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Lía se consideraba una buena esposa y una excelente investigadora. Aun así, le sorprendió que lo atento que había estado Bible a su plan de concepción. Él no parpadeaba y solo inclinaba la cabeza cuando ella esperaba una respuesta afirmativa.

―Entonces... ¿Un completo extraño debe ponerme las manos encima para que podamos tener un bebé? ―Bible prefería utilizar ese término para que sonara más cercano y amigable en la conversación―. Si son de la misma familia, le auguro poco éxito a tus deseos.

―Es verdad que no se puede estar cien por ciento seguro, pero estamos hablando de un alfa dominante. ―Tomó las manos de su esposo y buscó su mirada―. Es un Tilapornputt. El bebé sería de mi sangre y nieto de mis padres.

Bible se sentía incómodo porque a Lía le temblaban las manos y no podía transmitirle una confianza que no tenía. Los primeros dos años soportó estoicamente a su esposa y los comentarios venenosos que su abuelo soltaba sobre ella cada vez que lo visitaba. ¿Cómo había pasado de un noviazgo agradable e inteligente a un matrimonio decadente? ¿Dónde quedaron las cosas buenas? ¿Por qué demonios se le arruinó en tiempo récord su deseo de formar una familia? En el segundo año de matrimonio se había conformado con la idea de que solo tendría un hijo. ¡Pero que iluso había sido! Su esposa había tomado suplementos y él había permitido que atentaran contra su equilibrio hormonal. Y desgraciadamente se había desmayado de fiebre frente a su abuelo, quien puso el grito en el cielo al descubrir la razón.

Su deseo paternal se alejaba a toda velocidad ahora que tenía veintiséis años y había recuperado por completo sus rasgos dominantes. El omega en su interior detestaba profundamente a Lía, pero no estaba dispuesto a doblegarse a los alfas arrogantes que, sonriéndole a su esposa como amigos y colegas, esperaban que su matrimonio se fuera al caño para atacar. Sentirse hostigado le hacía enfurecer y su lado racional prefería mil veces su matrimonio insípido a reiniciar el cortejo con otro alfa. Lía le estaba dando una solución, que bien ejecutada, no pondría en riesgo su salud física y ayudaría a alcanzar su felicidad. Sí, ahora solo le importaba concretar su paternidad, sentir a un pequeño cachorro moviéndose en su vientre cuando él hablara, cuidarlo, alimentarlo, besar su rostro y que su abuelo pudiera cargarlo como hacía con él de niño. ¡Eso era lo que quería!

―Si logras que ese alfa acceda, tendrá que realizarse estudios para descartar enfermedades. ―Después de todo él iba a poner su cuerpo y no para recibir una inseminación artificial―. Yo haré lo mismo y mañana empezaré con mis controles.

― ¿Tu médico lo sabrá? ―El rostro de Lía se transformó.

―No. Ya tengo a la persona indicada para que controle, al menos, el proceso de fecundación. El médico familiar solo sabrá que milagrosamente quedé embarazado. ―Golpeó su dedo índice un par de veces en la mesa―. Un día solo caeremos de sorpresa por un malestar estomacal y voilà.

Lía asintió a cada palabra y se preparó para volver a enfrentar a su primo. En la mañana había escuchado de su madre que los padres de Jes ya se habían reunido con él.

...

Le dolían las costillas y sus piernas amenazaban con abandonarlo. Jes salió a correr en medio de la tarde, incluso con el sol en su momento más violento, para despejarse y liberar la furia que le produjeron sus padres. Prácticamente lo habían citado para hablar de su estado civil. Su madre comenzó comentándole sobre la hija de una de sus amigas y, de ahí en adelante, todo fue peor.

Se detuvo en un parque y se dejó caer debajo un árbol. Se hubiera quedado dormido de no ser por un estornudo, que, aunque fue leve, le regresó toda la vitalidad. Algo dormido pensó que había sido algún animalito en el árbol, pero luego vio lo impresionante que era el árbol; había una persona al otro lado del tronco. ―Su aroma es muy bonito ―, le susurró su alfa desde las profundidades de su alma. A la vez sentía como este se removía nervioso, ansioso por comunicarse.

― ¡Bible! ―Jes se agazapó para que no lo notaran―. Es hora de irnos.

Desde el ángulo más incómodo del mundo y como una rata escondida, solo llegó a ver la espalda del omega alejándose con un libro en la mano. Estaba vestido con ropa deportiva y su cabello estaba recogido. Jes se quedó tirado en el pasto, arrastrándose para mejorar su área de visión. No se dio cuenta de que sus garras aparecieron y se clavaron en la tierra, aferrándose a un rastro imposible.

― ¡Qué me pasó! ―Se sacudió las manos para retirar la tierra. Incluso sus ojos habían cambiado de color―. Esto es peligroso, debo estar cerca de mi rut.

Se sentó unos segundos para calmarse. Estuvo a punto de arrojarse a una persona inocente y sin medir las consecuencias. Su celular vibró en sus pantalones con un mensaje de su prima Lía.

― ¿Qué? ―Inició una llamada para bajar a la realidad.

― ¿Pensaste en lo que hablamos?

Jes se masajeó la cien y, entonces, algo se le cruzó en la mente y tal vez en otros lugares.

―Dijiste que ellos se calmarían si tuvieras tu bebé.

―Sí. ―Ella suspiró―. Tus padres estaban tranquilos porque un niño iba a nacer pronto, pero supongo que la familia entró en crisis al conocer mi caso. Llegaste a los treinta y dos años sin ser molestado. ¿No?

― ¡Maldición! ―Le dio un puñetazo al suelo―. Voy a tener mi rut en unos días.

―Necesito que te hagas unos estudios primero.

―Estoy limpio, maldita sea. ―La escuchó como moviendo cosas―. Te doy dos días, dile a tu esposo que estoy limpio.

―No es así de simple. ―Los laboratorios podían hacer un análisis en veinticuatro horas, pero nunca se lo harían a un alfa que estaba entrando en celo. La sangre estaba viciada por feromonas y muchas veces los inhibidores podían dar resultados falsos―. Tu palabra no es muy valiosa, conozco tu estilo de vida. 

―Pues, van a tener que confiar en mi palabra, porque ustedes son los que me necesitan. 

SIN FIRMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora