"Seducir a la exnovia de mi hijo, que a su vez es la hija del hombre con el que mi esposa me fue infiel, nunca estuvo en mis planes, pero ahora sí y me aseguraré de que todos paguen por lo que me han hecho".
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Venganza. Es lo único que quiere Mich...
El deseo prohibido es una llama que arde en lo más profundo del ser, oculto bajo mantos de autocontrol y moralidad, pero imposible de extinguir por completo. Es una seducción que no sigue las reglas, que desconoce los límites y que se alimenta de todo aquello que está más allá del alcance. Cuanto más se intenta reprimir, más intensa se vuelve, como si cada momento de autocontención solo sirviera para avivar el fuego.
No se trata solo de atracción física; el deseo prohibido es un anhelo profundo por lo inalcanzable, por lo que se sabe que no puede o no debe ser. Es la piel que se eriza al sentir una mirada furtiva, el latido acelerado ante la mera cercanía del otro. Cada encuentro, por fugaz que sea, está cargado de electricidad, como si el aire mismo estuviera impregnado de la tentación que ninguno de los dos puede ignorar.
Es una batalla interna, entre lo que el corazón desea y lo que la razón dicta. Sabes que ceder a este deseo significaría romper las reglas, cruzar líneas que no deberían tocarse. Pero la prohibición misma lo hace aún más tentador, y el abismo entre lo permitido y lo anhelado parece estrecharse con cada momento compartido. La moral, las consecuencias, todo se desvanece en la urgencia del deseo. En esos momentos, la única verdad es el anhelo, la necesidad apremiante de lo que se ha negado.
"Y es entonces, en la oscuridad de los pensamientos no confesados, cuando el deseo carnal se convierte en una obsesión". Cada movimiento del otro, cada palabra pronunciada, parece una invitación disfrazada, un desafío que susurra promesas de lo prohibido. Pero es una promesa peligrosa, que amenaza con destruirlo todo si se cumple.
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