Después de la tragedia que marcó la vida de Alex tras la pérdida de Nicol, él se sintió perdido y abrumado por el dolor. Sin embargo, con el tiempo, comenzó a buscar maneras de sanar y seguir adelante.
Un día, mientras asistía a un taller de fotografía en un centro comunitario, conoció a Sinai. Ella era una joven apasionada por el arte y la naturaleza, con una personalidad vibrante que iluminaba cualquier habitación. Desde el primer momento, Alex se sintió atraído por su entusiasmo y su forma de ver el mundo.
Sinai, al enterarse de la historia de Alex y Nicol, mostró una profunda empatía. A medida que pasaban más tiempo juntos, Alex comenzó a abrirse sobre su dolor y sus recuerdos de Nicol. Sinai lo escuchaba con atención, brindándole apoyo sin juzgarlo.
Juntos, comenzaron a explorar la ciudad, capturando momentos a través de la lente de sus cámaras. Sinai ayudó a Alex a redescubrir la alegría en las pequeñas cosas, y poco a poco, él empezó a sanar. Su amistad se convirtió en algo más, y Alex encontró en Sinai una nueva razón para sonreír.
A pesar de la tristeza que siempre llevaría en su corazón por Nicol, Alex aprendió que era posible encontrar la luz nuevamente y que el amor y la amistad podían surgir incluso en los momentos más oscuros.