1. Todo cambia

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Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño...

Cristina veía aburrida la ciudad por el cristal del coche, le gustaban las mañanas sin sol pero había algo en lo gris de esa mañana que la hacía sentir distinta. -Alegrese, mija.-le dijo cariñosamente su abuelo José mientras se estacionaba frente a la puerta de la preparatoria -No todos los comienzos son malos.-le dijo abrazándola por los hombros.

Cristina sonrió melancólica, la vida había sido un poco complicada desde que su papá se había muerto y ella se había visto obligada a mudarse con sus abuelos, dejando atrás Puebla y todo lo que alguna vez había considerado su hogar para irse a la vieja casona de Coyoacán que había estado en su familia durante siglos.

-¿Y si todo sale mal?-susurró Cristina deseando que sus palabras fueran hechizas como solía decir la abuela Trinidad, el abuelo soltó una carcajada -Usted no se me agüite, los Montesclaros no nos rajamos.-dijo mientras le acomodaba un mechón rebelde de ese cabello negro y ondulado que tenía su nieta haciendo que ella sonriera antes de abrir la puerta del coche y tomar su mochila.

-Gracias-dijo Cristina antes de cerrar la puerta-Lo veo al rato para comer, dígale a mi abuelita que si puede preparar unos tlacoyitos de haba para al ratito.-el abuelo volvió a reír para proceder a despedirla y arrancarse dejándola sola frente al portón. Tomó aire y conectó su walkman, pulsó play y dejó que Mercedes Sosa la envolviera, ese cassette era lo último que le había dado su papá y de cierto modo una de las pocas formas que lo sentía cerca, a veces deseaba que un poquito de la valentía de su papá fuese suya, chance y así la vida no dolía tanto.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que sin querer chocó con alguien y supo que era alguien porque pudo percibir cierto aroma a madera durante el impacto-¿Qué no te fijas?-le reclamo una voz masculina.Cristina alzó la mirada topandose con un rostro moreno y un par de ojos tan negros como la obsidiana que vendían en Puebla, Cristina no pudo evitar ponerse roja de la vergüenza -Perdón, no te ví.-respondio con un hilito de voz, era su primer día y ya la estaba regando monumentalmente -Eres nueva, ¿cierto?- le preguntó el chico a lo que Cristina se limito a asentir, lo escuchó suspirar para después decirle -Bueno, ten cuidado a la próxima y ve corriendo a tu salón, ya es un poco tarde.

La chica lo escuchó caminar y antes de que estuviera más lejos tomó aire para agarrar valor-¿Sabes dónde está 5to B?-pregunto haciendo que se detuviera. -Sí, sígueme voy para allá.-respondio el chico un poco molesto, Cristina apuró el paso y se colocó a su lado -Soy Cristina-le dijo extendiendole la mano, Tenoch la miró dudoso antes de aceptarle el saludo Tenoch, un gusto. ¿Tampoco eres de aquí, verdad?-pregunto él, tomando a Cristina por sorpresa y es que algo se sentía distinto en la chica a diferencia de otras personas que había conocido en la ciudad.

Cristina se puso roja otra vez-Ah, ¿Se nota? Pues sí, de hecho, soy de Puebla, perdón, me estoy acostumbrando recién a todo lo caótico de la ciudad y al tonito curioso.-respondió tímida, Tenoch sonrió sin que ella lo notara, la poblana le estaba resultando adorable-Sí, se nota demasiado, tranquila se te va a pasar, yo soy de Oaxaca, solo mantén un perfil bajo y todo estará bien. Un consejo de foráneo a foránea.-Cristina no pudo evitar pasar saliva nerviosa.

-Bueno, ya llegamos y por favor, no te metas en más problemas.- dijo Tenoch dándole el paso, Cristina asintió entrando al salón, definitivamente parecía una jungla de adolescentes hormonales, nada que ver con el tranquilo colegio de monjas del que venía, entre pensamiento y duda, buscó un asiento disponible, encontrando uno al lado de una chica de cabello mucho más chino que ella, quién le dirigió una sonrisa amable en cuanto se sentó, tal vez el abuelo tenía razón, los inicios no eran tan malos después de todo.

-Jovenes, calmados ya vamos a comenzar con la clase- dijo el profesor en voz alta, provocando varias quejas a la par, Cristina suspiró mientras sacaba sus cosas de la mochila y comenzaba a tomar apunte cuando otra voz cortó el aire. -¿Puedo pasar?- un chico de mirada triste y piel pálida se encontraba en la puerta nervioso, a Cristina le pareció familiar su rostro, podría ser que... -¿Memo?-susurró, ¿qué hacía su primo ahí? Memo dirigió la mirada al lugar de Cristina y la saludó alzando la mano tímidamente acto que correspondió de la misma manera. Ya eran demasiadas coincidencias por un día.

En La Puerta Del Colegio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora