♡ Capitulo_dos ☆

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Solo ayer había visto al idiota en mi casa. Hoy llego al instituto y lo veo golpear a Taeh en su lindo rostro. ¿Qué le pasaba? Corrí hacia donde estaban y empujé a Jay lejos de mi novio lindo. De su boca caían gotas de sangre. Me di vuelta para enfrentar a Jay. ¿Qué le pasaba? Mis ojos desviaron la atención a sus nudillos; estaban sangrando. No sabía si era sangre de Taeh o de él, pero no importaba. Había golpeado a mi novio y quería saber la razón.

-¿Acaso estás loco? ¿Por qué lo golpeas?
-No te metas, Conejita.
-No la llames así.
-¿Cómo la llamo? Venadita.
-Detente, Taeh. Estás sangrando. Debemos limpiar la herida.
-Aléjate de Sully.
-¿Por qué tienes miedo de que te la quite?
-Suficiente, Jay. Vete.
-Solo te haré caso a ti. Y te doy un consejo: los conejos deben mantenerse lejos de las fauces de los lobos.
-¿Qué significa eso?
-No le hagas caso. Solo es un idiota al que le gusta molestar.
-Vamos, sí.

Llevé a Taeh al salón, donde estaba mi bolso. Por suerte, traía un mini kit de emergencia por si me pasaba algo. Esta vez era mi novio lindo quien lo necesitaba. Quería saber por qué se golpearon, pero le daré tiempo a que me lo explique. Su labio se había inflamado un poco, pero limpié el resto de sangre. Esperé a que las clases terminaran y le pregunté a Taeh por lo que pasó en la mañana.

-¿Me quieres contar?
-No hay mucho que explicar, cariño. Solo que me estaba hartando con tantos disparates que decía, y lo confronté de una buena vez.
-Entiendo. Sé que es un idiota, pero tú nunca eres así. Jamás en todo este tiempo le has seguido el juego.
-Lo sé. Hoy llegué a mi límite.
-Duele.
-Solo fue un pequeño golpe.
-Está bien. Pero, ¿y si te vuelve a molestar?
-No lo hará, tranquila.
-Ya es tarde. Debo volver a casa.
-Está bien, cariño. Yo debo ir a trabajar.

Taeh me dejó en casa. Esperé unos minutos a que se fuera y corrí a la casa de al lado. La señora Park no estaba, y la sirvienta me dejó pasar. Llegué a la habitación del idiota, quien estaba acostado en su cama con los auriculares puestos. No me escuchó llegar, así que tiré al suelo una pila de CD que había en la mesa. El ruido lo sobresaltó, y se levantó de la cama. Pero al verme, se volvió a colocar los auriculares. "Aish, idiota, de aquí no me voy hasta saber por qué golpeaste a Taeh".

-Oye, idiota.
-¿Qué quieres? Deja de molestar.
-No me iré hasta que me digas la razón.
-Vete.
-Quítate esos auriculares.
-Oye, ¿qué te pasa? ¿Por qué vienes a molestarme con preguntas? Ve con tu novio.
-Él me dijo que lo molestaste con algo, y quiero saber qué pasó.
-Mira, Conejita, tengo paciencia contigo, pero no tanta. Dame mis auriculares, ¿quieres?
-No.
-Es en serio, eres una inmadura.
-Y tú un idiota. Eres peor.
-Ya no somos niños para jugar este juego.
-¿Por qué? ¿Qué me harás? ¿Me golpearás como a Taeh?
-Puedo hacer algo mucho peor.

Ni siquiera digerí lo que me decía cuando atrapó mi mano y me empujó hacia la cama. Él cayó encima de mí, y su mirada era tan sarcástica y burlona como siempre. -Te dije que podría ser peor.
¿Qué se supone que estábamos haciendo? El encima de mí, en una posición comprometedora. Solte su auricular e intenté empujarlo, pero él hacía más presión en mi muñeca. Lo miré con enojo. -¿Qué haces? ¡Suéltame! Cada vez que lo empujaba, parecía que lo acercaba más. Nuestros rostros estaban demasiado cerca. Su mirada era la de un idiota pervertido. -¿No quieres divertirte conmigo?

-Joven, aquí está el remedio... Oh, lo siento joven.
-Te salvaste, Conejita.
-¡Maldito idiota!
-Umm, ¿que ya no te gustan las bromas?
-¿Me dirás la verdad?
-Lo siento, pero no soy yo quien debe dar explicaciones, y aunque insistas, no hablaré. No aún.
-Bien, entonces...
-Cierra la puerta cuando te vayas.

Me dirigía a la puerta cuando lo escuché quejarse de dolor al ponerse la pomada. Debía irme, pero algo me hizo quedarme y ayudarlo, aunque él fuera quien golpeó a Taeh. Terminé ayudándolo.

-Así no, idiota. Te dolerá peor.
-¿Te importa acaso?
-Me gusta ver tu dolor.
-Sí, lo sé, Conejita disfruta.

-Listo, debías hacerlo así, no directamente en las heridas.
-Perfecto, me gusta tenerte como mi enfermera personal.
-No te ilusiones, idiota.
-Ni un poquito.

Jay acercó nuevamente su cara a la mía. Me miraba con unos ojos que parecían de un venado herido, suplicando un poco de atención. Lo pisé en el pie y me fui de su casa, dejándolo quejándose al aire. Supongo que no sabré la razón de su pelea, ninguno quiere hablar. Mientras no se vuelvan a pelear, dejaré esto. Pero pobre del idiota si vuelve a tocar el rostro de mi novio lindo.

 Pero pobre del idiota si vuelve a tocar el rostro de mi novio lindo

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⏰ Última actualización: Oct 08 ⏰

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