I. "¿Nuevos Problemas?."

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El frío invierno ruso parecía calar hasta los huesos mientras Antonio y Yungyu caminaban por los largos y sombríos pasillos de su nueva escuela. Las ventanas empañadas dejaban entrever un paisaje cubierto de nieve, con el viento aullando entre los edificios, como si la propia naturaleza quisiera advertirles de los desafíos que estaban por venir. A su alrededor, los otros estudiantes pasaban de prisa, conversando en un idioma que aunque familiar, les resultaba extraño, ajeno.

Antonio, con sus manos metidas en los bolsillos de su abrigo negro, mantenía la mirada fija en el suelo, sus pensamientos lejos de los murmullos y risas que llenaban el ambiente. Cada paso que daba lo hacía sentir más aislado, como si cada centímetro que avanzaba lo separara más de la normalidad que anhelaba. A su lado, Yungyu, ligeramente más bajo pero con una postura igual de rígida, miraba a su alrededor con una mezcla de curiosidad y nerviosismo.

-"¿Crees que podamos encajar aquí?" -preguntó Yungyu, su voz apenas audible sobre el bullicio de los estudiantes.

Antonio no respondió de inmediato. En su mente, las sombras a su alrededor parecían moverse de manera antinatural, como si estuvieran vivas, susurrando promesas de poder, pero también de soledad. Cada vez que caminaba por un lugar nuevo, sentía que las sombras lo seguían, siempre al acecho, recordándole lo que era realmente: un ser diferente, un extraño en un mundo que no lo aceptaría si supieran la verdad.

-"No lo sé," -respondió finalmente Antonio, sin apartar la vista del suelo. Sabía que las palabras que diría no serían suficientes para calmar la inquietud de su hermano, ni la suya propia. -"Pero tenemos que intentarlo."

Sus ojos finalmente se alzaron, observando a los estudiantes que reían y conversaban, ajenos a su presencia. "Tendríamos que intentarlo", pensaba, pero sabía que jamás podrían ser como ellos, no completamente.

Antonio y Yungyu no eran chicos normales, aunque se esforzaban por parecerlo. Eran hijos adoptivos de HyunJin, el Diablo mismo, y de YongBok, la encarnación de la Muerte. Un hecho que llevaban como un secreto pesado, una carga que amenazaba con aplastarlos en cualquier momento. Cada día era una actuación, una lucha por mantener las apariencias y reprimir los miedos y las dudas que los atormentaban.

La razón por la que su familia había decidido mudarse a Rusia, una tierra tan fría y distante, les era desconocida. Pero tanto Antonio como Yungyu sabían que su vida estaba lejos de ser normal, y que esta nueva escuela era simplemente un nuevo escenario para una historia en la que no tenían control.

HyunJin, aunque severo, había intentado preparar a sus hijos para el mundo. Sabía que, como sus descendientes, serían vistos como monstruos si sus verdaderas identidades fueran descubiertas. Y, en su afán por protegerlos, les otorgó poderes que pensó los ayudarían a defenderse. Sin embargo, esos poderes, en lugar de ser una bendición, se habían convertido en una fuente de conflicto interno.

Antonio tenía la habilidad de manipular las sombras. Podía hacer que la oscuridad tomara forma, que las sombras se extendieran y cubrieran todo a su alrededor, envolviéndolo en una negrura que lo hacía prácticamente invisible. Sin embargo, este poder era incontrolable. Cada vez que sus emociones se desbordaban, las sombras se movían a su antojo, creando una atmósfera de tensión a su alrededor, un recordatorio constante de su conexión con el inframundo.

Yungyu, por otro lado, tenía el don de la visión. En momentos de gran angustia o estrés, podía ver destellos del futuro. A veces eran imágenes borrosas, otras veces eran tan claras como si estuviera viviendo el momento. Pero esta habilidad, en lugar de darle confianza, lo había llenado de temor. ¿Cómo podía vivir conociendo el futuro y, al mismo tiempo, saber que era incapaz de cambiarlo?

Los dos jóvenes caminaban hacia su salón de clases cuando, de repente, sintieron que todas las miradas se posaban en ellos. Un grupo de estudiantes que estaban cerca se detuvieron a mirarlos, susurrando entre ellos en ruso. Antonio tensó la mandíbula, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de incomodidad y rabia contenida.

-"Míralos, parecen tan... diferentes," -escuchó decir a uno de los chicos.

Antonio sintió cómo las sombras a su alrededor comenzaban a moverse de nuevo, su poder luchando por salir. Cerró los ojos por un momento, intentando calmarse. No podía permitirse un desliz, no aquí, no ahora. Yungyu, notando la tensión en su hermano, le tocó ligeramente el brazo, en un intento de calmarlo.

-"Tranquilo, no importa lo que digan," -murmuró Yungyu, aunque su propia voz temblaba de inseguridad.

Antonio asintió, pero en su mente, las sombras seguían susurrando. Sabía que jamás sería como ellos. No podía serlo. Mientras más intentaba encajar, más se daba cuenta de lo imposible que era. Era un ser de oscuridad, con un poder que no comprendía del todo, en un mundo que nunca lo aceptaría.

El timbre sonó, anunciando el inicio de las clases. Antonio y Yungyu caminaron hacia sus asientos en la parte trasera del aula, intentando pasar desapercibidos. Mientras los demás estudiantes sacaban sus libros y cuadernos, los dos hermanos intercambiaron una mirada. Sin necesidad de palabras, ambos sabían lo que el otro estaba pensando.

-"Este lugar no será diferente," -pensó Antonio, sintiendo el peso de su legado sobre sus hombros. Sabía que no importaba cuán lejos intentaran huir, siempre serían quienes eran. Siempre llevarían consigo la oscuridad, un recordatorio de su origen, y un recordatorio de que jamás serían como los demás.

Y así, en silencio, comenzaron su primer día en una escuela que ya sentían les daría más problemas de los que podrían manejar.

[𖤐] born to evil; hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora