Perdidos. [Prt. 2]

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La maestra la felicitó y le dio una estrella a su mesa. Cuando finalizaba el mes, había reunión de apoderados, se sentaban en el puesto de sus hijos y veían cuantas estrellas tenían pegadas a la mesa, era una estrategia para informarles como nos iba en nuestro desempeño académico. Abi tenía cinco, Fátima siete, Sol seis y yo una, que ni siquiera recordaba como la había ganado.


—Sandy es una tonta, sólo quiere llamar la atención de Niall—dijo Fátima en el recreo. Estábamos sentadas sobre el césped de la Academia Westfield, era un castillo grande que antiguamente fue utilizado como centro de fiestas y reuniones importantes dentro de la alta sociedad. Con los años se le perdió el uso y alguien lo compró para poner una escuela exclusiva para los niños de los grandes empresarios de Canterbury. Yo hubiese preferido ir a una escuela pública, por lo que me contaba Ellen, allí los niños eran tan burros como el animal, y eso a mí me venía a la perfección, no soportaba el nivel de exigencia de esta escuela. A los nueve años enseñándonos versos de Shakespeare cuando podríamos leer C.S. Lewis.

Que a Sandy Dale le gustaba Niall no era un secreto, el año pasado en su primer día de clases, Sandy fue la primera en hablarle y le sugirió a la profesora que Niall se podía sentar con ella. No me molestó del todo esa decisión, yo tuve que estar sentada con Niall antes del cambio de puesto, así que de manera anónima se lo agradecía.

—Y lo está logrando de la forma en que lo llama en medio de un examen —dijo Sol. Todas reímos, pero no nos dimos cuenta de que Sandy pasaba por nuestro lado y nos había escuchado. Corrió tan rápido que en menos de unos segundos ya estaba fuera del alcance de nuestra vista.

—Nos metimos en serios problemas —dije.

—¿Por qué? Se lo tenía merecido —me dijo Fátima. Yo negué con la cabeza, ellas no comprendían. Sandy iría donde la maestra y le contaría lo que escuchó, se haría la víctima y a nosotras nos castigarían.

—Me iré a disculpar antes de que esto empeore —les dije, poniéndome de pie.

Ellas se quedaron con la boca abierta e intentaron persuadirme aún sin entender por qué lo hacía. Fui por el mismo camino de Sandy y la busqué. No estaba en los baños, ni en los pasillos, ni en la banca en la que siempre se sentaba con sus amigas, ni en ningún lado.
—¿A quién buscas, Jenna Descerebrada? —me preguntó Liam, uno de los amigos de Sandy. Era un chico alto para su edad, de cabello castaño y de rostro amable. El problema estaba en que al lado de Sandy parecía su guardaespaldas.

—A Sandy —le contesté, me guardé "la tonta de tu amiga" para evitar posibles daños, él también podía acusarme a la maestra.
—Yo iría por el bosque de pinos, iba muy triste hacía allá de la mano de Niall—apuntó hacía el patio y desde aquí pude ver la copa de los pinos que se extendían hacia los límites de Canterbury.

Me dirigí hacia allá, escuchando la risa de Liam a mis espaldas. Algo se tramaban, pero no contaban con que yo era más astuta.
Las ramas me golpeaban en la cara y mi falda se enredaba en los arbustos, tenía el cabello revuelto por el ajetreo de caminar sobre una superficie con piedras y hierbas y pinos que se alzaban sobre mi cabeza.

Dónde estarían, llevaba dando vueltas más de cinco minutos.

Escuché a lo lejos la campana que ponía término al recreo, no los había encontrado así que me rendí. Sólo había un inconveniente, no sabía a donde ir.

Traté de recordar por que árboles había pasado, pero todos eran iguales. Ni siquiera podía distinguir las huellas que dejé de las hojas secas que había en el suelo.

Estaba tan asustada que me puse a llorar. Me senté al lado de un árbol y aferré mis rodillas contra mi pecho. Papá me había contado algunas historias de niños que se perdían y que no aparecían nunca más, era para infundirme miedo y no salir de casa yo sola, ya que una vez me escapé para ir al cine a ver una película. Mis papas me decían que no era seguro que ni yo ni mis hermanas camináramos solas por el parque o que fuéramos a cualquier lado sin supervisión, según ellos nos podían secuestrar para pedir una recompensa. Nunca les creí esa historia, pero la de los niños perdidos sí porque en Peter Pan los niños en verdad se habían extraviado y en Nunca jamás estaba lleno de peligros debido a Garfio.

Yo estaba perdida en medio de un bosque que no debería estar dentro de los límites de una escuela, sola, llorando y seguro con un castigo en cuanto saliera de esta. Si es que lograba salir.

—Jenna, ¿eres tú? —me limpié las lágrimas en cuanto escuché mi nombre y me puse de pie en un parpadeo. Frente a mí estaba Niall, con el cabello desordenado y con la chaqueta del uniforme destrozada. En una situación normal lo hubiese ignorado, pero el susto que me llevé al creer que me quedaría sola para siempre en medio del bosque hizo que me lanzara a sus brazos y que no soltara hasta que nos tambaleamos y nos caímos.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó. Me limpié la nariz y me aparté de él, era la primera vez que lo veía tan preocupado y que me dirigía más de dos palabras juntas.

—Buscaba a Sandy.

—¿Para qué?

—Mis amigas y yo le dijimos tonta, me quería disculpar para que no nos acusara, pero los planes no salieron como esperaba —él se levantó y me tendió una mano. Ya no tenía tanto su jopo rubio, Anne le había cortado el pelo hace unas semanas, ya que en la escuela no permitían que los hombres llevaran el cabello muy largo. No quería admitirlo, pero la única cosa que me gustaba de Niall era su jopo.

—¿Y tú qué haces aquí? —fue mi turno de interrogarlo. Emprendimos marcha lentamente, yo sólo seguí a Niall, esperaba que no estuviera tan perdido como yo.

—Venía con Sandy. Pero era una broma —nos detuvimos y lo miré—. Estaba con dos chicos más grandes y me golpearon para que le hiciera la tarea a Sandy. Creo que eran sus hermanos —sabía a quién se refería, los horrorosos Will y Mark, los hermanos mayores de Sandy y matones oficiales de Westfield. Eran corpulentos y tan estúpidos como su hermana.

—¿Y qué les dijiste? —su historia era mucho más interesante que la mía, y a pesar del odio que le tenía, cierta parte de mí tenía pena.
—Que no, por eso estoy así —se señaló así mismo y me fijé que tenía un moretón en la mandíbula.

—Así que los dos nos perdimos por culpa de ella. No me molestaría que dejaras de darle las respuestas en las clases de literatura, después de lo que te hizo.

—Mira quién lo dice —me dijo con tono de burla. Ya volvía a ser el niño antipático de siempre.

—En mi defensa...—no tenía nada con lo que excusarme. Guardé silencio, esperando a que Niall olvidara lo que yo había dicho— ¿Sabes por dónde vamos? —cambié de tema.

—Sí, sólo sígueme —para mí eso era suficiente. Harry no podía hacerme nada, de lo contrario despedirían a su madre, así que en cierta manera estaba segura a su lado.

Caminamos un rato más y noté como la espesura de los arbustos se despejaba, alcanzaba a ver las torres del castillo y la campana en la ventana más alta.

Nuestra siguiente clase era matemáticas, cuando entramos a la sala despeinados, sucios y con la ropa rasgada, la maestra casi se desmayó. Nos envió a la dirección y tuvimos que explicarle lo sucedido al director. Dijimos la verdad.

Desde ese día Sandy odio incluso más a Niall que yo, lo estimé un poco más por haberme salvado y la maestra cambió de puesto a esos dos. Niall se sentó con Fátima y Sandy con Mike Grey, un niño pelirrojo que comía pegamento y que escupía al hablar. Sin embargo, Sandy no se quedó de brazos cruzados.

Al otro día, descubrió que Niall era hijo de mi niñera y mi duda fue resuelta. Se burló de él frente a toda la clase, no descansó ni un día, le hizo la vida imposible junto con sus hermanos. Hasta que una mañana Niall no se subió en el mismo auto que nosotras para ir a la escuela, sino que se fue de la mano de Ashley en direccion contraria. Esa tarde, cuando le pregunté a Maura el por qué Niall no fue a la escuela, me dijo que él le había rogado para que lo cambiara a una escuela pública. Y ahí fue cuando comenzó mi eterna enemistad contra Sandy Dale.

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Marry Me {niall horan}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora