Antes del primer paso

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࿐╰─╮Kurosawa Raiya╭─╯.࿐

De regreso a mi habitación, mis mejillas ardían al recordar el combate con mi superior. Su imagen, tan inesperadamente atractiva, no dejaba de ocupar mi mente. Su físico imponente contrastaba con la fachada risueña y despreocupada que siempre aparentaba. Sin embargo, hoy había visto una pizca de aquella filosa mirada cuando peleaba seriamente. Llevé ambas manos a mis sienes, tratando de espantar las emociones que me hacían ensimismar fácilmente; la imagen de su torso aparecía como un destello constante en mi memoria, mientras que su toque había sido tan delicado que inconscientemente me hacía querer más de él. La sensación de sus manos en mis muñecas; en mis muslos y en mi cintura, habían sido casi embriagantes. Aún podía sentir su calor en mi cuerpo en forma de un escalofrío electrizante.

Únicamente fui capaz de sacar a mi superior de mi consciencia cuando la voz de Okonogi irrumpió en mis pensamientos al cruzar por el laboratorio de armas especiales. Estaba parada en el umbral de la puerta, cientos de papeles acumulados en sus brazos.

—¡Kurosawa! Qué suerte que justo estés pasando por aquí, necesito hablar contigo de algo importante —ladeé un poco mi cabeza, curiosa por el inesperado comentario de la operadora.

Hizo un pequeño ademán con su mano, invitándome a entrar a la habitación. Caminé deprisa y el aire se sentía incluso más fresco que en el pasillo. Amplio en techo y paredes, estaba iluminado por algunas luces que creaban un contraste acogedor con el brillo de los dispositivos y de las grandes pantallas en cada pared.

Okonogi presionó un botón que abrió las puertas de una cápsula en el centro de la habitación, revelando una gran vitrina que capturó mi atención.

Dentro de aquellos paneles de cristal, había un objeto imponente reposando con una majestuosidad que desafiaba mi curiosidad. Era una gran guadaña que rebasaba mi altura con facilidad; la hoja resplandecía en un negro profundo, interrumpido solo por destellos plateados que danzaban bajo las luces de la habitación.

La operadora de mi escuadrón se acercó con una expresión de orgullo en su rostro, contemplando el arma junto a mí.

—Kurosawa, a partir de ahora se te asignará esta arma bajo las órdenes de la Capitana Ashiro —dijo, su voz firme y segura—. Se me encomendó entregar el prototipo en cuanto estuviera listo, así que... tómalo, ahora es todo tuyo.

Introdujo un código en una pantalla y la vitrina se abrió con un suave susurro mecánico. La guadaña, libre de su prisión de cristal, parecía respirar bajo mi toque cuando la tomé con cuidado. Sentí su peso sostenido por las palmas de mis manos, su poder enviando un escalofrío emocionante por todo mi cuerpo. Pasé la yema de mis dedos por el filo del arma con suavidad, mi otra mano sosteniendo fuertemente el astil. Era realmente pesada.

—Muchas gracias... —Una sonrisa se alojó en mis labios.

—Estoy segura de que tu potencial de batalla aumentará considerablemente. Podrás desempeñarte aún mejor en... —El sonido de una alarma interrumpió nuestra conversación.

Las luces de la habitación se tiñeron de un rojo intenso, como si el edificio hubiera sido tragado por las fauces mismas del infierno. Un estruendo ensordecedor hizo vibrar los cimientos, sacudiendo todo a mi alrededor. Me aferré al arma que sostenía, luchando por recuperar el equilibrio mientras el rugido de la destrucción resonaba en mis oídos.

Antes de que pudiera pronunciar palabra, vi a Okonogi ya en movimiento, sus pasos firmes mientras corría hacia la sala de operaciones. La seguí a toda prisa, pero algo me detuvo en mitad del trayecto. Frente a una ventana rota del pasillo, el horror de la escena me congeló. Mis ojos quedaron atrapados en la visión de un paisaje infernal: una lluvia de fuego que caía sin piedad sobre la base, convirtiendo lo que antes era una fortaleza de acero en un océano de llamas devoradoras.

Sublevación De EspadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora