IV: La Dualidad Onda-Partícula

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«Púdrete, cavernícola».


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Jungkook jamás olvidaría la imagen de Do Seowoo en ese momento.

La salsa oscura del jajangmyeon dibujaba patrones abstractos sobre el rostro de Seowoo, deslizándose lentamente por su piel pálida. Algunos fideos se enredaban en su cabello como hilos oscuros, formando una grotesca maraña que goteaba sobre sus hombros. Y a sus pies, un libro abierto por la mitad y empapado de salsa completaba la desastrosa escena.

Jungkook se quedó paralizado, con sus ojos abiertos de par en par, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Su mente, normalmente ágil y llena de respuestas ingeniosas, estaba en blanco. Lo único que podía hacer era mirar fijamente a Seowoo, cuyo cuerpo había comenzado a temblar.

El silencio se rompió con el sonido de unas risitas ahogadas. Como si fuera una señal, la cafetería estalló en un coro de carcajadas y murmullos.

—Yo... lo siento mucho —balbuceó—. No quería... Déjame ayudarte.

Intentó dar un paso adelante, extender una mano hacia Seowoo, hacer algo, cualquier cosa para remediar la situación, pero antes de que pudiera alcanzarla, Hyerin intervino con un movimiento veloz. Su mano cortó el aire como un látigo, golpeando la de Jungkook y apartándola bruscamente.

—Creo que ya has hecho suficiente —espetó Hyerin, con una voz tan venenosa que hizo que Jungkook diera un paso atrás de forma instintiva.

Jungkook parpadeó, sorprendido por la mirada de Hyerin. Nunca nadie lo había mirado así, con tanto... ¿odio? No, era algo más. Desprecio, tal vez.

Fue entonces cuando Seowoo se movió. Con un gesto brusco, se quitó las gafas manchadas, y Jungkook vio cómo algunas lágrimas comenzaban a mezclarse con la salsa que resbalaba por su rostro, trazando un rastro agridulce por sus mejillas.

Y sin decir una palabra, la pobre chica salió corriendo.

—¡Seo! ¡Espera! —gritó Hyerin antes de salir corriendo tras su amiga.

Jungkook se quedó allí, en medio de la cafetería, con los restos del jajangmyeon esparcidos a sus pies, a un costado de su dignidad.

Sus ojos se fijaron en el libro arruinado de Seowoo, ahora convertido en un desastre de páginas empapadas y manchas de salsa. Con un suspiro de frustración que apenas se enforzó por contener, se agachó y levantó el libro del suelo.

Mientras sacudía las páginas en un intento metódico pero inútil de salvarlo, Jungkook trató de mantener la compostura. Sin embargo, su ceño se frunció ligeramente, más por la irritación de haber cometido un error tan evitable que por inseguridad. Se sentía como si fuera a explotar; por primera vez en mucho tiempo, no sabía qué hacer.

Alzó la mirada, buscando a sus amigos, mientras sus ojos recorrían la cafetería con un dejo de desesperación.

Taehyung observaba la escena con una sonrisa divertida que no llegaba a sus ojos, un gesto que Jungkook reconoció al instante.

Era la misma expresión que Jungkook había visto tantas veces en el rostro de Kim Haeung, la hermana de Taehyung. Los rasgos afilados, la mirada penetrante, incluso esa aura de superioridad que parecía emanar de ellos; eran un espejo el uno del otro, como si la naturaleza hubiera decidido duplicar su aparentemente infinito ego.

CEDENTE | j.jkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora