Capítulo 3: Las palabras de Mamá

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  A papá lo habían llamado de capital para que vaya de urgencia a una reunión, mamá y Daniel insistieron en quedarse con la abuela, yo me quise volver con papá a casa para intentar recuperar el sueño que se me escapó la noche anterior. Va, en realidad la que se me escapó fue Nina, se me escapó entre películas viejas y los chamuyos baratos de Tomás. Pero me gusta pensar que solo el sueño me traicionó.

  Papá me dejó saltarme mi horario habitual, pero a cambio me pidió que me quede en casa encerrado, me sugirió pegarle una ojeada a la biblioteca donde mamá acumulaba todo tipo de libros. La verdad no me interesaba ninguno de literatura clásica que reposaban a primera vista, no se como me acordé que en lo mas alto escondía los libros juveniles. A mamá le daba vergüenza admitir que leía "libros de nena", como les decía papá, más timidez le daba decir que guardaba sus frases favoritas en un cuaderno que a mi me encantaba revisar, para mi esa libreta era un vistazo a su historia, una que encontraba de a pedazos entre títulos.

  En un cuaderno perfectamente bordado, mamá había citado a una novela japonesa llamada "Antes de que se enfríe el cafe", recuerdo escucharla hablar sobre el libro y sobre la misma frase que escribió en lapicera negra de gel, perfecta.

"El alma lo es todo. Por muy duro que sea el presente y por mucho que este no cambie, si el alma se transforma, todo podrá superarse"

  Junto a la cita, una foto nuestra de cuando yo todavía era chico, de cuando todavía vivía mi yo, pasando un picnic familiar en el puente del Parque de Lomas, a veces tengo esta sensación de que lo unico que detesta mamá es el paso del tiempo. Atesora cada foto con ella y por eso quizá termine dirigiéndome al dichoso puente, estar allí tan de repente me hizo sentir que algo de mi pudo volver a cuando era chico y que en una buena racha papá correría hacía mi para protegerme, así como cuando era chico.

  El puente era un recordatorio constante de lo que una vez fue un lugar lleno de alegria, por lo menos para mi, en el centro de el una chica parecía querer darle fin a su todo. No se que era lo que me impulsó a querer salvarla, puede ser que en ella vi un reflejo, pero no quería que sea el mio. La chica no pareció moverse ante mi tacto, me miró confundida y me cuestionó directamente mi accionar, la cuestión es que ni siquiera yo lo entendía. Me di una oportunidad y me lancé al encuentro con esa extraña, resulta que no eramos un reflejo, eramos algo parecido pero no exactamente igual que de todos modos me asustó.

  Se llamaba Victoria, pero su vida no aparentaba ser mejor que la mia, ambos desahogamos nuestras penas sin emitir palabra, la historia se contaba sola, dos locos solos en un puente sin saber que hacer. La compañía se me hizo perfecta, hablar sin hablar y mirar sin mirarnos, luego de un rato mi celular marcó la llamada de Nina, nada podía hacerla entender lo que me hizo pero respondí.

  -¿Benjamin? Ya era hora de que me respondas, desubicado- Sus gritos rompieron el trance sin sentido en el que estaba desde esa noche donde explotó todo, aun así no pude decirle nada- No me parece nada esa escenita de celos que nos montaste a Tomás y a mi por una pelicula nada más, acércate ya a mi casa y lo hablamos.

  Nada fue lo que le pude decir a Nina, cortó, me quedé ahí inmóvil mirando al cielo y luego a Victoria, ella me lo dijo todo.

~•~

  No fui a verme con Nina, pero sus mensajes de voz llenos de insultos me cortaban profundo, la llegada a casa me recibió con papá enojado con el mundo y enfocado en centrar esa bronca en mi. Sin Nina, sin Tomás y sin papá, bienvenido al mundo del revés querido Benjamin, o sea, querido "yo".

  Como si fuera poco un Tomás despreocupado me esperaba en el patio de casa, sentado allí y sonriéndome, mi enojo no pudo devolverle la actitud, me acerqué a el y de mis brazos un empujón funcionó como saludo. Los puños se me hacían pesados muy contrario a la fluidez que me enseñaron a llevar, el que una vez fue mi mejor amigo hoy estaba en el piso de mi patio siendo golpeado por mi, un momento de debilidad y ahora era Tomás quien me regresaba esa pesadez.

El ego, la profundidad y... quizás yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora