Nadie escapa del caos.

116 12 1
                                    

Nadie podía imaginar lo que se escondía detrás de la fachada perfecta de la familia Carillo. Desde afuera, era fácil ver la opulencia, los coches de lujo y el estilo de vida que definía a Elena. Pero en el interior de su casa, el ambiente era tenso. Las voces de sus padres se alzaban en un coro de reproches, mientras ella intentaba ignorar la creciente angustia que la envolvía.

— ¡No puedo creer que hayas gastado tanto dinero en eso! — gritó su madre, su voz resonando por el pasillo.

— Es mi dinero, y puedo hacer con él lo que quiera! — respondió su padre, con la frustración a flor de piel.

Elena se encontraba en su habitación, frente al espejo. Intentó concentrarse en su reflejo, en los labios pintados de un vibrante color fresa y en su cabello cuidadosamente peinado. Se puso una blusa de encaje blanco y una falda corta junto sus zapatillas negras, todo en tonos que la hacían sentir segura, como una armadura contra el caos familiar. Pero, a pesar de su apariencia, su corazón se sentía pesado. El eco de las peleas entre sus padres resonaba en su mente, ahogando su emoción por la noche que tenía por delante.

—¡No puedes seguir ignorando esto! —gritó su madre, y su voz temblaba con la tensión acumulada.

—No es mi culpa que tú no entiendas nada —respondió su padre, su tono frío como el hielo.

Elena cerró los ojos, intentando silenciar el ruido. Era una escena que había presenciado muchas veces, pero hoy, en lugar de convertirse en una simple sombra en la esquina de su mente, parecía envolverla por completo. Caminó hacia la puerta, decidida a escapar de aquel ambiente tenso y asfixiante.

Mientras se miraba una vez más en el espejo, su mente divagó hacia la última conversación con Memo, "Tienes un brillo en tus ojos". Se preguntó si ese brillo siempre había estado allí o si solo aparecía cuando estaba con él. La confusión la envolvía, pero había algo en esa conexión que la hacía sentir viva, aunque solo lo conociera desde hacía unos días.

Al salir de su habitación, el ruido de los gritos se intensificó. Elena sintió una punzada en el pecho. Sus padres siempre habían sido una pareja poderosa en el exterior, pero ella sabía que tras la imagen perfecta había un abismo de problemas no resueltos. La idea de que su vida se desmoronara como un castillo de naipes la llenó de ansiedad. Elena se encontró con sus padres en la sala, ambos visiblemente alterados. La tensión en el aire era palpable, como un rayo listo para caer. "Nos vemos más tarde," dijo su padre de manera cortante, ignorando a su hija, como si fuera un simple mueble en la habitación.

Elena bajó la mirada y se apresuró a salir, sintiendo que cada paso que daba la alejaba un poco más de la vida que había soñado.

Mientras avanzaba, las letras de la canción que su Walkman reproducía la envolvían como un abrazo suave. Era extraño sentir tanto por alguien a quien apenas conocía, y sin embargo, ahí estaba, su corazón latiendo al compás de esa canción. ¿Por qué Memo le hacía sentir así? Cada nota le recordaba su fragilidad, su tristeza oculta, y cómo en su breve interacción había encontrado un refugio en su compañía. La gente a su alrededor se desdibujaba, y todo lo que importaba era ese sonido que resonaba en su interior.

En un cruce de calles, se detuvo un momento, permitiendo que la brisa le acariciara el rostro. Cerró los ojos y se dejó llevar por la música. En su mente, se preguntaba si Memo también sentía lo mismo. Si él, atrapado en su propio ciclo de mudanzas y soledad, había encontrado en ella un atisbo de esperanza. Era un sentimiento nuevo, casi incómodo, pero reconfortante al mismo tiempo.

Con un suspiro profundo, Elena continuó su camino hacia el videoclub, sabiendo que, al menos por ahora, había alguien más que podía entender su dolor. Y eso, en sí mismo, era un consuelo.

Abrázame - Nadie nos va a extrañarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora