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Era nuevo en "La órbita" como novato me hacían muchas bromas, me escondían la leche, me robaban las cobijas de mi cama e incluso me pusieron un pequeño puercoespín en mis zapatos, sin embargo cuando me gradué y me dieron mi número de recluta todos aquellos colegas me felicitaron e incluso me regalaron muchas cosas en la fiesta, un casco nuevo, una funda para mi arma, un equipo de herramientas e incluso al pequeño puercoespín.

Mis primeras labores como recién graduado eran tareas sencillas, reparar el cableado de la estación, salir en naves de reconocimiento a mapear planetas, ayudar en la cocina o instruir a los recién llegados. Todo se volvió más complicado en mi segundo año, ya tenía que proponer nuevos planes para la estación, asistir a las escaramuzas con creaturas hostiles, incinerar a los fallecidos o reparar naves dañadas, era un día tras otro, apenas dormía 3 horas o menos en ese entonces y juro que apenas terminaba una tarea me cargaban con otras 4.

Ya para mi tercer año el trabajo era un infierno, burocracia espacial por todas partes, dirigir pelotones enteros e incluso planificar las rutas de navegación de "La órbita", no podía permitirme ni un solo error, pues había muchas vidas y futuros entre mis manos, simplemente no podía, quería cerrar mis ojos por al menos 10 minutos seguidos, el único sonido que escuchaba en mi mente eran las alarmas de peligro cuando mis soldados iban a batallar y los gritos de los familiares que escucharon el fallecimiento de sus hijos e hijas en el ejercicio del deber.

Era una de plasma K-340 lo suficientemente fuerte como para asesinar a 2 Poklis de un solo tiro, una noche con mi amigo Whisky me había dado las bolas para hacerlo, la tenía en la sien, mis manos no estaban temblando, lágrimas saladas recorrían mis mejillas y una foto familiar junto con una nota de despedida estaban en mi escritorio, lo tenía todo planeado, una vez el reloj indicara que pasaría a mi cuarto año en la estación jalaría del gatillo. Tic, tac, solo minutos para que dieran las 12, quería regresar a la era donde me robaban la leche o solo tenía que arreglar algunos cables, ¡¡Yo no estaba preparado para todo esa maldita responsabilidad!!

*BANG

Pensé volver a ver a mamá cuando abrí los ojos, pero me encontré con unos ojos negros como el cosmos clavados en los míos, aquellos estaban llenos de angustia y temor, volteé hacia el otro lado y vi su mano sosteniendo la mía apartando el arma de mi cabeza y apuntándola en otro lugar, lejos de mi.

-¿QUÉ HACES MALDITO IDIOTA?

- ...

-¿POR QUÉ HARÍAS SEMEJANTE COSA?

- ...

- RESPÓNDEME

Me gritaba pero su voz estaba rota, así mismo lágrimas empezaron a decorar sus bellos ojos como lo habían hecho conmigo hace un momento.

-SUELTA LA MALDITA PISTOLA Y RESPÓNDEME

- ...

-¿TANTAS GANAS TIENES DE IRTE?

- ...

No respondí, solté el arme y miré hacia otro lado, no quería ser el culpable de su temor o al menos, no quería asumir esa culpa.

-AL MENOS...pudiste haberte despedido de mí.

Soltó mi mano y como si fuera una muñeca de trapo cayó encima mío dándome un abrazo y llorando en mi hombro, empezó a darme pequeños golpecitos en el pecho repitiendo una y otra vez.

-IDIOTA, IDIOTA, IDIOTA, eres un..... grandísimo idiota.

Esa última frase fue lo suficiente para que terminara de quebrarse y soltarse en lágrimas, la rodeé con mis brazos y la abracé lo más fuerte que pude.

- *Entre sollozos* NO TE ATREVAS A VOLVER A HACER ESO

-Oye, pensé que el que necesitaba consolación era yo.

-ERES TODO UN.....

-Lo sé.

Después de eso fue una hora de lágrimas y sollozos tanto de ella como mía, fueron emociones tan intensas que nos quedamos dormidos en el suelo, ya no se sentía tan mal el cuarto año después de todo. Un pequeño movimiento abrió un poco mis ojos, era ella levantándose y saliendo de la habitación, quería perseguirla y darle las gracias, pero mi mente todavía no se había recuperado por completo. 

Al despertar me sentía tan apenado pues no conocía el nombre de mi salvadora, ni siquiera me había dado cuenta de su presencia en la estación, quería darle las gracias e incluso conocer un poco más de ella, grata fue mi sorpresa cuando encontré un trozo de tela en el suelo, probablemente se lo habría roto del uniforme a la chica cuando disparé el arma, tenía el número 89 grabado. 

Un astronauta solitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora