Capítulo 5

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Mesopotamia
Año 2.341 a.C, imperio acadio

Al llegar la primavera, Enheduanna ya sabía los aspectos importantes de ser un gobernador de un imperio tan grande como lo era el imperio acadiano. Su formación por parte del consejero real había acabado, así que empezaba su formación con su padre, el rey Sargón.

Durante los siguientes meses, Enheduanna siguió a su padre en cada paso que daba, empapandose de su sabiduría. Viajaron por toda Mesopotamia, conociendo las diferentes regiones y a su gente. Además acallaron con éxito las revueltas en Lagash y Amurru, dejando a su imperio en un momento de paz y armonía.

Con este sosiego en el reino, el imperio fue capaz de progresar. Desarrollaron las técnicas de agricultura y ramaderia, el comercio creció, establecieron un sistema de medición y pesaje y elaboraron el primer sistema postal.

Con el auge del imperio de Sargón y con la conquista de Subartu en proceso, el rey se sentía satisfecho. Una cálida noche de agosto, Sargón recibió la cuarta visita del dios de la Luna. Éste le avisó que alguien de entre sus filas le traicionaría. El rey insistió en saber quién, cómo y cuándo, pero Sin se negó a confesarlo. Tras aquella breve pero reveladora aparición, Sargón desconfiaba de todo el mundo.

La desconfianza hizo mella en la relación padre e hija, con Enheduanna, quien notó el distanciamiento de su padre. Sargón sospechaba de su hija pues era la heredera al trono y quien más le dolería si le traicionase. Para cerciorarse de que ni su hija ni la gente que le rodeaba estaban contra él, decidió hacer pruebas de lealtad a sus súbditos más cercanos: su hija, el consejero real, el jefe del ejército y sus guardias reales.

Para probar la lealtad de su consejero real, decidió pagar a una persona del pueblo para que le convenciera de que era un traidor de la patria y quería que Syrus se uniera a él. Lo nombró segundo consejero real e hizo que se conociesen entre los dos. Después de poco tiempo, Syrus le confesó que aquel segundo consejero real estaba confabulando contra él y lo encerró en las mazmorras.

- Has pasado la prueba, mi fiel amigo

- ¿Qué prueba, señor?

- La prueba de lealtad.

- Yo siempre le seré leal a vos, mi señor.

Una vez pudo comprobar la lealtad de su consejero, decidió probar la lealtad de su guardia real y su jefe del ejército. Para ello mintió diciendo que sufría de una enfermedad letal y que la única cura sería encontrar la joya de Nanshe, una misteriosa piedra color esmeralda que se encontraba en las montañas oscuras del sur. Se decía que esas montañas estaban malditas por el dios Erru, dios de la muerte y señor del inframundo. Si eran capaces de encontrar la supuesta cura, no sólo demostrarian su lealtad, sino que serian dignos de sus puestos de alto cargo. Además, con la joya de Nanshe podría ver el futuro en forma de profecías y sueños, y si los podía interpretar bien podría anticiparse a los movimientos de los enemigos.

Mientras los soldados de la guardia real y el jefe del ejército se marcharon en esa misión secreta, Sargón quiso probar la lealtad de Enheduanna, ofreciéndole la posibilidad de hacer un juramento de fidelidad ante los dioses. Su hija, era suma sacerdotisa y había prometido lealtad a los dioses, ser honesta con ellos y no traicionarles. Si hacia ese juramento ante ellos, significaba que ella no podría ser la traidora.

La ceremonia del juramento se hizo en el santuario de Sin, con el dios de la Luna como testigo.

- Señor, os recibo y tomo por hombre - pronunció Enheduanna de pie, con la mano sobre los libros sagrados -. Yo, os seré fiel a vos, con fe recta, sin malas artes, como una mujer debe serlo para con su señor, sin engaños a sabiendas - prosiguió -. Os recibo y tomo por hombre, y os beso en señal de fidelidad - finalizó dándole un beso en el dorso de la mano.

El rito terminó con el rey entregándole a su hija el báculo sagrado, un símbolo que denotaba autoridad en el campo religioso. Que su hija aceptase dicho juramento, hizo que Sargón volviera a confiar en ella.

Tras unos largos meses, Sargón recibió a sus guardias reales junto con el jefe del ejército en su alcoba. Pese a que no todos volvieron con vida, consiguieron traerle la joya de Nanshe intacta. Una vez Sargón tenía la joya en sus manos, dijo:

- Habéis pasado la prueba de lealtad hacia el reino y hacia mi persona.

- Jamas traicionariamos a nuestra patria ni a nuestro señor - respondió Orgán con el puño en el pecho.

Sargón asintió y salieron de la habitación. Aquella noche, el rey dormiría con la joya de Nanshe puesta sobre su pecho, con el fin de ver el futuro. Tuvo un sueño extraño, en el que salía él con la espada en la mano celebrando una victoria. Luego, siendo apuñalado por la espalda y cayendo en el suelo, formando un charco de sangre. Por último, salía el rey yaciendo en la cama, pálido, pronunciando unas últimas palabras a su hija Enheduanna.
Sargon se despertó de un sobresalto. Se levantó empapado en sudor y con los latidos aumentados. 《¿Quién será el traidor? Debo descubrirlo》, pensó.

Con el paso de los días, Sargón estaba más inquieto. Sabía que alguien le traicionaria tras una victoria, pero no sabía quien. Si había interpretado bien el sueño, la profecía dictaba que tras una victoria, el rey sería traicionado y falleceria, dejando el trono a su hija Enheduanna. Sargón quería que su hija heredase el trono cuando él fuera demasiado mayor para gobernar, sin embargo en el sueño, él seguía siendo joven.

Tras un noche de desvelo en la que Sargón no pudo dormir, tocaba empezar a planear su última conquista. La ciudad de Subartu era habitada por población hurrita, una población avanzada tecnológicamente que era conocida por su amplio armamento y sus complejas infraestructuras. Tenía amplias calzadas y múltiples pirámides y templos recubiertos de estuco y adornados con murales de colores vivos.

Mandó llamar a Akanis, que se encontraba en Amurru gobernando junto a Greogorio. La necesitaría para la que posiblemente era su última batalla: la conquista de Subartu. Con ella dirigiendo la fuerza de choque y él vigilando la batalla desde el cielo, tendrían ventaja. La única inconveniencia era que Subartu era una ciudad amurallada que lucharía com armamento desde las murallas. Por lo tanto, no podía usar la misma táctica que uso contra los amorreos. Tenía que ingeniar una nueva táctica.

Sargón de Acad: El elegido de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora