Entre miles de millones, un parpadeo

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¿Qué tan grande es tu miedo al olvido?
Las uñas rotas de escarbar asfalto,
sangrando va el artista, el hombre dividido
riega las grietas con su llanto,
dando vida donde ha muerto lo divino.

Treinta segundos les basta,
sus artistas del mundo son de casta,
el urobóros precoz
no llega a la lid de mi vergel,
respira profundo,

los ojos de su espectro
yacen dentro del cuartel,

frente a mí, ante los tuyos,
y detrás de cada quien,
decime, ¿A dónde huyo?
Qué difícil escribir bien.

Los pacientes reclaman una nueva enfermedad,
a cada día, a cada hora, cada minuto,
vivir en la agonía y el dulce luto
de no creerle a la verdad,

Llora, en el silencio de tu cuarto,
en la soledad del pasillo,
bajo el camuflaje de la ducha,

con la conmoción de un parto,
con el estruendo de una bala
saliendo del casquillo,
con la derrota tras la lucha.

El que busca poesía no hace scrolling,
se aleja de las calles, de las pantallas,
busca los valles, las olas, las estrellas,
y al final del día, se queda sin palabras.

Yo no soy artista, yo no hago arte,
he dejado mandar al corazón
e irse más allá de donde alcanza mi vista,
y «no pienso volver hasta encontrarte».

La luz que yo encontré entre tanto brillo
no se ve con telescopio, ni a oscuras,
se halla tan solo por la coincidencia
que solo entiende la frecuencia de latidos,

yo no soy artista, yo no tengo ese afán.
Soy un hombre que sigue volando
la cometa en el ojo del huracán,
la vorágine que me sigue devorando
aún después de dejarlo todo atrás.

De entre miles de millones, un parpadeo,
tan solo seré otra cuota de olvido,
El sol detrás de Betelgeuse, Dios ante un ateo.
Yo no soy artista, soy un hombre escribiendo a su testigo.

No soy artistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora