𝐄𝐧 𝐛𝐮𝐬𝐜𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨: 𝟎𝟐

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Después de tallar los dos corazones en el árbol, OWAKCX y Brud regresaron al vecindario de Sprunkis, donde la vida seguía su extraña rutina. Sin embargo, algo había cambiado entre ellos. A pesar de la habitual torpeza de Brud y los repentinos gritos de OWAKCX, había una conexión más profunda, como si algo invisible los mantuviera juntos.

Una tarde, mientras caminaban hacia la granja de Tunner, OWAKCX sintió una sensación de inquietud. Aunque estar con Brud le daba calma, había algo que no podía evitar: el ruido constante en su mente, los pensamientos caóticos que lo perseguían desde que había perdido su trabajo. Se detuvo de repente, su cuerpo alto y cubierto de terciopelo color lima se tensó.

—Quiero… silencio —murmuró, sorprendiendo a Brud, que levantó la cabeza para mirarlo.

—¿Silencio? —preguntó Brud, inclinando su balde de metal hacia un lado como si la palabra le pareciera extraña—. ¿Cómo podemos encontrarlo?

OWAKCX se quedó pensando, sus ojos muy abiertos enfocándose en el horizonte, donde el río de la suerte se entrelazaba con el verde oscuro del bosque. No estaba seguro de cómo explicarlo, pero sabía que el ruido en su mente solo desaparecía por completo cuando estaba con Brud. Y en ese momento, quería llevar eso un paso más allá.

—Vamos al bosque —dijo OWAKCX, tomando de la mano a Brud, un gesto que ya se había vuelto casi natural entre ellos.

Cruzaron las calles del vecindario, donde sus compañeros Raddy, Oren, Simon y los demás estaban ocupados con sus propias actividades. Nadie los detuvo mientras se dirigían hacia el bosque de camping, un lugar donde rara vez iban solos. El silencio del bosque era profundo, con solo el crujir de las hojas y el susurro del viento entre los árboles. OWAKCX avanzó hasta encontrar una pequeña cabaña abandonada en medio del bosque, una estructura de madera vieja y cubierta de musgo, apenas visible entre la espesura.

—Aquí —dijo OWAKCX—. Aquí podemos encontrar el silencio.

Brud miró la cabaña con curiosidad, su cabeza inclinada y una sonrisa simple en su rostro.

—¡Vamos! —exclamó, corriendo hacia la puerta y empujándola con sus manos pequeñas y suaves.

La cabaña crujió al abrirse, revelando un espacio oscuro y polvoriento en su interior. Parecía que nadie había entrado allí en años. OWAKCX se quedó en la entrada por un momento, mirando el lugar con una mezcla de aprensión y esperanza. Luego, entró tras Brud, que ya exploraba el lugar con sus ojos desenfocados, emocionado como un niño.

—Es… perfecto —susurró OWAKCX, sorprendiendo a Brud una vez más por su tono bajo.

El interior de la cabaña era simple, con una sola ventana que dejaba entrar rayos de luz dorada entre las tablas rotas. En ese espacio pequeño y aislado, OWAKCX sintió que el mundo exterior dejaba de existir. No había gritos, no había caos. Solo estaban ellos dos, juntos en esa pequeña cabaña.

Brud se dejó caer en un rincón, sonriendo mientras observaba la luz que se filtraba, y OWAKCX lo miró por un largo momento. Lentamente, se acercó y se sentó a su lado. El silencio que tanto había buscado finalmente lo envolvía, pero había algo más en ese silencio: la calidez de Brud a su lado, la presencia que lo hacía sentir que no estaba solo en su locura.

—Brud… —empezó OWAKCX, sin saber cómo continuar.

Brud lo miró, su sonrisa simple y eterna en su rostro, sin decir nada, esperando.

—No quiero perder esto —murmuró OWAKCX—. Lo que tenemos… lo que soy cuando estoy contigo.

Brud asintió, aunque era difícil saber si realmente entendía lo que OWAKCX estaba diciendo.

¿𝙴𝚗𝚝𝚛𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘𝚜 𝚕𝚘𝚜 𝚜𝚙𝚛𝚞𝚗𝚔𝚒𝚜 𝚕𝚘 𝚎𝚕𝚎𝚐𝚒𝚜𝚝𝚎 𝚊 𝚎𝚕? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora