Sorpresa de amor

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Junio de 2025. Barcelona.

La temporada ha terminado, y aunque fue un año lleno de desafíos y momentos difíciles, cada día valió la pena. La emoción del regreso, los goles, las victorias y el amor. No podría haber pedido más, pero tenía un pequeño secreto que había estado preparando para Celia.

Desde que volví a jugar, quería hacer algo especial. Habíamos pasado por tanto juntos, y cada momento con ella se sentía como un regalo. Así que decidí que el final de esta temporada, y el comienzo de nuestro verano, merecía una celebración épica. Después de mucho pensar, un lugar me pareció perfecto: **las Maldivas**.


Celia

Era una mañana de junio cálida y soleada en Barcelona. El aire era fresco, y el cielo azul brillaba intensamente. Acabábamos de terminar de desayunar, y Pablo estaba más emocionado de lo normal. Tenía una sonrisa en su rostro que no podía dejar de mirar. Mientras tanto, yo estaba feliz de disfrutar de un día tranquilo después de la intensidad de la temporada.

—¿Tienes algún plan para hoy? —le pregunté, intrigada por su actitud.

—Solo relajarnos, pero si, tengo algo en mente. —Su tono era misterioso, y eso solo me hacía más curiosa.

Un rato después, Pablo me pidió que me preparara, y supe que había algo más en sus planes. Mientras me vestía, una mezcla de emoción y ansiedad me invadía. ¿Qué estaría tramando?

Pablo me guió hasta su coche, y durante el trayecto, se notaba su nerviosismo. **Mira hacia mí** con una chispa en los ojos que me hacía sonreír.

—¿A dónde vamos? —le pregunté, sin poder contenerme.

—Es una sorpresa princesa. Solo confía en mí.

Finalmente, llegamos al aeropuerto. Allí, Pablo me llevó hacia el mostrador de una aerolínea que nunca había visto antes. En mi mente, trataba de adivinar el destino. Pero cuando se acercó al mostrador y sonrió al agente, mi corazón dio un vuelco.

—¿Vas a adivinar? —me retó, con una sonrisa traviesa.

Y entonces lo vi. El billete que le entregaron tenía un destino que nunca imaginé. 

**Las Maldivas.**

—¿Las Maldivas? —exclamé, incapaz de contener mi emoción. Mi mente se llenó de imágenes de aguas cristalinas y playas de arena blanca.

Pablo me miró con cariño y asintió.

—Lo hemos merecido. Nos lo hemos merecido mi amor. Este año ha sido un torbellino, y quiero que celebremos todo lo que hemos logrado. Así que... ¿estás lista para una aventura tropical?

La emoción me inundó, y sin poder contenerme, salté hacia él, llenándolo de besos y abrazos. Era un sueño hecho realidad.

—¡Sí! ¡Estoy lista! —grité, casi sin aliento.


Pablo

Mientras nos embarcábamos en el avión, me sentía más nervioso que al pisar el campo. Quería que todo fuera perfecto. Las Maldivas era un destino que siempre había deseado visitar, pero lo más importante era que lo compartiera con Celia. Ver su alegría en cada momento era todo lo que quería.

El vuelo fue largo, pero el tiempo voló. Hablamos, reímos y disfrutamos de cada instante. Cuando finalmente aterrizamos, el aire fresco y salado nos recibió. Las playas eran aún más hermosas de lo que había imaginado. El mar, un azul intenso, y las palmeras que se mecían suavemente en la brisa.

Celia no podía dejar de sonreír. Su expresión iluminaba el paisaje. Después de pasar por el check-in, nos llevaron a nuestra villa sobre el agua, un lugar de ensueño con vistas increíbles.

—No puedo creer que estemos aquí —dijo, mirando a su alrededor, casi incrédula.

La villa tenía un diseño moderno, con ventanas panorámicas que se abrían al mar. Una piscina privada nos esperaba en la terraza, y el sonido de las olas era un suave canto de fondo.

—Es solo el comienzo —le susurré al oído, mientras la abrazaba por detrás, mirando el horizonte.


Celia

Estar en las Maldivas era como un sueño. Cada rincón parecía sacado de una postal. Mientras explorábamos nuestra villa, me sentía como en un cuento de hadas. **Las aguas cristalinas, los peces de colores nadando alrededor**... era un paraíso. No podía creer que Pablo hubiera planeado todo esto para nosotros.

Cada día era una nueva aventura. Nadar, bucear, disfrutar del sol... y las noches eran aún más mágicas. Cenas románticas bajo las estrellas, con el sonido del mar como telón de fondo. Pablo se convirtió en un verdadero maestro de ceremonias, asegurándose de que cada momento fuera especial.

Una noche, mientras estábamos cenando a la orilla del mar, la luna reflejaba su luz en el agua. Todo era perfecto.

—No puedo creer que estemos aquí juntos —dije, mirando a Pablo.

—Te lo prometí, Celia. Quería hacer algo especial por todo lo que has hecho por mí este año. Tu apoyo, tu amor... no hay palabras para agradecerte.

Me miró a los ojos, y en ese instante, sentí que todo encajaba.

—Te amo Pablito. Me alegra que estemos juntos, aquí y ahora.

Sin pensarlo, me acerqué y lo besé. Cada beso, cada mirada, me recordaba por qué lo amaba tanto. Éramos uno, en este momento, en este lugar.


Pablo

Esa noche, después de la cena, decidí que era el momento perfecto para hacer algo aún más especial. Tenía un pequeño regalo preparado, algo que había estado guardando para este viaje.

Después de la cena, tomé la mano de Celia y la llevé a la playa. Las olas chocaban suavemente contra la orilla, y la luna iluminaba nuestro camino. La atmósfera era mágica.

—Celia —dije, nervioso—. Este viaje es solo una parte de lo que siento por ti. Quiero que sepas que eres la razón por la que sigo adelante, la razón por la que nunca me rindo.

Ella me miró, con los ojos brillantes de emoción. Sin soltar su mano, me arrodillé en la arena y saqué un pequeño estuche.

—Quiero que lleves esto contigo, siempre —dije, abriendo el estuche. Dentro había un delicado collar con un pequeño colgante en forma de corazón.

—Es hermoso... —susurró, tocando el collar con una mano temblorosa.

—Quiero que sea un símbolo de nuestro amor y de todo lo que hemos superado juntos. Eres mi inspiración, y siempre lo serás.

Ella no pudo contener las lágrimas, pero eran de felicidad. Con cuidado, puse el collar alrededor de su cuello, y cuando terminó, la abracé con fuerza.

—Te amo, Celia —le dije, sintiendo la emoción inundarme.

—Yo también te amo, Pablo. Esto es más de lo que jamás podría haber imaginado.

Nos besamos, y en ese momento, supe que habíamos creado recuerdos que durarían para siempre. Las Maldivas se convirtieron en un símbolo de nuestro amor, y cada ola que rompía en la orilla parecía celebrar nuestra unión.

La vida era hermosa, y estábamos juntos, listos para enfrentar lo que viniera, mano a mano, en cualquier rincón del mundo.

El destino me puso en tu camino ~ Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora