PROLOGO

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—Ya sé quién eres, Muñequita —le digo mirándola fijamente, sin apartar la vista de sus ojos oceánicos, donde veo un atisbo de preocupación—. Sé que eres una diosa griega, hija de Poseidón.

Aurora da un paso atrás, su expresión cambia entre desconcierto y sorpresa.

—¿Cómo...? ¿Cómo lo sabes? —su voz es apenas un susurro, pero tiembla como si la hubieran descubierto en un gran secreto.

Me acerco lentamente, con una sonrisa confiada, disfrutando de la vulnerabilidad que ahora revela.

—He observado cada movimiento tuyo, cada gesto. Eres distinta... como si no pertenecieras a este mundo. Tus ojos esconden algo que los demás no ven, pero yo sí.

Aurora desvía la mirada, incómoda. Sus mejillas se ruborizan, y sus manos tiemblan un poco.

—No deberías saber nada de esto —murmura, y entonces me lanza una mirada desafiante—. ¿Por qué estás tan interesado?

—Porque me gustan los secretos —respondo con voz grave—. Y me gustan las personas que intentan esconderlos.

Ella suspira y baja la cabeza, consciente de que no tiene salida.


Secretos de la DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora