Hoy Me Acordé De Tu Amor. - Ferana

Nueva York.

...

Ana trataba de arreglar todo de la mejor manera posible, teniendo en cuenta que no tenía muchas cosas para llevarse a Nueva York, lo más eran cosas de Luna, algunos juguetes y mayormente ropas de las dos.

-Mamá, como solo puedo llevar dos juguetes en esta maleta siendo que caben más de dos?- preguntó la niña por tercera vez mientras Ana empacaba todo en unas cajas grandes.

-Luna cariño, tienes que llevar los más importantes para ti, el resto que ya no juegas puedes donarlos a quien de echo va a jugar.
Tengo que terminar eso hoy, mañana temprano ya vamos al aeropuerto y no podemos atrasarnos.

-¿La tía Karen nos está esperando?
¿Nos vamos a quedar en su casa?

-Si y no, nos está esperando pero nos quedaremos en un hotel hasta que todo se arregle, a los pocos vamos encontrar um departamento.

-Me gusta vivir aquí, voy extrañar todo eso...- comentó la niña haciendo con que Ana dejara de empacar por un momento y en seguida la mirasse.

-Hija... sabes que no tenemos opción.
Me demandaron y además es muy difícil encontrar un trabajo por aquí.
Ha sido un milagro ya de pronto encontrar algo en el mismo día que me quedé desempleada, si las cosas no funcionan por allá regresamos, pero necesitamos de esa oportunidad.

Luna era inteligente, sabía cuando sus argumentos no funcionarían, así que se calló y siguió empacando sus cosas.

Ese día las dos salieron en plan de madre e hija, fueron a los puntos turísticos que tanto disfrutaron al principio, pero luego se volvió una rutina recorrer esos lugares que contenían historias del mundo en el pasado.
Compraron varias cosas para llevarse de viaje, desde ropa nueva hasta algunos juguetes nuevos para Luna, ya que Ana estaba queriendo compensar de alguna manera a la pequeña por tener que lidiar con ese cambio repentino que tanto les estaba costando a ambas.

No tardó tanto para luego más tarde encontrarse en aquel enorme lugar, lleno de gente y con varias pantallas anunciando distintos vuelos en las próximas horas. Uno de ellos era el tuyo, y de hecho no sería en unas horas, sino en unos minutos.
Ana se enojó internamente al notar la fila que se estaba formando en la puerta de embarque, probablemente sería una de las últimas en entrar, y encima llevaba dos maletas de mano, las cuales no hicieron el proceso de subir al vuelo con destreza más fácil.
Se reprimió por permitirse llevar tanto al final, ya que ni siquiera tenía garantía de que se adaptaría al lugar. Nueva York tenía fama de ser siempre un lugar lleno de gente, la ciudad parecía no descansar ni un minuto, y eso la dejaba atónita, mientras predicaba por la paz todos los días.
Respiró hondo, notando que la fila, que antes era larga, se iba comprimiendo cada vez más, lo que significaba que no tardaría mucho en subir a ese enorme medio de transporte que la llevaría a ella y a su hija al otro lado de su país.

Tan pronto como finalmente se sentaron, Ana agradeció internamente que no había tanta gente yendo al mismo destino que ella, por lo que pudo descansar bien durante el vuelo ya que Luna estaba cansada debido al día agotador que había tenido.

Con algunas turbulencias y cierta incomodidad en sus respectivos asientos, llegaron a Nueva York después de horas y horas en ese avión que parecía que nunca llegaría.
Ana se movió incómoda cuando finalmente aterrizaron, y entonces despertó a la pequeña Luna, quien parecía un ángel durmiendo durante todo el vuelo, y agradecía internamente por ello, ya que Ana no podía ni cerrar los ojos.

-Vamos pequeña, ya llegamos.- susurró al ver que la niña mostraba una leve mueca de molestia por las horas de sueño que había tenido, quiso seguir descansando pero cedió cuando miró hacia adentro una de las ventanas que ya estaban en el lugar que tanto deseaba conocer.