradamente. La encontró cargando a Joffrey, quien lloraba desconsolado.

—Rhaegar —dijo la mujer de cabellos blancos, visiblemente sorprendida por su repentina aparición—. No esperaba verte, ¿Te encuentras bien? 

La princesa lo miraba con ternura, detectando en su rostro una mezcla de tristeza e incertidumbre. A pesar de las tenciones familiares, siempre había sentido un cariño especial por Rhaegar y Helaena, diferentes del que sentía por sus otros medios hermanos. Verlo tan afligido le generaba una punzada en el corazón. 

—Dime que no es cierto, dime que no se irán a Dragonstone —rogó él con voz temblorosa, luchando por contener las lágrimas.

El rostro de Rhaenyra se suavizó al comprender la angustia de su hermano. Con delicadeza, dejó a Joffrey en su cuna y se acercó a él para después  abrazarlo con ternura, permitiéndole ocultar su cara en su pecho mientras acariciaba suavemente sus cabellos cenizos.

—Es cierto, Rhaegar. Debemos partir a nuestro nuevo hogar —dijo, separándose levemente para mirarlo a los ojos.

—¿Por qué? ¡Este también es su hogar! Si es por Aegon... prometo que no volverá a hacer ninguna travesura —suplicó Rhaegar, aún cuando tenía ya 14 días del nombre, su comportamiento en esos momentos era similar al de uno de 6. 

Rhaenyra negó suavemente, sonriendo con tristeza.

—No es por él, mi niño de oro. Los quiero a todos, tanto como a mis propios hijos. Pero hay situaciones que entenderás cuando seas mayor. Sin embargo, siempre podrñan visitarnos, con el permiso de los Reyes, claro. 

Rhaegar asintió, aunque el nudo en su garganta seguía ahí
—Te voy a extrañar, Nyra— murmuró antes de abrazarla con fuerza, como si al hacerlo pudiera evitar que se marchara

El niño no quería dejarla ir. Más que una hermana, ella había sido una figura maternal. Con ella había encontrado refugio en los momentos más difíciles de su niñez, y ahora la sola idea de perder esa cercanía lo devastaba. 

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⏰ Última actualización: Oct 03 ⏰

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