Capitulo 1

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-Ya no creo que tarde mucho-¿se daría cuenta él de lo poco firme que parecía?, se preguntó Freen al oír la titubeante y tensa voz del ayudante de su abogado. No era mucho mayor que ella, un joven aprendiz cuyo trabajo consistía en asesorar legalmente, y que tal vez nunca había estado en contacto con un caso de mala publicidad y gravedad del suyo. No era de extrañar que la mirara esperando que le clavara las garras.

Eso es lo que hacen las aves de rapiña ,¿no? Freen se estremeció y se preguntó si alguna vez podría olvidar lo ocurrido los últimos diez meses. Los periódicos habían publicado la historia.

¿Y por qué no? Era el tipo de noticia que garantizaba la venta de ejemplares.

¿Afectaría eso sus posibilidades? Su abogado no pudo asegurarle lo contrario, y quizá, después de todo, ella se lo merecía por ser tan confiada y cándida. Le asombraba que todavía pudiera indignarse, después del tremendo golpe que había recibido. Y todo había empezado tan inocentemente... ¿Quién iba a creerlo? ¿El jurado que la juzgaría? La parte acusadora había contratado a una de las mejores abogadas del país.

Desde luego, ella no la conocía, pero los comentarios de su defensor le dieron pánico. Ella haría todo lo posible para que jurado la condenara. Después de todo era su trabajo.

Eso no impidió que sintiera un odio casi irracional hacia ella. Irracional, porque la persona que realmente debería odiar era a Saint, pero no podía. Tal vez era por el recuerdo de los años de la infancia que habían compartido, o quizá por el lazo sanguíneo que los unía. Solo sabia que todo su miedo, odio y ansiedad, estaban enfocados a la inquisición que la esperaba, una inquisición que estaba dirigida por Rebecca Armstrong.

No pudo evitar estremecerse ante la idea y, por instinto, inclino la cabeza, con el rostro pálido y tenso, en actitud de defensa. Tan solo la semana anterior, su abogado le había pedido que le diera los nombres de, por lo menos, dos personas que sirvieran como testigos de la defensa, ¿pero cómo podía hacerlo? Sus tíos no querían tener nada que ver con ella. Para ellos, Freen ya no existía. Y, ¿Quién podría culparlos? Apretó los labios y al mirar de reojo, su acompañante no se atrevió a decirle que su enojo y resentimiento solo empeorarían su situación.

A pesar de lo que esperaba, cuando al fin se abrió la puerta y la llamaron por su nombre, Freen se sobresaltó.

El banquillo de los testigos era largo y Freen era muy consciente de la curiosidad de la gente, pero no se volvía para ver a nadie. Su vista estaba fija en punto encima de la cabeza del juez. Como era un asunto en el que se trataba de mucho dinero, el caso se llevaba al Tribunal Superior y la presencia de tantos funcionarios con toga y birrete era intimidante.

Aún así, Freen levantó la barbilla y avanzó... era una mujer de estatura promedio y muy atractiva, pero en ese momento su cara estaba desfigurada por la tensión y el orgullo.

-Mírala- murmuró alguien- con la cabeza alto. ¿Cómo puede tener tanta desfachatez, después de lo que hizo?

Al sentarse en el banquillo, Freen se quedó inmóvil, al encontrar la mirada de uno de los abogados. Freen esperó a que esa mujer apartará la vista al ver que le miraba de una forma tan fría, tuvo que apartarla ruborizada.

Era alta, cabello castaño y piel casi blanca como la nieve. Sus ojos era un azul bajo frío e impenetrable. ¿Quién era ella? Freen estaba atenta a esa mujer, que no oyó las palabras que pronunció el juez, por lo tanto, la sorprendo que se acercará a ella y hablara con una voz fría y bien modulada, diciéndole quién era.

Rebecca Armstrong, abogada de la parte acusadora, quien, según le dijo su asesor, había sido contratada con unos honorarios altísimos por Crichton International, para asegurarse de que la castigaran por su delito. Sin embargo, la mujer no podía tener más de treinta años.

Sentencia || Freenbecky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora