El día siguiente al tumulto en la fiesta, María llegó a la escuela sintiéndose más ansiosa que nunca. La multitud de estudiantes, que antes le parecía un mar de caras desconocidas, ahora parecía un laberinto lleno de expectativas y juicios. Caminaba por los pasillos con la esperanza de que la jornada transcurriera sin problemas, pero el murmullo de rumores sobre su breve encuentro con Julián y la confrontación con Belén aún resonaba en su mente.A pesar de todo, cuando llegó a su casillero, se encontró con Tuli y Tais, quienes la recibieron con sonrisas amistosas.
—¡Hola, María! ¿Cómo te va? —preguntó Tuli, mientras acomodaba su mochila.
—Un poco nerviosa, la verdad. Ayer fue intenso —respondió María, recordando la mirada de Belén.
Tais se inclinó un poco, interesada.
—¿Te refieres a la fiesta? ¿Y a esa chica que se puso celosa? No te preocupes por ella. No es más que una drama queen —dijo Tais, levantando la vista con confianza.
María sonrió débilmente, sintiendo que un pequeño peso se levantaba de sus hombros.
—Gracias, chicas. Intentaré no dejar que me afecte —dijo María, sintiéndose un poco más segura.
Mientras caminaban hacia su aula, de repente se encontraron con Mauro, quien saludó a las chicas y luego se giró hacia María.
—Hey, tú eres la nueva, ¿verdad? —dijo Mauro, sonriendo de manera amistosa—. Me alegra que estés aquí. Tiago está organizando otra fiesta el próximo fin de semana. Deberías venir.
María sintió un destello de nerviosismo. Aunque la idea de socializar la atraía, también le preocupaba la posibilidad de volver a cruzarse con Belén.
—Gracias, puede que lo haga —respondió, intentando sonar animada.
De repente, escucharon la risa y los gritos de algunos estudiantes que se reunían cerca del patio. Se giraron para ver a Julián y Elián, quienes estaban rodeados de un grupo de chicos, riendo mientras mostraban lo que parecían ser productos que habían vendido en la escuela.
—Parece que están en su elemento —dijo Tuli, observando con admiración.
María miró a Julián desde la distancia, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Su sonrisa iluminaba el lugar, y por un momento, el caos del ambiente se desvaneció.
—¿Te gusta? —preguntó Tais, notando la dirección de la mirada de María.
—Es solo... que parece una buena persona —respondió María, un poco sonrojada.
A medida que la jornada escolar avanzaba, la noticia de la próxima fiesta de Tiago empezó a correr como la pólvora. Todos parecían emocionados y, aunque María aún se sentía insegura, decidió que asistir podría ser una buena oportunidad para establecer nuevas amistades.
Cuando llegó la tarde de la fiesta, se vistió con un vestido que la hacía sentir segura y decidió que, independientemente de lo que pasara, no dejaría que los rumores de Belén la detuvieran.
Al llegar a la casa de Tiago, el ambiente era festivo. La música vibraba en el aire y las luces parpadeaban, creando un ambiente cálido y acogedor. María se sintió un poco más cómoda al entrar, pero el nudo en su estómago persistía.
Mientras buscaba a Tuli y Tais, se encontró con Julián en el patio, quien la saludó con una sonrisa.
—¡Hola, María! Me alegra que hayas venido —dijo, acercándose a ella.
—Gracias. Quería intentarlo —respondió María, sintiendo que su corazón latía más rápido al estar cerca de él.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó Julián, guiándola hacia la mesa de bocadillos.
Mientras se servían un poco de refresco, el grupo de amigos de Julián se acercó. Tiago, Dante y Elián estaban allí, bromeando y riendo.
—¡Mira a la nueva! —dijo Tiago con una sonrisa—. ¡No te has perdido la fiesta! ¿Estás lista para divertirte?
María sonrió, sintiéndose cada vez más aceptada en el grupo. Pasaron un rato riendo y compartiendo anécdotas. Julián parecía estar más interesado en ella que en cualquier otra cosa, lo que la hacía sentir especial.
Sin embargo, a medida que la noche avanzaba, la puerta se abrió y Belén apareció, su mirada escaneando rápidamente la habitación. María sintió que el aire se volvía denso y que la tensión aumentaba.
—¿Qué hace aquí la chica nueva? —preguntó Belén con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, dirigiéndose a Julián—. Pensé que no te interesaban las perdedoras.
María se sintió incómoda y rápidamente miró a Julián, quien frunció el ceño, visiblemente molesto por la interrupción.
—No tiene que ver contigo, Belén. Está aquí para divertirse, igual que todos nosotros —dijo Julián, tratando de mantener la calma.
La tensión era palpable, y mientras Belén se alejaba, María sintió que el ambiente se volvía pesado. La presión de tener que encajar en el grupo y al mismo tiempo lidiar con la rivalidad de Belén la hacía sentir abrumada.
A medida que la fiesta continuaba, María decidió no dejar que Belén arruinara su noche. Se unió a Julián y los demás, riendo y disfrutando del momento. Sin embargo, la sombra de la celosía de Belén seguía acechando, y María sabía que debía estar preparada para enfrentar más conflictos en el futuro.
A pesar de las dificultades, María se sintió un poco más en casa. Con cada risa y cada mirada de Julián, su confianza crecía. Era solo el comienzo de un viaje que la llevaría a enfrentar no solo el mundo de la adolescencia, sino también la complejidad de las relaciones que se entrelazaban en su vida.