La semana después de la fiesta pasó volando para María, pero cada día que pasaba traía consigo un peso adicional en su pecho. La noche con Julián había sido mágica, pero a medida que los días avanzaban, su ansiedad comenzó a crecer. Se daba cuenta de que su periodo se había retrasado, y la preocupación se convirtió en una sombra que la seguía.Mientras se sentaba en clase, la profesora explicaba el tema del día, pero María apenas podía concentrarse. Cada vez que miraba el reloj, la inquietud aumentaba. Decidió que tenía que hacer algo al respecto. Su mente estaba en un torbellino de emociones.
Al llegar la hora del almuerzo, María se dirigió hacia la mesa donde se encontraban Tuli y Tais. Las vio charlar animadamente, pero cuando se acercó, notaron la expresión preocupada en su rostro.
—¿Qué pasa, María? —preguntó Tais, al ver que su amiga parecía distante.
María dudó, pero sabía que no podía seguir guardando silencio.
—Chicas, tengo que deciros algo. Creo que... mi periodo se ha retrasado —dijo, sintiendo que el nudo en su estómago se apretaba aún más.
Tuli y Tais intercambiaron miradas, claramente sorprendidas.
—¿Estás segura? —preguntó Tuli, preocupada—. ¿Has hecho un test?
—No, no he podido. No sé si estoy lista para enfrentarlo. Después de lo que pasó con Julián... —María bajó la mirada, sintiéndose vulnerable.
—Debes hacértelo. Es mejor saberlo y enfrentarlo que quedarte con la incertidumbre. Nosotras estaremos aquí para apoyarte, lo que decidas —dijo, su tono firme pero reconfortante.
María asintió, sintiéndose un poco más segura con el apoyo de sus amigas. Sin embargo, la ansiedad seguía creciendo. ¿Cómo le diría a Julián? ¿Y si la noticia los separaba?
Después de el almuerzo, María decidió que no podía esperar más. Tras clases, se dirigió a la farmacia más cercana. Se sintió un poco avergonzada al comprar el test de embarazo, pero sabía que era necesario. Cuando llegó a casa, se encerró en el baño, el corazón latiendo con fuerza mientras sostenía el test en sus manos.
Cada segundo se sentía como una eternidad. La ansiedad se convirtió en un torbellino de emociones mientras miraba el pequeño dispositivo. Finalmente, cuando el resultado apareció, se sintió como si el mundo se detuviera. Era positivo.
María se sintió aturdida. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras la realidad de la situación la golpeaba con fuerza. Estaba embarazada. La mezcla de emociones la inundó: miedo, tristeza y, en el fondo, una chispa de alegría que luchaba por salir.
—¿Qué voy a hacer? —susurró, mirando al espejo y sintiendo que el reflejo le devolvía una mirada de confusión y temor.
Finalmente, decidió que debía contarle a Julián. Aunque su corazón latía con fuerza, sabía que tenía que ser honesta. No podía seguir guardando este secreto. Se arregló un poco, intentando calmarse, y salió de casa, dirigiéndose a donde sabía que él estaría.
Cuando llegó a la casa de Julián, encontró a Elián en la entrada.
—¿Julián está adentro? —preguntó, sintiendo que su voz temblaba.
—Sí, está en su habitación. ¿Todo bien? —preguntó Elián, notando que María parecía pálida.
—Sí, todo bien —respondió, pero su voz no sonaba convincente.
María subió las escaleras y golpeó suavemente la puerta de la habitación de Julián.
—¿Puedo entrar? —preguntó, su voz apenas un susurro.
—Claro, entra —respondió Julián desde adentro.
Cuando María abrió la puerta, encontró a Julián sentado en su cama, mirando su teléfono. Al verla, su rostro se iluminó, pero al notar la expresión seria en el de ella, su sonrisa se desvaneció.
—¿Qué sucede? —preguntó Julián, preocupado.
María sintió que su corazón se aceleraba. Debía encontrar las palabras correctas.
—Julián, necesito hablar contigo... sobre algo importante —dijo, cerrando la puerta detrás de ella.
El Momento Difícil
Julián se sentó en la cama, mirándola con curiosidad y ansiedad.
—¿Es sobre lo de la fiesta? Porque lo que pasó fue... —comenzó, pero María lo interrumpió.
—No, no es eso. Es más serio —dijo, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a asomarse de nuevo.
Con el corazón en la mano, le reveló su descubrimiento.
—Estoy embarazada —dijo, su voz temblando.
La habitación se llenó de un silencio abrumador. Julián se quedó paralizado, la expresión en su rostro pasó de la sorpresa a la incredulidad.
—¿Qué? —preguntó, apenas capaz de procesar la información—. ¿Estás segura?
María asintió, sintiéndose vulnerable y expuesta.
—Hice un test. Es positivo —dijo, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a caer.
Julián se pasó una mano por el cabello, claramente en shock.
—No sé qué decir... Esto es... es mucho —respondió, su voz temblando—. ¿Qué vamos a hacer?
María sintió cómo el miedo se apoderaba de ella.
—No lo sé, Julián. No tengo idea de cómo enfrentar esto. Estoy asustada —admitió, sintiendo que el peso de la responsabilidad comenzaba a caer sobre sus hombros.
—Yo también estoy asustado, María. Esto cambia todo. ¿Y si mis padres se enteran? —dijo Julián, sintiéndose abrumado por la responsabilidad que lo esperaba.
Ambos se quedaron en silencio, conscientes de que su vida estaba a punto de cambiar drásticamente. La conexión que habían empezado a construir se sentía más frágil que nunca, y la presión del embarazo estaba sobre ellos como una sombra.
El momento en que María y Julián se enfrentaron a la realidad de su situación fue un punto de inflexión. Mientras miraban hacia el futuro, la incertidumbre y el miedo comenzaban a apoderarse de ellos. María sabía que su vida no volvería a ser la misma, y ahora tenían que enfrentar juntos lo que estaba por venir.