Prólogo

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El otoño en New Haven teñía las antiguas paredes de la Universidad de Yale con matices dorados y rojizos. A lo lejos, las campanas de la torre resonaban con un eco suave que se deslizaba por los pasillos del campus, donde hombres y mujeres de diferentes latitudes se reunían con un propósito compartido: aprender, debatir y compartir sus visiones del mundo.




Entre la multitud de voces y rostros, algunas presencias destacaban, no por su volumen, sino por el peso de sus convicciones. Entre ellas, dos figuras caminaban a través del bullicio, cada una en su propia órbita, pero inevitablemente trazando círculos que, tarde o temprano, convergerían.




María Corina Machado Parisca y Michell Sophia Smith Morgado eran nombres que no necesitaban presentación dentro del programa de líderes. Cada una, a su manera, había dejado su marca en el mundo; cada una llevaba consigo historias de lucha, de resistencia, y de decisiones que habían dado forma a su trayectoria. Sin embargo, en medio del ajetreo de discursos y debates, ni una ni la otra habría podido prever que, en aquel escenario aparentemente diseñado para el intelecto, surgiría algo mucho más sutil.




Los días en Yale transcurrían entre conferencias, reuniones, y conversaciones en las que las ideas se enfrentaban como si fueran espadas en un duelo. Pero, a veces, las pausas entre las palabras dejaban espacio para pensamientos más profundos. En esos momentos de silencio, cuando el rigor de los compromisos profesionales se relajaba, era cuando las verdaderas conexiones se forjaban, invisibles a los ojos de los demás.




Lo que comenzó como una casualidad —un saludo formal, una coincidencia en la cafetería— pronto se transformó en algo que ninguna de las dos podía ignorar por completo. Sin prisas, sin grandes gestos, sus vidas comenzaron a entrelazarse en formas que ambas comprendían, aunque nunca lo mencionaran abiertamente. Yale era el lugar donde se forjaban líderes, pero también era un espacio donde lo inesperado podía encontrar su camino.




En ese rincón del mundo, rodeadas de intelectuales y profesionales de todas partes, María y Michell aprendieron que, a veces, las conexiones más profundas no necesitan etiquetas. Y que, en un entorno dedicado a grandes ideales, los pequeños momentos compartidos entre dos personas podían ser igual de trascendentales.




Sin embargo, ninguna de ellas sabía hasta dónde las llevaría ese camino compartido, ni cuánto cambiarían las reglas del juego al pasar los días.




Por ahora, el destino solo había comenzado a escribir las primeras líneas de una historia que ambas, sin saberlo del todo, ya estaban viviendo.

Can friends Kiss? [MCM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora