💜07: Dulce como helado

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Melody. 

Sabía que los días de mudanza podían ser caóticos, pero jamás imaginé que tanto.

Eran apenas las ocho de la mañana y mi hogar era una completa locura. Desde que mi abuela y mi sobrina llegaron solo había transcurrido poco más de tres semanas, y ya se notaban los cambios. La cocina tenía nueva patrona, y esa era mi abuela, eso para mamá era una bendición pues cocinar no era su mayor placer, y ser asistente de Doña Leonor siempre le sentaba mucho mejor. De igual manera mi hermano ya tenía a su pequeña reinita volviendolo loco día y noche, lo cual por un lado era bueno para mí ya que tenía menos tiempo libre para molestarme, por otro no tanto pues me ví obligada a esconder muchas de mis cosas de la vista de esa niñita, es especial mis maquillajes.

—¡Por favor tía tu ya tienes bastantes!—había chillando en una de sus tantas rabietas por quitarme un labial rosa lleno de brillitos.

—¡Ya dije que no Thalía!—decreté arrancándole el labial de las manos.

—¡Papi!—llamó a mi hermano quien estaba intentando dormir después de llegar agotado de su trabajo en la construcción.

Él se quitó la almohada de la cara, dándole una mirada completamente agotada a su berrinchuda hija. Thalía seguía con el rostro arrugado, los ojos llorosos y un puchero en sus labios.

—Comprame un creyón como el de mi tía—no lo pidió, lo exigió con una pose de autoridad y los brazos cruzados.

—Mañana Tita, hoy déjame dormir un rato, ¿si?—pidió volviendo a enterrar el rostro en la cama.

Me dió lástima y a la vez rabia ver su actitud tan condescendiente. No podía decirse que no era un padre ejemplar, porque era mucho más que eso. Tuvo a Thalía muy joven y la crío prácticamente solo, por eso de mi hermano no podía haber casi ninguna queja, excepto esta. Ernesto se desvivía por su reinita, dando hasta lo que no tenía por complacerla, y no es que sea algo malo, era muy bonito hasta cierto punto, pero tener límites era algo necesario.

—No va a ver ningún creyón, usted todavía está demasiado chiquita para eso, y además, no se puede premiar que hayas escondido mí labial debajo de tu almohada—hablé muy seriamente, viéndola abrir su boca para defenderse.

—¿Qué hiciste qué?—habló mi hermano quien al parecer no estaba dormido, y Thalía me miró enojada por haberla delatado—. Olvídate del maquillaje y pídele disculpas a tu tía—exigió y Thalía obedeció con ojos llorosos por haber sido regañada por su papá.

Para tratar de evitar más problemas guardé todo fuera de su alcance, y quizás ahora ya no haría falta tener mis maquillajes bajo llave. Ese era el mayor cambio ocurrido en esta semana, pues hacía solo unos días habíamos decidido cambiar de apartamento.

Cinco días atrás mi papá por fin pudo conseguir un empleo de limpia pisos en un aeropuerto, pero aunque eso fuera bueno aún no tenía su primer salario en las manos. Sin que eso importara mi hermano y yo lo convencimos de que entre los dos podíamos pagar los primeros dos meses de renta en un apartamento de tres cuarto; Ernesto con sus ahorros y yo con lo que había estado guardando en los días que cantaba en la cafetería. Él dudó en aceptarlo, pero al final nos dió la aprobación y aquí estábamos, recogiendo todas nuestras cosas en un montón de cajas mientras otras ya estaban siendo llevadas a la vieja camioneta de papá.

—¡Thalía si me rompes mis figuritas nadie te salvará de las nalgas!—gritó mi mamá mientras mi sobrina pasaba corriendo desde el comedor hasta el sofá de la sala.

Mi madre estaba muy extresada, al igual que yo odiaba el desorden, y todo aquí era un caos. Nosotras éramos las encargadas de recoger la mayoría de cosas, mientras mi hermano, mi papá, y Charly, llevaban las cajas y cosas pesadas al auto.

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