Freen seguía pensando en Rebecca Armstrong cuando salía del metro hacia la oficina de su abogado, la mañana de la entrevista. Una visión momentánea de una mujer con cabello castaño, en un coche lujoso, llamó su atención, hasta que ella volvió la cabeza y Freen adivinó que no era Rebecca Armstrong y que ella la miró con descaro. Se sonrojó y siguió su camino, furiosa consigo misma.
Ya era hora de dejar de pensar en Rebecca Armstrong. No tenía sentido seguir pensando en lo que sucedió, volver a vivir el tormento de esos minutos en el tribunal.
Era curioso, pero de nada le servía pensar que fue ella quien resultó derrotada. En los últimos meses, la oficina de su abogado se volvió tan familiar para ella como su cuarto amueblado. Estaba en el tercer piso de un edificio viejo, cuyo único ascensor le recordaba una crujiente y aterrorizada jaula, así que prefirió subir a pie.
El abogado en persona le abrió la puerta, Freen observó que el abogado estaba nervioso.
—Siéntese— Le dijo él con una sonrisa.
Ella obedeció de mala gana, preguntándose que querría discutir con ella. En realidad, debería estar buscando trabajo. Esa misma mañana, vio a su casero, quien le recordó que ya se aproximaba el pago del alquiler. Con lo difícil que era conseguir alojamiento en Londres, él podía cobrar lo que quisiera por su miserable cuarto y ella sabía que si no pagaba a tiempo, no tendría ningún escrúpulo en echarla. Freen atendía dinero para pagarle, pero una vez que se acabará, ¿Qué sucedería con ella?
El abogado se aclaró la voz nervioso.
—Le.... le pedí que viniera está mañana, porque ... me han ...— dejó de hablar y removió los papeles del escritorio, agachando la cabeza como si no estuviera seguro de lo que va a decir.
—¿Sí?
—Verá... Una antigua cliente mía, una viuda cuyo marido la dejó en buena posición económica ...Ella ...es presidente de una sociedad de beneficencia y busca una persona que le ayude con el trabajo de oficina. Necesita a alguien que puede vivir en su casa. Vive en Londres, pero también pasa mucho tiempo en Boston. En una norteamericana que se casó con un inglés— Freen frunció el ceño, sin saber que sentido tenía esa larga explicación, hasta que él la miro y dijo, algo nervioso—. Se me ocurrió que ese puesto podría convencerle a usted, señorita Chankimha. Sé que... tuvo que dejar su empleo anterior.
Freen se le quedó mirando, sin poder creer lo que oía. Ella que estaba tan preocupada por encontrar un empleo y de pronto, como caído del cielo, no sólo un empleo, sino también dónde vivir. O tal vez no había entendido bien.
—¿Está seguro? ¿Me aceptaría esa señora bajo mis circunstancias actuales...? Tal vez ella no lo sepa.
—Ah, si, ella sabe todo acerca de su caso—se apresuró en tranquilizarla—. Esta interesada en entrevistarla. Dijo que parecía ser usted la persona que buscaba. El salario es excelente..., realmente, muy generoso, y por supuesto, no tendrá gastos de ningún tipo. Todo está incluido. La señora Smith
siempre viaja en primera clase y me aseguró que cuando lo haga, usted irá con ella.
—¿Y la institución paga esos gastos?
—Ah, no— el abogado parecía escandalizado—, por supuesto que no. Como ya he dicho la señora Smith tiene fortuna propia y es encantadora. Es usted muy afortunada de que le ofrezcan este puesto—Freen quedó intrigada por su actitud
Al principio, creyó que él fue quien la recomendó para ese empleo, pero en ese momento parecía tener dudas acerca de su conveniencia. Iba a preguntarle algo al respecto, cuando sonó el teléfono. Él levantó el auricular, lo tapó con la mano y puso frente a Freen un pedazo de papel—. Esta es la dirección —le dijo—. He concertado una entrevista para usted hoy, a las dos y media, aunque no creo que tenga ningún problema. La señora Smith está convencida de que usted es la persona idónea —se volvió y empezó a hablar por teléfono, dando a entender que esperaba que ella se fuera.
Freen salió, pensativa. Cuando llegó a la oficina esa mañana, lo que menos esperaba era que le ofrecieran un empleo... especialmente un trabajo que parecía salido de un ciento de hadas, demasiado bueno para ser verdad. Y tal vez lo era, se dijo, al bajar los tres pisos y salir al frío de la calle ¿Sería verdad que la señora Smith quería contratarla? El salario que había mencionado su abogado era fabuloso, pero había sido muy vago en lo demás, y le había dicho que la señora Smith le daría explicaciones. Freen sentía cierta aprensión por la entrevista. ¿Acaso la penosa experiencia de los últimos meses la había afectado tanto, que tema miedo de conocer a esa gente? ¿Miedo de ver en sus ojos la aversión que había captado en la mirada de tantos, incluso en Rebecca Armrong?
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Sentencia || Freenbecky
RandomEl testimonio de su primo hizo que acusaran a Freen Chankimha de un delito que no había cometido. Todos la abandonaron, y hasta su abogado la creía culpable. Lo peor de todo era que la fiscal era Rebecca Armstrong, famosa de ganar todos los casos. ...