Capitulo 2

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Rivales

Me encontraba contemplando mi hermoso reflejo mientras me terminaba de maquillar, sonriendo al ver lo linda que me encontraba. Eché otro vistazo para ver cómo me quedaba ese vestido y los zapatos que hacían contraste con él.

— Adiós, Snow, no rompas nada, te amo — me despedí rápido para salir en busca de una librería; era muy temprano.

Podía caminar tranquila, contemplando lo hermoso que era la naturaleza. Había traído mi cámara para tomar fotos que quedarían como recuerdos luego.

Me concentré más en tomar fotos que no me había dado cuenta de que ya había llegado a la librería. Respiré aire fresco para después sentirme en calma; le tomé fotos a las flores y a la librería. Me propuse entrar. Al hacerlo, una campanita sonó, indicando que alguien había entrado, o sea, yo. Me sobresalté al escuchar el sonido, y mis manos empezaron a temblar por los nervios.

— Hola, niña bonita — dijo una señora canosa de edad pasada de los cincuenta. Yo forcé una sonrisa para no ser mal educada.

— Hola.

Caminé hacia los estantes de libros y me fui al romance; había tanto libros que estaba muy ansiosa por descubrir más. Coloqué mi dedo para buscar “La Teoría de Kim”. Sí, eso me dejaría en depresión, pero aún así lo leería.

— Buena elección — sonrió ampliamente, mostrando sus dientes.

— ¿Lo ha leído? — le pregunté con delicadeza, mostrando mi lado ansioso e intrusivo. La señora asintió con esa sonrisa nostálgica, mostrando su trauma en su rostro.

— Debe de ser muy bueno — observé el libro alegre. Terminé pagando, despidiéndome de la señora y saliendo para irme a verme con Lisa.

Me había concentrado tanto en los libros y en la naturaleza que se me había olvidado de la hora; salí corriendo, tropezando con personas (sin querer hacerlo), pero jamás me iba a detener. Llegué al lugar dónde había un poco de personas; mis pelos parecían fuego en acción. Lo peiné mientras miraba a los lados buscando a la niña.

Maldecí muchas veces al no ver a la niña ni al muchacho. Sentí unos pequeños brazos en mi cintura y sonreí al saber de quién se trataba.

— Hola, preciosa.

— Hola, señorita bonita.

Sonreí al escuchar ese lindo apodo; le repartí besos por todo su rostro.

— Hola, señor maleducado — saludé con mi mano.

— Hola, señora despistada — bufó.

— Ustedes se llevarán bien… — dijo la niña con una risa de complicidad.

— Nunca — repetimos los dos.

— Ok. Vamos, sube al auto, Esther — dijo el pelinegro con esa voz gruesa y ronca.

Subí al auto con la niña; ella estaba enfocada en mirar mis acciones. Saqué un libro porque ese silencio rotundo me perturbaba. Lisa me preguntó por el libro que iba a iniciar a leer; le comenté sobre lo que iba a leer, observé esos lindos ojos cristalizarse por lo dicho.

Le comenté de los demás libros, metiendo “Damián de Alex Mirez”. Ella entró en muchas dudas y curiosidad por ese libro. Además, escuchaba atenta sobre cada dato y respuesta.

— ¿En serio le dio de obsequio un conejo muerto? — La niña se rió; yo también me reí por su linda inocencia.

Me pareció muy extraño que se lo tomara normal o no le diera asco por la conversación tan asquerosa delante de cualquier persona.

Intruso [En curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora