Freen, ha habido un cambio de planes —comentó la señora Smith una semana después, al entrar en el estudio—. Saldremos para Abbotsfield esta tarde. Ya lo he organizado todo con la gente del banquete. Rebecca estará allí, y nos quedaremos unos días. Ella quiere mi opinión sobre unas restauraciones que quiere hacer, así que tendrás que llevar algo de ropa.
El enérgico tono de la señora sorprendió a Freen, al igual que su anuncio.
¿Cuándo había sucedido todo eso? Ella estuvo detrás de su escritorio toda la mañana y nada sugirió el cambio de fechas. Al sentir que había descuidado sus deberes de alguna forma, Freen quiso preguntar cuándo se habían producido esos cambios, pero la señora Smith ya había salido.
Necesitaría el expediente con la información que había recopilado para el baile. ¿Dónde estaba? Aturdida, Freen buscó en su escritorio y finalmente lo encontró en el archivo. Ya casi era la hora de comer. ¿A qué hora saldrían? Ya había revisado el correo de esa mañana y no contenía nada importante, así que tal vez le conviniera subir a guardar sus cosas.
No quiso detenerse a pensar en el efecto que le produciría compartir la misma casa con Rebecca. Tendría que tratar de no cruzarse en su camino, lo cual no debería ser difícil, pensó sombría. Ella ya debía haber hablado con Charlotte y estaría ansiosa por evitar a Freen, igual que ella.
En el trayecto a la casa de Rebecca, la señora Smith estuvo más callada de lo que Freen la había visto jamás, y no dio ninguna explicación acerca del cambio de fechas de la reunión.
Freen no conocía Oxford ni sus alrededores y le habría gustado saber un poco más acerca de la región, aunque sólo fuera para apartar de su mente a Rebecca, pero el silencio de la señora no la animaba a hacer preguntas.
No pasaron por la ciudad de Oxford en sí y Freen pronto perdió el sentido de la dirección, al cruzar veredas campestres. De pronto, allí estaba la casa, en un promontorio desde donde se podían contemplar los alrededores. El coche se detuvo frente a la entrada principal.
Una mujer regordeta y sonriente salió a recibirlas.
—Freen, ésta es la señora Middleton, el ama de llaves de Rebecca —anunció la señora Smith —. Ella y su marido cuidan la casa cuando Rebecca no está aquí.
La señora Middleton tema unos cuarenta y tantos años, y un aire de enérgica eficiencia.
—Rebecca avisó que estaría aquí para la hora de la cena. Le he arreglado su habitación de costumbre, señora Smith. Y me pidió que la instalara a usted en la habitación de la Reina Rebecca, señorita Chankimha —le dijo a Freen —. Dicen que durmió allí una vez —agregó como explicación, y las guio al interior.
Al seguirla, Freen se preguntó si toda la casa tendría el mismo ambiente cálido y acogedor que la habitación donde se encontraban. Esa debió ser la habitación más importante de la casa, reflexionó, al mirar hacia arriba y ver una galería. En los retablos que estaban encima de la enorme chimenea, había una corona y un lema en latín.
Rebecca no llegó a tiempo para la cena y, a pesar del pánico que le daba verle, Freen sintió una aguda desilusión.
Ni ella ni la señora Smith alabaron la excelente cena que preparó la señora Middleton y Freen no culpó al ama de llaves por fruncir el ceño al retirar los platos.
—Freen, me siento fatigada. Voy a acostarme temprano —murmuró la señora Smith al salir el ama de llaves.
Ella también haría lo mismo, decidió Freen. Así, pospondría el encuentro con Rebecca un día más. Subió a su habitación y se llevó unos documentos con los nombres de los asistentes a actos anteriores de la institución.
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Sentencia || Freenbecky
De TodoEl testimonio de su primo hizo que acusaran a Freen Chankimha de un delito que no había cometido. Todos la abandonaron, y hasta su abogado la creía culpable. Lo peor de todo era que la fiscal era Rebecca Armstrong, famosa de ganar todos los casos. ...