VII: Caída Libre

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«¡Por dios! ¿Qué es esto? ¿Una especie de escalera al cielo?».


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Seowoo odiaba los hospitales casi tanto como odiaba las alturas.

Odiaba el olor a desinfectante que se adhería a todo, el zumbido constante de las máquinas y el murmullo apagado de conversaciones que nunca traían buenas noticias. Pero sobre todo, odiaba cómo cada pasillo, cada sala de espera y cada rincón estéril le recordaba a su madre.

Do Minyoung había sido el tipo de persona que llenaba una habitación con su presencia, no por ser ruidosa o extravagante, sino por la calidez que irradiaba. Incluso en sus últimos días, consumida por el cáncer que finalmente la venció, su madre había mantenido esa aura de serenidad que siempre la caracterizó. Seowoo recordaba cómo, incluso postrada en la cama del hospital, su madre encontraba fuerzas para sonreírle y para asegurarle que todo estaría bien.

"Eres más fuerte de lo que crees, mi pequeño lago", le había dicho su madre en uno de sus últimos momentos de lucidez.

Seowoo nunca había entendido realmente a qué se refería su madre con eso de ser un "lago". Siempre se había sentido más como un charco turbio, insignificante y fácil de ignorar. Pero su madre insistía en que había una fuerza tranquila en ella, una profundidad que los demás no podían ver a simple vista.

Había algo en Junghee que le recordaba a su madre. No era un parecido físico, ni siquiera en la forma de actuar. Era algo más sutil, más profundo. Tal vez era la manera en que Junghee la miraba, sin expectativas ni juicios.

De cierta forma, aquella sensación cálida que Junghee le provocaba, también la había sentido con Jungkook. Su conversación en la biblioteca el día anterior la había sorprendido, no solo por lo cómoda que se había sentido, sino por lo fácil que había sido abrirse, aunque fuera un poco. Quizás, pensó Seowoo, aquella calidez venía de familia.

Pero en aquel momento, lejos de sentirse cómoda, Seowoo estaba jodidamente asustada.

El sonido seco de un cuerpo cayendo al suelo resonó en la pequeña sala de extracción, haciendo que el corazón de Seowoo se detuviera por un instante. Ver a Jungkook desplomarse frente a ella le hizo recordar, con dolorosa claridad, aquella fatídica noche en que su madre colapsó en la cocina. Esa noche que desencadenó su peor pesadilla, el principio del fin.

El pánico amenazó con apoderarse de ella, sus manos comenzaron a temblar y sintió cómo el aire se le escapaba de los pulmones. Por un momento, ya no estaba en el hospital, sino de vuelta en su casa, viendo a su madre caer, impotente y aterrorizada.

—¡Jungkook! —El grito escapó de sus labios antes de que pudiera procesarlo.

La enfermera Lim ya estaba al lado de Jungkook, moviéndose con rapidez y precisión mientras Seowoo permanecía paralizada por la situación.

—Está bien, solo se ha desmayado —La voz de la enfermera sonaba distante, como si llegara a ella través de un túnel—. Es bastante común en personas que tienen fobia a la sangre o a las agujas.

Lentamente, como si estuviera despertando de un sueño, Seowoo comenzó a registrar su entorno. La aguja aún en su brazo y el rostro pálido de Jungkook contrastando con el blanco impoluto de las baldosas.

Como si un interruptor se hubiera activado, la parálisis que la mantenía inmóvil se disipó, reemplazada por una urgencia que no sabía que poseía. Sin ser plenamente consciente de sus acciones, Seowoo se incorporó de la silla de donación, mientras sus dedos, temblorosos pero decididos, buscaron la aguja en su brazo.

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⏰ Última actualización: Oct 05 ⏰

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