18 "una nieva rutina"

11 1 0
                                    


Las primeras semanas de vida de Amelia fueron un torbellino de emociones para Julián. Cada día traía nuevos desafíos mientras intentaba encontrar su ritmo como padre soltero. Las noches eran largas y a menudo se sentía agotado, pero también había momentos de alegría que lo mantenían motivado.

Una mañana, mientras el sol comenzaba a asomarse por la ventana, Julián se despertó con el llanto de Amelia. Se levantó rápidamente, sintiendo que había aprendido a reconocer el tono de su llanto.

—Hola, pequeña —dijo, acercándose a la cuna. La luz del sol iluminaba su rostro y, a pesar de la falta de sueño, una sonrisa se dibujó en sus labios al ver a su hija.

Cargándola en brazos, se sentó en el sofá y comenzó a alimentarla. Mientras la miraba, sintió que la conexión entre ellos se fortalecía cada día más. Había algo en la forma en que Amelia lo miraba que le llenaba el corazón de amor y esperanza.

Con el tiempo, Julián estableció una rutina que incluía horarios para alimentar a Amelia, cambiar pañales y momentos de juego. La vida cotidiana se volvió abrumadora, pero también gratificante. Descubrir cómo ser padre lo hacía sentir realizado, aunque las dudas y el miedo seguían acechando.

Cada día, los amigos como Tiago y Dante pasaban a visitarlo, ofreciendo ayuda y apoyo. Tiago a menudo traía comida y se quedaba para jugar con Amelia, mientras que Dante se aseguraba de que Julián tuviera un respiro de vez en cuando.

—¡Vamos, amigo! Necesitas un poco de tiempo para ti mismo! —decía Dante, empujándolo hacia la puerta—. ¡Toma un par de horas y descansa!

Un día, mientras Julián cambiaba a Amelia, su teléfono sonó. Era un mensaje de María, y su corazón dio un vuelco.

María: ¿Podemos hablar?

Sintiendo que la ansiedad se apoderaba de él, Julián respondió rápidamente, acordando encontrarse en un café cercano. Sabía que su conexión con ella era importante, pero también estaba nervioso por cómo avanzarían en su relación.

Cuando llegó al café, vio a María sentada en una mesa, mirando por la ventana. Su rostro mostraba una mezcla de nerviosismo y determinación. Julián se acercó, sintiendo que un torbellino de emociones lo invadía.

—Hola —dijo, intentando sonar casual.

—Hola, gracias por venir —respondió María, sonriendo levemente pero con una expresión de seriedad.

Se sentaron y comenzaron a hablar. María expresó cómo había estado lidiando con su nueva vida en casa de Tuli y Mauro, y cómo había estado tratando de encontrar su camino como madre.

—A veces me siento abrumada. Quiero ser una buena madre, pero también necesito encontrarme a mí misma —dijo María, sintiendo que la vulnerabilidad la invadía.

Julián la miró con atención.

—Lo entiendo. Ser padre es un desafío, pero no tienes que hacerlo sola. Siempre estaré aquí para apoyarte, sin importar lo que decidas —respondió, sintiendo que su conexión seguía viva.

Sin embargo, la conversación también reveló las dudas de María.

—He estado pensando en lo que significa estar juntos. Tal vez necesitamos tiempo para redescubrirnos, pero también quiero estar presente para Amelia —admitió, sintiendo que su corazón se rompía un poco.

Julián sintió un nudo en el estómago. Sabía que la decisión de separarse había sido difícil, pero también entendía que María necesitaba espacio.

—No quiero presionarte, pero quiero que sepas que siempre estaré aquí. Podemos encontrar una manera de ser parte de la vida de Amelia juntos —dijo, sintiendo que el amor que sentía por ella seguía presente.

A medida que la conversación continuaba, ambos comenzaron a entender que aunque la situación era complicada, el amor por Amelia seguía siendo su prioridad. Aunque las tensiones estaban allí, la base de su relación se mantenía en la comunicación y el apoyo.

María miró a Julián, sintiéndose más conectada que nunca.

—Quizás podamos encontrar un equilibrio. Estoy dispuesta a trabajar en esto, pero también necesito que sepas cómo me siento —dijo, sintiendo que la esperanza comenzaba a florecer.

Julián sonrió, sintiendo que había una posibilidad de reconstruir lo que habían perdido.

Esa tarde, mientras se despedían, ambos sintieron que habían dado un paso importante hacia adelante. Aunque el futuro seguía siendo incierto, estaban decididos a enfrentarlo juntos, por el bien de Amelia y por ellos mismos.

La vida como padres estaba llena de desafíos, pero la conexión que compartían les daba la fuerza para seguir adelante. Mientras Julián regresaba a casa, sintió que aunque el camino sería complicado, al menos no estaban solos en este viaje.

𝑙𝑎 𝑝𝑟𝑖𝑚𝑒𝑟𝑎 𝑣𝑒𝑧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora