Capítulo 5: Realización.

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El auditorio principal de Yale estaba repleto. Michell estaba en el escenario, una de las ponentes principales en la conferencia titulada Activismo y Derechos Humanos. Su presencia magnética dominaba la sala, sus palabras fluían con facilidad, transitando entre anécdotas personales y análisis profundos. La audiencia estaba atenta, algunos tomando notas, otros absortos en el contenido.


—El activismo no se trata únicamente de la lucha pública —comenzó Michell, su tono lleno de convicción—. Hay algo más que agitar banderas o dar discursos ante multitudes. Se trata de transformar realidades desde las sombras, conectando con las personas invisibles, esas cuya vida depende de mantener el perfil bajo, de sobrevivir, mientras nosotros luchamos en su nombre.


Desde su asiento en la tercera fila, María Corina la observaba con un interés particular. Conocía ese tono, lo había escuchado antes en conversaciones más privadas, cuando Michell bajaba la guardia lo suficiente para dejar entrever su cansancio, pero también su compromiso inquebrantable. Tomó notas breves, pero su atención estaba más en los movimientos de Michell, en el lenguaje corporal que ella misma ya comenzaba a leer demasiado bien. A medida que avanzaba la charla, las miradas entre ambas se cruzaron más de una vez, cargadas de algo no dicho pero profundamente entendido.


Michell continuó, sin perder el ritmo.


—El activismo, especialmente en contextos como el nuestro, es un proceso de resistencia, no solo física, sino también emocional. You learn to hide in plain sight. A veces, es necesario ser invisible para sobrevivir. Los derechos humanos son un campo minado, y no siempre podemos avanzar de frente. Tenemos que aprender a tejer redes, a trabajar desde dentro de los sistemas, incluso cuando esos sistemas parecen estar en nuestra contra.


El público asintió, muchos tomando en serio el desafío que Michell planteaba. Pero para María, sus palabras tenían un peso diferente. Cada declaración resonaba de manera personal. Ambas sabían que sus luchas eran similares, aunque desde frentes distintos. Michell, desde su activismo más directo, y María, desde su manejo político en contextos complejos. Sin embargo, había algo más en juego entre ellas en esos momentos.


Michell hizo una pausa, sus ojos buscaron brevemente a María antes de continuar. Parecía un gesto casual, pero la conexión entre ambas era ineludible, y lo que había comenzado como una tensión contenida se volvía más palpable con cada intercambio de miradas. No era ya el nerviosismo del primer contacto físico, ese beso que habían compartido en la biblioteca semanas atrás, sino algo más constante, una corriente que fluía entre ellas y que ahora trataban de manejar en espacios públicos, con mucho más en juego.


—El activismo requiere sacrificios constantes —continuó Michell—. Y en muchos casos, no solo son sacrificios personales. A veces, arrastramos a nuestras familias, a nuestras amistades y a quienes amamos, sin darnos cuenta del peso que les ponemos sobre los hombros. Pero así es el trabajo por los derechos humanos: it's messy, it's dangerous, and it's worth every risk.


El público se mantuvo en silencio, absorto en la intensidad de sus palabras, mientras Michell hacía una pausa final, dejando que el eco de su discurso se asentara en el aire. María cruzó los brazos, intentando proyectar un aire de profesionalismo, pero dentro de ella, esa mezcla de culpa y atracción seguía creciendo. Sabía que lo que sentía por Michell no se limitaba a admiración profesional. No después de aquel primer beso. Pero también sabía que, por mucho que quisiera mantener el control, cada vez que Michell estaba cerca, ese control se desvanecía lentamente.

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⏰ Última actualización: Oct 21 ⏰

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