Desde muy joven, Kyoomi entendió lo que significaba ser parte de su familia: básicamente, hacer todo lo que le dijeran y no avergonzar a sus padres. Era casi como un contrato; si él mantenía las apariencias hacia afuera, sus padres no se entrometían en su vida.
Sin embargo, de repente, toda la atención se volvió hacia su familia justo cuando el abuelo anunció que se retiraba y que su padre sería el nuevo CEO de la empresa familiar. Para cualquier otra persona, eso sería la mejor noticia de su vida, pero para Kyoomi solo significaba más dolores de cabeza. En ese momento, en medio de la fiesta de retiro de su abuelo, se sentía atrapado en un mar de gente que realmente no le interesaba conocer.
"¿Cuántas horas faltan para que se acabe esto?" pensó, mientras le daba otro trago a su bebida.
—¿Ya estás pensando en huir? —preguntó su primo Komori, quien se había sentado a su lado derecho.
—Solo intento calcular cuántas horas son aceptables para escapar de esto —respondió Kyoomi, frotándose los ojos con frustración.
—¡Oye! Llevas tres horas, eso es un récord —dijo Komori, utilizando el mismo tono entusiasta que siempre empleaba para burlarse de él. —No te preocupes, ya están empezando a sacar las botellas de sake; no pasará mucho tiempo antes de que estén lo suficientemente intoxicados como para no notar tu ausencia.
—No soporto otras dos horas de señoras presentándome a sus hijas. Es muy incómodo cuando intentan hacer plática conmigo.
—Es tu culpa por llevar el apellido Sakusa.
Kyoomi suspiró, sintiendo que el peso de la tradición caía sobre él.
—Yo esperaba que, cuando mis dos hermanos se casaran y tuvieran hijos, me dejaran en paz.
—¿De qué hablas? Si todas se mueren por una oportunidad con el puesto #3 de los solteros más codiciados —comentó Komori, dándole un codazo en el brazo.
—Nunca me vas a dejar olvidar eso, ¿verdad? —Kyoomi dijo con un tono desesperado, maldiciendo aquel artículo de revista.
—No, es mi deber —se burló Komori, pero su sonrisa se desvaneció al cruzar la mirada con alguien al otro lado del salón—. Okay, me voy antes de que tu papá piense que te estoy mal influenciando.
—Sí, no vuelvas si no es para sacarme de aquí.
Media hora más fue suficiente para agotar la paciencia de Kyoomi. Tenía que encontrar una manera de salir de allí. Las conversaciones a su alrededor se convirtieron en un murmullo distante mientras evaluaba sus opciones. La puerta principal era demasiado obvia, y el jardín estaba lleno de gente. Quizás la puerta de servicio sería la mejor opción.
Se dirigió hacia la cocina, donde los meseros acomodaban los últimos detalles para retirarse. Algunos lo miraron extrañados, hasta que un chico uniformado con cabello oscuro y ojos verdes se acercó.
—¿Necesita algo, señor? —preguntó el chico.
—Si me llevas a mi departamento, te pago —dijo Kyoomi, tratando de no sonar como loco. —Mi abuelo es el dueño del lugar, prometo que no te meterás en problemas.
El chico, un poco sorprendido, asintió.
—Afuera está nuestra camioneta, venga conmigo.
—¡Gracias! —Kyoomi sonrió y se dirigió hacia afuera, donde encontró a otros dos chicos idénticos, vistiendo el mismo uniforme. La única diferencia era el color de su cabello: uno tenía el cabello teñido y el otro era castaño.
—¿Qué es esto...? —empezó a decir uno de ellos, visiblemente molesto.
—El señor Sakusa necesita un ride —dijo el chico de ojos verdes, enfatizando el apellido de Kyoomi, lo que cambió de inmediato la actitud de los otros.
—Claro, súbase —respondió el rubio casi emocionado.
Kyoomi asintió y se subió a la parte trasera de la camioneta, cubriéndose con uno de los manteles que había allí para evitar ser visto por la seguridad. Poco después, sintió cómo la camioneta se movía. Su corazón comenzó a acelerarse cuando pasaron por el filtro de seguridad del lugar, pero, para su suerte, todo salió conforme al plan.
Después de un rato, se atrevió a salir de su escondite.
—Gracias, no tienen idea del gran favor que me han hecho —dijo Kyoomi, aliviado.
—Al contrario, gracias a ti —respondió el chico teñido con una sonrisa que le pareció un tanto aterradora, lo suficiente como para alertar a Kyoomi de que algo no estaba bien.
—Emmm... ¿pueden dejarme en la calle principal? Desde ahí puedo pedir un taxi —intentó disimular la incomodidad que sentía, o quizás era miedo.
Los chicos se rieron, y eso confirmó las sospechas de Kyoomi. De repente, el otro gemelo castaño se levantó de su asiento y se acercó a él. Sintió un golpe en el cuello y, aunque intentó forcejear, su cuerpo se volvió pesado y sus ojos se cerraron hasta perder el conocimiento.
Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que estaba en un lugar extraño, una habitación gris y oscura con ventanas pequeñas. Se levantó como pudo; su cabeza todavía daba vueltas, pero tenía que encontrar la forma de salir. Revisó las ventanas de aquel frío cuarto, que no se veía nada limpio, pero no había tiempo para pensar en eso. Intentó todo lo que sabía: gritar, abrir las ventanas, pero era imposible. No pasó mucho tiempo antes de que se diera cuenta de que era inútil...
¿Por qué le estaba pasando esto? Las preguntas giraban en su cabeza y lo paralizaban tanto que no se dio cuenta de cuando uno de sus secuestradores entró.
—Ah, ya despertaste —dijo el chico, el mismo de la sonrisa burlona y el cabello teñido.
—¿Qué quieren de mí? ¿Dinero? Habla con mi papá; él les puede dar lo que necesiten —dijo Kyoomi, intentando disimular el miedo que sentía.
—Aww, gracias por la oferta, pero ya es muy tarde —el chico dejó lo que traía en una silla cerca de la cama—. Eres más joven de lo que pensé.
—¿Dónde estamos? ¿Qué es esto? ¿Me quieren hacer daño?
—Tranquilo, no haremos nada que tú no quieras —dijo el chico, mirándolo de manera insinuante, lo que hizo que Kyoomi se asustara e intentara correr hacia la puerta.
—Tierno, no me hagas sedarte otra vez.
—¡Déjame ir! —gritó Kyoomi, entre desesperado y molesto.
—¿Tan rápido te quieres ir? si a penas nos estamos conociendo.
—Es en serio, mi familia puede darte lo que quieras.
—¿Crees que no sé eso? Eres el siguiente en la línea después de tu padre.
—¿Qué? —Kyoomi se extrañó al escuchar eso—. Ese es mi hermano mayor, Kento.
Por primera vez, el chico se quedó sin palabras, tratando de procesar lo que Kyoomi había dicho. No era posible...
—Yo soy Sakusa Kyoomi, idiota.
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Cazarrecompensas
Fanfiction-¿Estás loco? -preguntó Osamu, sacudiendo la cabeza con incredulidad. -En todo el tiempo que llevo conociéndote, jamás pensé que nos meterías en algo tan estúpido -replicó Suna. -¡Estúpida la cantidad de dinero que nos van a pagar si lo conseguimos...