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Samantha

Cuando las puertas del ascensor finalmente se abrieron, salí apresurada, casi corriendo, y me dirigí a la puerta principal del edificio para esperar a mi Uber. Necesitaba aire, espacio para pensar, pero sobre todo, huir de esa sensación que me había dejado el inesperado encuentro con Alan.

Una vez dentro del coche, solté todo el aire que ni siquiera sabía que había estado reteniendo. El nudo en mi pecho empezó a deshacerse, pero mi mente no dejaba de dar vueltas.

Hice 20 minutos de camino al supermercado, pero esos 20 minutos fueron una tortura. Mi cabeza estaba llena de preguntas que no tenía a quién hacerle. ¿Seguirá Alan teniendo mi cara tatuada en su brazo? ¿Habrá borrado el tatuaje que compartimos juntos? ¿Tendrá novia o estará saliendo con alguien? Cada pensamiento me atacaba sin piedad, uno tras otro. No quería pensar en él, pero era inevitable. Había sido mi primer amor, la relación que creí que duraría para siempre, y ahora, sin previo aviso, ahí estaba, apareciendo de nuevo en mi vida.

Antes de mudarme a Guadalajara, me despedí de su familia. Fue difícil, especialmente por lo unida que había estado con ellos durante todos esos años. Pero lo más complicado fue la conversación con Valeria, la hermana mayor de Alan. Ella insistía en que tenía que hablar con él, que teníamos asuntos sin resolver. "Samantha, deben aclarar las cosas, no puedes huir siempre", me repetía una y otra vez. Me sugería que le diera una nueva oportunidad, que quizá todavía había algo entre nosotros.

Flashback

—Val, ya te dije que no. Lo nuestro se terminó, tu hermano me dejó  —le dije, mientras jugaba con Lucca, su hijo de un año y medio, quien reía a carcajadas mientras trataba de agarrar mi pelo.

—Pero, Sam, tú lo conoces. Alan es terco, pero todavía te quiere. Lo noto cada vez que te menciona. Él no va a hacer nada si no das el primer paso.

Lucca seguía riendo mientras yo lo balanceaba en mis brazos y nos tomábamos fotos. Intentaba distraerme con su inocencia, pero las palabras de Valeria calaban hondo. Alan había sido mi mundo durante tanto tiempo, pero las heridas de nuestra separación seguían abiertas, al menos para mí.

—Val, no es tan fácil. Fueron muchas cosas... además, ¿cómo sabes que él siente lo mismo? Si el fue quien no se veía a futuro conmigo—respondí, evitando su mirada.

Valeria suspiró y se acercó a mí, acariciando suavemente la cabeza de su hijo.

—Porque lo conozco, Sam. Y porque me lo ha dicho. Por favor, no te cierres a la idea de, al menos, hablar con él. Eso es lo que necesitas, una conversación sincera, sin rencores.

No respondí. Solo seguí jugando con Lucca, tratando de ignorar las palabras de Valeria, aunque sabía que tenía razón. Pero el miedo a revivir el dolor me paralizaba.
Sam and Lacca

Fin del flashback

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Fin del flashback

El coche se detuvo en el supermercado, y agradecí que al menos durante ese trayecto la lluvia no había comenzado. Me bajé del Uber y entré al súper, agradecida de que estuviera casi vacío. Al menos eso me permitiría hacer mis compras en paz. Tenía una lista preparada, pero mientras recorría los pasillos, me detuve en cada uno para ver si había algo más que necesitara. Pronto la lista quedó completamente tachada, y me sentí un poco más aliviada de estar cumpliendo con algo concreto, algo que podía controlar.

En medio de mis compras, giré hacia uno de los pasillos y vi a Guti, un viejo conocido, caminando hacia mí. No éramos cercanos, pero su esposa, Jacqueline, había sido mi amiga cuando nos conocimos en selección gracias a mi hermano y a Linda Villanueva esposa se Jorge Sánchez que fue quien me presto con ella  . De repente, una voz me llamó la atención.

—¿Sam? —dijo una voz femenina, sorprendida.

Era Jacqueline. Me quedé mirándola por un segundo antes de sonreír y caminar hacia ella.

—¡Jac! No esperaba verte aquí —respondí, realmente sorprendida.

Nos abrazamos brevemente, y enseguida comenzamos a ponernos al día.

—¿Qué haces aquí en Guadalajara? Pensé que seguías en la Ciudad de México —preguntó.

—Me mudé hace poco. Cosas de trabajo y, bueno, quería un cambio de aires —respondí, tratando de sonar despreocupada.

—¡Qué coincidencia! Nosotros también nos mudamos hace un par de meses. Guti está jugando en chivas, así que ya sabes, la vida del futbolista —dijo, riendo.

Charlamos un rato más sobre nuestras vidas, el fútbol y lo rápido que todo cambia. Nos pusimos de acuerdo para vernos pronto y seguir poniéndonos al día. Me alegraba haberla encontrado; Jacqueline siempre fue una buena amiga, alguien con quien podía hablar de casi cualquier cosa.

Cuando finalmente me dirigí a pagar, el cielo empezó a tronar. Los primeros sonidos de la tormenta hicieron que mi corazón latiera un poco más rápido. No me gustaban los truenos, nunca me habían gustado, y el solo hecho de escuchar uno me ponía los nervios de punta. Mientras mis cosas pasaban por la banda de la caja registradora, empecé a pedir un Uber. Por suerte, lo aceptaron de inmediato, aunque tendría que esperar unos cinco minutos.

Terminé de pagar y le di una generosa propina al empacador, un señor mayor que me agradeció con una sonrisa. Salí del supermercado y vi que mi Uber ya estaba esperándome en la puerta. Me subí rápidamente después de acomodar las bolsas en la cajuela. La lluvia estaba empeorando, y el trayecto de regreso a mi departamento, que normalmente hubiera tomado más tiempo, fue de apenas quince minutos.

Cuando el Uber se detuvo, noté que había demasiados carros afuera del edificio, lo que significaba que tendría que caminar un buen tramo bajo la lluvia. Me bajé apresurada, con más de tres bolsas pesadas en cada mano. Corrí hacia la entrada del edificio, empapada y con el cabello pegado a la cara. El guardia me miró con algo de pena, como si quisiera ayudar pero no supiera cómo.

—Déjame ayudarte —dijo una voz familiar a mis espaldas.

Me giré y vi a Fernando Beltrán, el mismo Fer que me había encontrado en el elevador antes. Sonreía mientras tomaba dos de mis bolsas sin esperar respuesta.

—Gracias —le dije, tratando de recuperar el aliento mientras él llamaba al ascensor.

Las puertas se abrieron y entramos juntos. Subimos en silencio, el sonido de la lluvia golpeando el techo del edificio siendo lo único que se escuchaba.

Hilo Rojo- Alan Mozo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora