Narra Draco
La sala de menesteres se encontraba fría, como todos los días, pero no era eso lo que me congelaba en ese momento, si no, algo peor: el peso de la culpa, el peso de cada decisión tomada hasta aquí, el peso de cada palabra que debería decir y no me animaba.
El tiempo que paso solo aquí y en la escuela en general ya dejó de ser por elección y pasó a ser por miedo, miedo a poner en peligro a la gente que me rodea, miedo a que algo les pasara. Había incluso dejado el equipo de quidditch, algo que nunca me imaginé que haría.
¿Y todo para qué?
El estúpido armario evanescente seguía sin funcionar correctamente. Había puesto cosas en su interior más de una vez, y, mayormente, nada pasaba. O las cosas desaparecían sin volver o, directamente, no pasaba nada. Mientras más tiempo trato de repararlo, siento que menos lo entiendo. El tonto hechizo que debía pronunciar para que funcione no parecía hacerlo, al menos no la mayoría del tiempo. Había incluso probado con un ave, ¡una pobre ave! Quien apareció muerta luego de haberse desvanecido para aparecer vaya uno a saber dónde, porque tampoco podía comprobar que estuviera llegando a donde debería llegar.
No había querido pensar en qué pasaría si no lograba repararlo, algo que mis padres me habían encomendado hacer, pero, de igual modo, estaba seguro de lo que haría: el señor tenebroso dañaría a mi familia, mis amigos, y, como si eso no fuera también suficiente, estaba seguro de que se metería con Ángeles. Pero no conmigo. Haría que pudiera ver todo.
Ángeles.
Ella estaba logrando todo lo que se le pidió. Logró acercarse al profesor Slughorn, quien la invitó a formar parte de su club de buenos alumnos o como mierda sea que se llame eso. A decir verdad, el profesor estaba fascinado con ella, ¿y quién no lo estaría? Era buena en pociones, muy buena, además de ser carismática y alegre la mayor parte del tiempo, algo que ni aún intentando podría lograr, menos ahora. Logró así ir a la cena de los estudiantes en el despacho del profesor para luego ser invitados nuevamente a una cena de navidad donde distintas personalidades importantes del mundo mágico se harían presentes, algo que podría sernos de gran utilidad si sabemos aprovecharlo; no sólo por todo esto, sino por el futuro, ¿no?
Ángeles me había invitado a la cena, ya que Slughorn les dijo que podían llevar a alguien como cita y, además, sabía que él mismo le había sugerido expresamente que me llevara a mí, sabiendo la cantidad de contactos que tiene mi familia. Sin embargo, no le había dicho nada a Ángeles sobre si iría o no, lo único que pude hacer fue cambiar de tema y evitarla como lo había estado haciendo hace semanas. No quería estar cerca de ella, más bien, no quería que ella esté cerca de mí.
No disfrutaba de hacer esto, al contrario. Todo el tiempo me preguntaba qué pasaría si ella se cansara de mí, si decidiera no esperarme más o, simplemente, si algún día dejara de quererme y decidiera mandar al carajo todo esto.
╰┈➤
- ¿Está todo bien, Draco? ¿Oíste algo de lo que te dije?
- Sí. Te escucho.
- Por favor, Draco... ¿Qué está pasando contigo? Te ves apagado. Ya ni siquiera te ríes de mis chistes malos ni te avergüenzas de que cante en público, ni siquiera me miras cuando te hablo... Estoy preocupada. Tú me preocupas.
- Tengo otras cosas por las que preocuparme ahora, Ángeles.
- Draco...
- ¿Por qué no hablas con Nott?
- Porque no es él quien me preocupa, Draco. Eres tú.
- ¿Por qué no simplemente me dejas en paz?╰┈➤
Ella tenía razón, yo era un cobarde. Me lo había dicho antes, aquella vez que la encontré en la sala de menesteres con Potter y sus amiguitos.
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Un millón de razones ⌇ Draco Malfoy
Fanfiction- ¿Aún después de lo que te hice? - Sí, Draco... Aún después de lo que me hiciste. Ángeles va desde Castelobruxo a Hogwarts con dos advertencias: tener cuidado y mantenerse alejada de los Malfoy, después de todo, su madre, Amelia Crouch, la hermana...