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𝐀𝐭𝐚𝐫𝐝𝐞𝐜𝐞𝐫

Cuando el sol se despide con su manto dorado, 
y el cielo se tiñe de un suave carmesí, 
los sueños se despiertan, el día ha terminado, 
y en la luz que se apaga, los recuerdos fluyen aquí.

Es un momento sagrado, un abrazo del tiempo, 
donde las sombras juegan y las luces titilan. 
Los susurros del viento son el eco del sentimiento, 
y cada rayo que muere nos invita a la vida.

Las nubes se visten de gala y danza ligera, 
como si fueran artistas en un escenario inmenso. 
Nos enseñan que todo tiene una espera, 
que cada final esconde un nuevo comienzo.

En el horizonte se dibujan historias calladas, 
de amores perdidos y risas compartidas, 
cada atardecer guarda mil almas soñadas, 
susurros de esperanza en las noches encendidas.

Y mientras la luna asoma con su brillo plateado, 
los corazones laten al ritmo del ocaso. 
El atardecer es un canto delicado, 
un recordatorio suave de que todo tiene su paso.

Así nos sentamos a contemplar el paisaje, 
a dejar que la calma nos envuelva en su abrazo. 
En cada atardecer hay un nuevo pasaje; 
somos parte del ciclo, bajo el cielo amplio y escaso.

Así que celebremos el arte de lo efímero, 
el regalo de cada día que se va sin rencor. 
En el atardecer hallamos lo sublime y lo tierno: 
somos luz y sombra en constante fervor.

𝐄𝐜𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨; 𝐩𝐨𝐞𝐦𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐩𝐞𝐧𝐮𝐦𝐛𝐫𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora