Los hermanos Alev

1

Lo que dejó Pavel

Todo empezó con la necesidad de superar a mi ex, y si, sonaba simple, pero no lo era. Había sido el primer amor de mi tan enredada adolescencia, y aunque decir su nombre era difícil, olvidar esos recuerdos era mucho peor. Pavel. Incluso pensar en él me revolvía el estómago. No solo por lo guapo que era, sino por los recuerdos que ahora me atormentaban, como esos abdominales perfectos que parecían tallados por dioses griegos. Pero para que entiendan mi crisis actual, debo contarles la historia de nuestro amor… si es que alguna vez lo fué.

Lo conocí el primer día de clases cuando ambos teníamos dieciséis años. Recuerdo que estaba en medio de mi ritual matutino de invisibilidad, tratando de pasar desapercibida como siempre, con mi mochila demasiado grande y la cara de pocos amigos que solía usar para evitar contacto visual con el resto del mundo. Pavel, en cambio, era todo lo opuesto a mí. Era el centro de atención desde que cruzaba la puerta de la escuela. Capitán del equipo de fútbol americano, una estrella en los deportes y, por supuesto, el chico más popular del lugar. A veces me preguntaba si su sonrisa arrogante era una extensión del uniforme que tanto presumía. Nadie podía ser tan perfecto sin ser un poco engreído, ¿verdad?

Lo gracioso es que nunca pensé que alguien como él se fijaría en alguien como yo. Yo, la chica rara con una mueca permanente que muchos confundían con odio hacia la humanidad. No tenía mucho que ofrecer en términos de popularidad. No jugaba a ningún deporte, ni siquiera era buena en los juegos de mesa. Pero ahí estaba Pavel, mirándome como si hubiera descubierto algo fascinante en mi desinteresada existencia.

Al principio, pensé que era una broma. Digo, ¿cómo no pensar que lo era? En esas películas malas que pasaban los viernes por la noche, siempre había una apuesta secreta entre el chico popular y sus amigos para enamorar a la chica rara. ¿Cómo saber que eso no era lo que estaba ocurriendo?

—¿Te gustaría salir conmigo? —me dijo un día, con esa sonrisa tan suya.

¿Salir con él? Mi mente estaba en blanco, llena de dudas, pero mis labios dijeron sí antes de que mi cerebro pudiera procesarlo. Fue ahí donde todo comenzó… y donde todo también, eventualmente, terminaría.

Si bien al principio parecía el sueño hecho realidad de cualquier adolescente, la realidad resultó mucho más complicada.

Nuestra relación siempre había sido una montaña rusa. Altos vertiginosos donde me sentía en la cima del mundo, seguidos de caídas abruptas que me dejaban con el corazón destrozado. Pero esta vez, el choque fue definitivo. Esta vez, no había vuelta atrás.

¿La razón? Pavel se tiró a mi mejor amiga, Tasya.

Sí, lo sé, suena tan asqueroso como se siente. Algo tan bajo que ni siquiera las películas más dramáticas se atreverían a escribir. No fue solo una traición cualquiera; fue el tipo de traición que te deja sin aire, que te hace dudar de todo lo que creías conocer. Lo peor de todo es que de no haberlos encontrado en la cama, tal vez habría considerado perdonarlo… de nuevo. No sería la primera vez, ya había perdonado varias infidelidades. Me había convertido en una experta en excusar lo imperdonable, en ignorar los murmullos a mis espaldas, en sonreír mientras por dentro me rompía un poco más con cada mentira que tragaba.

Pero esta vez no. Esta vez todo era diferente. Encontrarlos juntos, verlos con mis propios ojos, me arrancó la venda que había llevado por tanto tiempo. Algo dentro de mí, que había estado dormido, se encendió. Una furia que no sabía que existía. Quería salir de ese círculo vicioso, de esa telaraña en la que me había atrapado a mí misma, tejiendo cada hilo con perdones falsos y segundas oportunidades que nunca debí dar.

Pavel había pasado todos los límites de un verdadero zángano. Y Tasya… bueno, ella ya no era mi mejor amiga. Nunca lo había sido realmente, ahora me daba cuenta. Solo había sido otra pieza más en este juego retorcido en el que yo siempre salía perdiendo.