De la puerta de entrada, se adentran en la habitación, por parte de Yuma no hay mucha ropa que estorbe ahora mismo, tan solo es mandar al suelo la blanca toalla del baño para que las manos largas y delgadas de Jo puedan explorarlo a su propio gusto. Son más pequeñas que las propias de él, pero se sienten mucho mejor, el toque que el más alto le ofrece sobre su piel es único.
Si, explora de más, toques superficiales y suaves que se van volviendo más agresivos, al punto de dejar pequeños rasguños sobre la piel delicada del mayor. A Yuma no le desagrada ser desgarrado mientras se trate únicamente de Jo, aunque quiere luchar por su desventaja, dejar de sentirse tan... Pequeño ante el, simplemente no puede hacerlo, no es la fuerza, es lo que le causa en su interior, las ganas que tiene de ser suyo de una vez por todas.
¿Cuántas veces no ha soñado esto? Sueños que lo hacen sentir culpable, dónde despierta lagrimeando al sentir que está haciendo algo prohibido.
Técnicamente, está prohibido, pero se siente tan bien, que si este es el paso directo al infierno. Está dispuesto a pagar la condena.
Las cosas se mueven de lugar, a diferentes lugares de la habitación, y no sabe de dónde ese que lo trae loco ha sacado tanta fuerza, como para poder malearlo por cualsuier lugar, elevarlo y mantenerlo temblando contra la pared como unico apoyo.
Pero está bien, le gusta, le gusta sentir sus labios haciéndose cargo de recordarle cada rincón contra el frío invernal en su espalda, solo puede llamarlo en voz suave y cortada, contraria a su nasalidad natural, lo disfruta, sus labios prendidos a su pecho, buscando el alimento de su día con notoria desesperación, incluso si los dientes se unen a la orquesta y el trazo de su obra de arte, está dispuesto a soportarlo, Jo es un gran artista, que sabe donde trazar exactamente.
— Dame la espalda. —Y el no es nadie para negarse, siendo llevado a la cama son una mezcla de salvajismo y suavidad.
Su espalda choca con el cuerpo ajeno en el colchón de ese que lo tiene loco, aún puede sentir el sabor alcohólico en sus labios, y sabe que me hace daño tener tantos fármacos en su interior. Pero lo disfruta de sobremanera intensa, llamándolo por su nombre suavemente, le gusta esta sensación.
En el antiguo Egipto no estaban condenadas las relaciones homosexuales, sin embargo, el hombre que cogía el rol de pasivo en la cama era visto como una deshonra, desgracia y sumisión. La humillación y el concepto de "ser un verdadero hombre" se mezclaban para dañar su imagen. Por eso Set se coló en los aposentos de Horus, sin contar que el contratacaría.
Pero a Yuma no le importa eso, no le importa estar retorciéndose debajo de Jo, después de todo, es todo lo que necesita y si debe renunciar a su propia dignidad por el, lo haría con gusto, le gusta demasiado.
Después de todo, no es del todo agresivo, va de a poco para que ni el mismo se de cuenta, que nadie lo sepa. Es tan cuidadoso que duele, pero Yuma está tan drogado que le gusta. En realidad, le seguiría gustando aún estando sobrio.
A la guerra le gusta el caos, le gusta herirse a sí misma sin darse cuenta y herir a los demás, entre lanzas, cuchillos, fuego y muerte, ejércitos que escurren entre sus piernas de la forma más vulgar y con una ansia insoportable que la hace pedir más, mucho más. La guerra quiere destrozar todo a su paso y destrozarse a sí misma, en una batalla escandalosa constante. Con el cabello extendido sobre la almohada, boca abajo, levantando solo lo justo y necesario para culminar el acto carnal que no parece tener fin, la guerra tiene un líbido que parece eterno, nunca está satisfecha. La diplomacia, que es paz, política y equidad solo le quiere dar lo que necesita, y su ahora mismo lo necesita a el, ¿quién es para negarse?
La paz negocia con tranquilidad, sus movimientos son tan lentos que desesperan, pero le hace bien, de alguna forma, está curando a la guerra, aunque a la vez la enferma de la ansia de sentirle más cerca.
— J-Jo, esto... —Pronuncia en pleno acto principal, si se reconoce a sí mismo, es un desastre, un maldito desastre que se vuelve pequeño debajo del cuerpo que siempre anheló tener así mismo, pero está bien, le gusta. Tal vez la guerra tiene más de la belleza que se le niega, el brillo en el cielo oscuro de su mirada, prendido en pasión y lujuria mientras se somete a la razón, la diplomacia hace de las suyas para hacerle ser notada por el eco de los pasillos.
La paz parece falsa, porque es tan brutal en este momento que la guerra no puede hacer más de las suyas. La paz es delicada y frágil, pero, mierda... Se siente mejor que cualquier otro batallón.
Lo está lastimando de la forma más profunda posible y se siente culpable, después de todo, Yuma es consciente de que Jo no siente nada por el y esto es solo un efecto adversario del alcohol que por alguna razón, ha consumido cada fibra de cordura y delicadeza en su ser. Su voz suave y profunda se vuelve un sonido casi gutural en su oído mientras lo empuja contra el colchón en la posición más vergonzosa que lo podrían encontrar si alguien abre la puerta.
Los estragos en su cuerpo serán demasiado difíciles de ocultar, no está razonable como para decidir dónde marcar, pero su cuello, sus hombros, sus brazos, su espalda. Todo grita el nombre de Jo, y el tiene tantas ganas de que también comience a oler a su sudor, pero simplemente no le importa, se está transformado en un loco poco a poco, con cada segundo debajo de su cuerpo.
— Quiero ver tu rostro... —Le dice con esa característica y agresiva suavidad en la voz, degustando aún de la piel de su cuello, lo muerde y lo saborea en su boca—. Quiero que me llames, que digas que me necesitas, quiero-
— Estás borracho, no digas estupideces.
— No estoy borracho. —Eso es lo que diría alguien bajo los efectos del alcohol, ¿cómo si no fuera obvio?
Voltea el cuerpo del mayor, la posición ha cambiado y tal vez está lo suficientemente loco como para que aún no pueda reconocer sus facciones. La culpa le carcome la cabeza, ¿Qué dirá mañana que lo encuentre así en su cama? Teme al rechazo, a quedarse solo, y no quiere sacrificar su nueva y anhelada cercanía un por una noche desesperada de sexo, pero tiene tantas ganas de el que no le importa mucho. Mañana acaba todo.
No puede verlo a los ojos sin sentirse culpable, pero el beso que ha surgido nuevamente lo pone a temblar, no sabe cuantas veces se ha ido y venido, ni sabe cuánto tiempo han estado en esta situación, pero el cielo está comenzando a brillar más a través de las cortinas.
El agarre agresivo de su cabello lo pone contra la cama, simplemente, está perdido, hasta babeando de lo bien que se siente. Tenía tanta hambre y al fin se siente lleno.
— ¿Te he dicho lo mucho que me gustas? —Escucha su voz profunda tan cerca de su oído, mientras el suelo los carcome a ambos, y el ligero peso sobre su cuerpo no le importa, lo arrulla a comenzar a cerrar los ojos, ilusionado, no tiene que caer en los brazos de Morfeo, porque con Jo es más que suficiente—. Me gustas, me gustas tanto...
Su aliento alcohólico lo ilusiona, los borrachos nunca mienten, y eso le acelera el corazón que golpea contra el pecho contrario, llamando a su puerta para poderse pertenecer el uno al otro.
Sus ojos se comienzan a cerrar, aún estando agotado, puede dormir con su cuerpo sobre el propio, cerrando los ojos, arrullado por sus palabras inconsistentes y cariñosas en oído.
Lo sigue sintiendo en lo más profundo de su ser, tal vez porque sigue dentro de el de una forma está vez más literal que metafórica, pero su puede abrazar su cuerpo de todas las formas posibles, lo disfrutará hasta el amanecer.
— Te amo... —Palabras fuertes y cargadas de pasión en su oído, que loncuran. A las cuales piensa corresponder hasta que la aclaración lo enferma, le destroza el corazón y cada pisca de ilusión. — ...Harua.
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𝐒𝐈 𝐓𝐔 𝐌𝐄 𝐏𝐈𝐍𝐂𝐇𝐄𝐒 𝐐𝐔𝐈𝐒𝐈𝐄𝐑𝐀𝐒 - JoYuma.
FanficYuma a veces se perfuma en las mañanas e incluso se cepilla el cabello apenas al abrir los ojos, todo para seguir pasando desapercibido por su compañero Jo, que al parecer, tiene ojos para todos menos para él. Se llena de adornos y sufre de trastor...