La semana después de la conversación con sus padres fue un torbellino de emociones para María. A pesar de que había encontrado cierto alivio al compartir su situación con ellos, la presión de ser una futura madre seguía latente en su mente. No podía evitar sentir que cada día estaba llena de expectativas y juicios, tanto de su familia como de sus compañeros de clase.María se había prometido a sí misma que tomaría las riendas de su vida y del futuro del bebé. Sin embargo, el secreto de su embarazo se había vuelto un peso difícil de llevar, y la idea de compartirlo con más personas la aterraba.
Un día, durante el almuerzo, María se encontró en la mesa con Tuli y Tais. Se sentaron juntas, pero María notó que había algo diferente en el ambiente. Las miradas de sus amigas eran serias, y había un aire de preocupación.
—María, hay algo de lo que deberíamos hablar —dijo Tuli, cruzando los brazos sobre la mesa.
María se sintió inquieta.
—¿Sobre qué? —preguntó, sintiendo que la ansiedad comenzaba a crecer en su interior.
Tais miró a Tuli y luego a María.
—Hemos estado hablando sobre cómo te sientes y... creemos que necesitas decirle a Julián sobre tus dudas. No puedes ocultarle lo que estás sintiendo —dijo Tais, su voz suave pero firme.
María sintió un nudo en el estómago. La idea de hablar con Julián sobre sus inseguridades y el futuro la aterrorizaba.
—Lo sé, pero no quiero preocuparlo más. Él ya tiene suficientes problemas con Román y lo de su madre. No quiero ser una carga más —respondió, sintiendo que la presión aumentaba.
Tuli tomó su mano.
—María, no estás siendo una carga. Estás lidiando con algo enorme. Es mejor que hables con él, que lo guardes para ti —dijo, su tono comprensivo.
María miró hacia abajo, luchando contra sus propias emociones. Sabía que Tuli tenía razón, pero la idea de abrirse completamente ante Julián la hacía sentir vulnerable.
Al día siguiente, después de las clases, María decidió que tenía que enfrentarlo. Buscó a Julián, quien estaba en su taquilla, conversando con Tiago y Dante.
—¿Podemos hablar? —preguntó, sintiendo que el miedo se apoderaba de ella.
Julián la miró y asintió, alejándose de sus amigos.
—Claro, ¿qué pasa? —dijo, su voz llena de preocupación al notar la seriedad en su rostro.
María sintió un nudo en la garganta.
—Quiero hablar sobre lo que estamos enfrentando. Sobre el embarazo —dijo, sintiendo que cada palabra era un esfuerzo monumental.
Julián frunció el ceño, comprendiendo que la conversación era importante.
—Está bien, hablemos. ¿Qué sientes? —preguntó, buscando su mirada.
—Estoy asustada, Julián. Siento que todo está cambiando tan rápido y que no estoy lista. A veces, me pregunto si realmente quiero tener este bebé. Me preocupa lo que eso significará para nosotros, para nuestras vidas —admitió María, sintiéndose vulnerable.
Julián la miró con comprensión, asintiendo lentamente.
—Es natural sentirte así. Esto es un gran cambio. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, sin importar lo que decidas —dijo, su tono lleno de sinceridad.
—Pero, ¿y si no puedo ser una buena madre? ¿Y si arruino todo? —preguntó María, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a asomarse.
Julián la tomó de la mano.
—No estás sola en esto. Estamos juntos en esto, y vamos a aprender a medida que avanzamos. Lo importante es que estés segura de lo que deseas —respondió, intentando tranquilizarla.
En ese momento, mientras hablaban, un grupo de estudiantes pasó cerca de ellos, y María sintió cómo los rumores volvían a arremeter contra ella.
—¿Sabes qué? —dijo, su voz un poco más firme—. Quizás debería contárselo a mis amigas, a Tuli y Tais. Necesito apoyo, y ellas han estado ahí para mí. Pero no sé si puedo soportar más juicios.
—Eso puede ser una buena idea. Tienes un gran apoyo, y no tienes que enfrentar esto sola. Cuanta más gente lo sepa, más fácil será —dijo Julián, alentándola.
María decidió que debía hablar con Tuli y Tais y contarles lo que estaba sintiendo. Sabía que necesitaba más apoyo, especialmente con las dudas que la atormentaban.
—Gracias, Julián. Te prometo que hablaré con ellas. Esto ha sido más difícil de lo que imaginé, pero al menos tengo a alguien con quien hablar —dijo, sintiéndose un poco más ligera.
Sin embargo, mientras se alejaban de la conversación, María notó que Julián lucía más pensativo.
—¿Estás bien? —preguntó, preocupada.
—Solo estaba pensando en lo que esto significa para mí también. No quiero dejar de lado mis responsabilidades, pero tengo que enfrentar lo que está pasando con Román. Tengo que dejar ese mundo de una vez por todas —admitió Julián, su mirada llena de determinación.
María asintió, comprendiendo que ambos estaban enfrentando desafíos significativos en sus vidas. La conexión entre ellos creció un poco más, y aunque había incertidumbres, también había un camino hacia adelante.
A medida que la tarde avanzaba, María sintió que había tomado un pequeño paso hacia adelante al abrirse a Julián. Aunque los desafíos estaban lejos de resolverse, sabía que tenían un futuro incierto por delante. Juntos, tendrían que enfrentar lo que viniera, y por primera vez, se sintió un poco más fuerte al pensar en ello.