Nadie se acuerda de ella.

221 25 2
                                    

02 de marzo, 1994


El viento cálido de septiembre me roza la cara mientras camino hacia la preparatoria. El sonido de los autos y las voces de los estudiantes se mezclan con el eco de mis pensamientos, esos que han cambiado tanto en el último año. Hoy es lunes, empieza de nuevo la semana, pero sé que las cosas ya no son como antes. Hace un año, todo dio un giro inesperado, y nada volvió a ser igual.

Mis antiguos "mejores amigos" ya no están. Después de aquella noche, supe que jamás podría confiar en ellos de nuevo. Lo que hicieron fue imperdonable. Pero, curiosamente, ahora me encuentro con personas con las que nunca pensé que me llevaría. No son el tipo de chicos con los que solía juntarme, pero hay algo en ellos que me resulta... real. No necesito fingir ni estar a la altura de expectativas imposibles. Con ellos, soy simplemente yo, aunque todavía me cueste descubrir quién es esa "yo".

Camino por los pasillos llenos de estudiantes, intentando no pensar en lo que era mi vida antes. Aunque la mayoría me sigue viendo igual, como si nada hubiera cambiado, yo sé que soy otra persona. He aprendido a sonreír de manera diferente, a pasar desapercibida entre la multitud, aunque en el fondo, la herida sigue ahí.

Elena caminaba directo a su salón mientras en su Walkman resonaban las distorsiones crudas de In Utero, el álbum que la había acompañado en sus días más oscuros desde su lanzamiento el año pasado. Nirvana se había convertido en su refugio, el único lugar donde las emociones que llevaba dentro podían desbordarse sin barreras.

Sabía que las miradas la seguían, pero ya no le importaban. Sabia que las miradas y los malos comentarios no se irían, hiciera lo que hiciera. Pero ahora, mientras sus botas rechinaban en el piso del pasillo, sólo quería pasar desapercibida. Su mirada estaba perdida, cada paso la alejaba más del presente, de los murmullos que la rodeaban. Su alrededor se oscurecía lentamente, como si el mundo se estuviera apagando con cada paso que daba.

De repente, algo la sacudió. Un sobresalto la recorrió de pies a cabeza cuando sintió a alguien pegarse a su costado. Su corazón dio un salto y casi dejó caer el Walkman de sus manos. Estaba a punto de girarse, cuando escuchó una voz familiar y relajada que la devolvió al mundo.

—Hey, ¿en qué planeta andas? —dijo Alex, sonriendo mientras la miraba de reojo.

"Es solo Alex", se dijo a sí misma, soltando el aire que había contenido sin darse cuenta. Aunque él no formaba parte de su antiguo círculo, en el último año se había convertido en uno de esos pocos en los que podía confiar. Sin pretensiones, sin expectativas.

— Hola — contestó Elena, devolviendo la sonrisa que parecía relajada pero estaba acompañada de esa chispa juguetona que siempre la caracterizaba. — Estaba pensando en... — hizo una pausa dramática, dejando que Alex se retorciera un poco en su impaciencia. — Absolutamente nada. — Y con esa confesión, estalló en una risa ligera, disfrutando de la broma.

Alex, sin embargo, no estaba tan divertido como esperaba, y antes de que Elena pudiera reaccionar, sintió un suave golpe en la cabeza, seguido de una voz desconocida que la sobresaltó:

— ¡Hey, se te cayó esto! — dijo un chico, mostrándole una pequeña bolsita de papel arrugada.

Elena levantó la mirada, algo confundida, y luego giró hacia Alex, notando su expresión avergonzada.

— Eres un tonto, Alex — comentó entre risas, negando con la cabeza. Volteó hacia el chico desconocido, quien le devolvió una sonrisa un tanto tímida.

— Muchas gracias — agradeció Elena con sinceridad, pero fue Alex quien tomó la palabra.

— Sí, gracias, de verdad. El 90% de los de la escuela se lo hubieran quedado.

Abrázame - Nadie nos va a extrañarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora