Soplo a mi taza de café humeante, disipando el calor, y tomo un sorbo. El vapor se impregna en el vidrio de mis lentes, obstruyéndome la vista del monitor. Se esclarecen en segundos y continuo con mi tarea. Discierno la palabrería y ademanes del muchacho que, a como puede, me explica sobre un libro que busca, pero del que no recuerda el nombre.
Aprieto los labios y murmuro.
—¿Es... académico? —pregunto dubitativa.
—Justo, sí.
Busco en la plataforma de la biblioteca a partir de las características que él me da. Le dicto unos cuantos resultados hasta que damos con él. ¡Bingo!
—Para tu suerte, hay tres copias en este campus y sólo una está disponible. Debe estar en los estantes de la sección F.
—Demonios. Espero encontrarlo —expresa chistando una risa—, de eso depende mi ensayo.
Cuando la mañana nos recibe con esos clásicos ventarrones otoñales que hielan hasta los huesos, la biblioteca se vuelve refugio de los estudiantes ociosos con horas libres; se resguardan de la llovizna ligera que acarreó también. El un flujo de jóvenes es constante, vienen y van; ajusté el termostato para contrarrestar el vendaval que se colaba detrás de cada uno, consiguiendo templar toda la extensión del área. Apenas se percibe la amalgama de murmullos unísona, en la que no se distingue una voz o una charla en concreto, pero que mantiene perturbado el silencio.
Sosteniendo mi taza con ambas manos, soy víctima del calor abrazante que desprende mi bebida. Mi cuerpo se relaja, aclimatándose. Mi espalda viaja hasta el respaldo de mi silla y suelto un suspiro. Mis músculos, uno a uno, se relajan, liberando la mínima tensión que fue formándose desde que desperté. Cedo a mi íntima serenidad.
Las puertas de doble batiente se abren de par a par al ser impulsadas con fuerza moderada, irrumpiendo la quietud con un eco resonante. Tengo un respingo inmediato en mi lugar; unas gotas de café se impregnan en la blancura de mi camisa. Mi aura tranquila se resquebraja. Pero mi atención no se concentra en mi incidente, sino en el responsable. Y así, en un parpadeo, veo al profesor Nicholas Chavez cruzar el umbral con un porte imponente y despreocupado, mientras las puertas oscilan detrás suyo. Su aparición perforó el bullicio apenas perceptible, suprimiéndolo por un par de segundos.
Se despoja de su cazadora marrón de cuero, que está pringada con gotas de lluvia, y revuelve su cabello humedecido a causa de lo mismo. Mis pupilas se anclan a su semblanza. Resopla, como si hubiese tenido una contienda rigurosa con el clima. Se establece en una de las mesas de la sala de lectura, dejando su portafolio junto con la chaqueta. Recorre toda la sala con la vista, escudriñando todos los rincones habidos y por haber. Me sumerjo en mi café; aún estoy fija en su presencia. Súbitamente, su exploración visual se detiene; sus ojos se posan en mí, encendiéndose con un destello de reconocimiento. Sus comisuras surcan una sonrisa amistosa, la cual correspondo de igual manera. Su imagen se comienza a nublar, pero antes de ser absorbido totalmente por la opacidad, su sonrisa se torna graciosa. Mis lentes se empañaron de nuevo. Al limpiarlos con la tela de mi falda, una voz solemne me saca de mi ensimismamiento.
—Hey —saluda Nicholas, postrando sus antebrazos sobre mi escritorio.
Mitigo un sobresalto y le miro. Está con una expresión de complicidad y gracia.
—Hey... ¿Qué haces aquí? —pregunto curiosa.
Continúo limpiando el vaho de los cristales como excusa para mantener la compostura. Un sonrojo tiñe mis mejillas. Él se encoge de hombros y entrelaza sus dedos.
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𝐢𝐥𝐥𝐢𝐜𝐢𝐭 𝐚𝐟𝐟𝐚𝐢𝐫𝐬 ; nicholas chavez
Fanfiction𝑵𝑰𝑪𝑯𝑶𝑳𝑨𝑺 𝑪𝑯𝑨𝑽𝑬𝒁 • 𝑪𝑶𝑶𝑷𝑬𝑹 𝑲𝑶𝑪𝑯 Miranda es secretaria en la biblioteca de la Universidad de San Diego. Ella siempre ha mantenido el equilibrio entre su vida profesional y su vida íntima, pues, bajo esa apariencia prudente que l...