Capitulo 2

2 2 0
                                    

Katherine.

Estoy frente a la fotografía de los reyes Rumert's, cualquiera pensaría que al viajar es para conocer lugares y costumbres nuevas, eso no es posible para mi, el tirano del rey Matías me tiene totalmente restringidas las salidas a cualquier parte.

Observo con detenimiento la fotografía, Leonardo, tal vez tenga unos 10 años cuando lo retrataron, saco el color de cabello a Yuliana, los ojos son de... No sé, pero esa mirada ese me hace demasiado conocida.

—Es atractivo ¿Cierto? —Pregunta Galileo con altanería apareciendo aun lado mío con una sonrisa torcida.

—Es su hijo —Digo con la mirada fija enfrente—. Lo mira con ojos de amor.

Si es atractivo, pero no voy a alimentar mas su ego, Leonardo es uno de jóvenes mas codiciados entre las señoritas y no precisamente por ser el heredero al trono.

Ríe.

—¿Qué haces aqui? —Pregunta y lo miro desconcertada—. ¿Por qué no estas afuera conociendo lo bello que es mi reino? Es temporada de orquídeas.

—No se haga el estúpido —Abre los ojos con sorpresa y diversión—. Sabe que el rey no me permite salir.

—Supongo que mi nuera no te quiso de mal tercio en su cabalgata romántica.

—¿No es un poco extraño que su sobrina sea su nuera? —Pregunto con intención de incomodarlo y terminar esta conversación.

No lo logro y sigue su parloteo.

—Entiendo perfectamente a Matías —Musita mirándome con un brillo extraño en los ojos, decido ignorarlo—. Eres idéntica a ella —Toca mi hombro y por instinto me quitndome, se va.

Pase el resto de el día mirando el techo de mi habitacion imaginando una vida muy diferente a la mia. 

Es hora de la cena y como es costubre me preparo mentalmente para una contienda con la reyna Ester y en este caso, tambien su hermana. 

Tengo la carta que llego hace un rato en las manos para mi rey, mientras me encamino al comedor.

Los guardias que custodian la puerta del comedor me hacen una pequeña reverencia antes de abrirme la puerta... Solo estan los reyes y sus esposa, no hay rastro del principe y Azenet.

Las mirada cargadas de veneno de las reynas me hacen sonreir un poco, no disimulan el disgusto de tenerme ahi.

—Llego correspondecia, majestad. —Me acerco a Matias. 

—¿Y tuviste que traerla ahora? ¿Tenias que amargarnos la cena? —Indaga la reyna Yuliana, Ester sonrie por lo bajo. 

Matias mira a su amigo con poca amabilidad, yo sigo a un lado de el esperando que me de permiso para retirarme. 

—Cierra la boca Yuliana. —La regaña su esposo.

—Bueno es que si vamos a traer a la servidumbre a cenar con nosotros deberiamos llamar a todos, no tener preferencias. —Alega tomando un poco de vino. 

—¡Te dije que te calles! —Exclama Galileo. 

Matias esta leyendo la carta, Ester ya no esta tan divertida como antes, al igual que Yuliana, me están mirando molestas.

—¿Cenaras con nosotros, Katherine? —Me pregunta Galileo tan tranquilo.

—No me tome por malagradecida, majestad, pero he merendado hace unas horas y no tengo hambre. —Corto la platica por las miradas que me brindan su esposa y cuñada, no quiero otra contienda que termine en violencia. 

—Toma asiento, Katherine. —Interpone Matias sin apartar la vista de la carta. 

La puerta de abre, Azenet y Leonardo entran y yo pienso en tirarme por la ventana, saldría másenos lastimada que si me quedo aquí con este par de arpías.

Tomo asiento, tengo a un lado a Matias y enfrente a Galileo que  no me pierden vista, cosa que de verdad me icomoda. 

—¿Hice algo malo? —Inquiero por los nervios. Ni cenar agusto puedo, no me gusta ser el centro de atencion. 

Matias y Galielo se miran entre los dos muy extrañados. Y ahora las otra cuatro personas que estan en el comedor tambien me estan observando.

—No lo se, ¿Porque lo preguntas? —Cuestiona Galileo mirandome con un brillo sin igual en sus ojos oscuros.

Corto el contacto visual con el. No me da buena espina, bueno yo desconfio de todo mundo —Porque me estan viendo como si lo hubiera echo. —Respondo por lo bajo. 

—El arte hay que apreciarse, Katherine. —Responde el rey de Rumerts dejandome en las mismas, ¿Que quiere decir eso? 

—Concuerdo. —Interviene su hijo alzando la copa de vino al mismo tiempo de su padre y suegro. 

Su madre, suegra y casi prometida lo miran desconcertadas y algo molestas. Bueno que no soy la unica que no entiendo, eso me alegra. 

—¿Sabias que es temporada de festivales, Katherine? —Habla Galileo creo que en un intento de hacerme platica. 

—Todo mundo lo sabe señor. —Respondo tratando de que no suene mi sobervia, pero su media sonrisa me hace saber que no lo logre. 

—Matias me ha menciado que eres amante de las flores, —Asiento mirando a el rey de Wististore con desconfiansa—. mande hacer un invernadero, esta dentro del palacio, mañana te entregaran las llaves, es un regalo de mi reyno para ti. 

—No soy persona que se le deba regalar, majestad. —Contesto a la defensiva. 

—No seas descortes,  Katherine, —Me reprende Matias—. Solo agradeze. 

El que me hayan regañado hace sonreir a la princesa y las reynas. 

—Muchas gracias. —Me levanto—. Pero no puedo aceptarlo. —Hago una reverencia—. Compermiso, termine. Que pasen buenas noches. 

Mi nana ha dicho que no se aceptan regalos de personas desconocidas y menos si es acaudalado, porque luego te quieren cobrar el favor.

—¿Simpre es asi? —Escucho la voz de Galileo que esta un poco disgustado.

—Tuviste suerte, es una malagradecida, pero es culpa de Matias, jamas le puso limites. —Responde la mama de Azenet molesta. 

A veces me pregunto el porque me dicen que soy una malagradecida, he trabajado desde niña para tener lo poco que tengo, a demas que son ellos quien me tienen atada a su lado... aunque me odien hasta el tuetano.

°°°

Despues de ayudar a Azenet a desvertirse decidi tomar un poco de aire en el balcon de mi habitacion, el libro que estoy tiene una cita que siento la necesidad de subrayar. 

"Y las lagrimo que derramo se conviertieron en lava que derramara sobre aquellos que la lastimaron".

La fria frisa me hace abrasarme, la fina bata de seda no le da batalla pero quiero contemplar lo bonito de la vista que tengo.

Sonrio al ver el paisaje que insipiro la pintura del principe, los pinos altos hacen una cerca que divide al oscuro bosque. 

El ruido que ocaciona el caballo llama mi atencion... Leonardo esta montando y tengo boleto de primera fila. 

Me recargo dejando mis brazos en la muro del balcon poniendo mi libro debajo mis delgadas manos. 

El cabello rubio se le mueve al mismo que el caballo trota, la camisa blanca abierta de los primeros botones, las mangas remagadas, el abdomen se le contrae juntos con los troces el corsel haciendome apretar las piernas...

Me esta viendo con una sonrisa burlona. 

Me descubrio espiandolo, ¿Pero como? 

El rubor y desespero que me haya visto verlo me hace tirarme al suelo sin darme cuenta que mi libro callo al vacio, me arrastro hasta dentro de mi habitacion.

—Katherine, eres una idiota. —Me reclamo mirando el techo—. ¡No! Tal vez no me vio. ¿Cierto? —Me doy animos—. Tal vez. ¡Por favor que no me haya visto!

DONCELLA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora