Capitulo 8 : Revelacion de la Maquina

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"Él no te va a dar lo que quieres, ¿sabes?" Rosalía caminaba con la seguridad de los siglos, y hablaba con la misma autoridad evidente. Se veía mejor vestida de negro de lo que debería haber sido posible, con el pelo rubio contrastando con los ojos carmesí. "Lo conozco desde hace casi un siglo. Es incapaz de admitir la culpa".

Suspiré, tratando de concentrarme en el aplastamiento de la tierra bajo mis pies y en el calor del sol reflejado en mi piel. Había algo profundamente desconcertante en el frío, y un calor que el cuerpo no debería haber sabido que le faltaba. Habría tomado la misma decisión, incluso si nunca hubiera habido una elección desde el momento en que él entró en mi vida, pero la eché de menos. Nunca sabías cuánto extrañarías las pequeñas cosas hasta que se fueron.

-Me merezco un cierre -comencé, pasándome las manos por el pelo-. "Después de todo lo que hizo, me debe mucho".

"Lo hace. Él no te lo dará".

"Rosa..."

-Isabella -interrumpió ella-. "No estoy tratando de disuadirte de venir al juicio, solo quiero asegurarme de que estés preparado. Edward es la criatura más ensimismada que he conocido, y no ha dejado de lado su obsesión desquiciada por ti. Es probable que su juicio termine con su muerte: no tienes que preocuparte por ello".

-Lo sé, lo sé -respondí, temblando los labios un poco-. Me había lastimado, me había rechazado y me había dejado bajo la lluvia, pero una parte de mí todavía estaba apegada a Edward Cullen. La idea de tocarlo me erizó la piel, pero él me había traído a mi nuevo mundo. Sin él no habría conocido a los Cullen, ni a mis compañeros, y eso merecía cierta gratitud.

Rosalie pareció darse cuenta de que había sido demasiado brusca. Con una exhalación lenta y un movimiento de cabeza, envolvió su brazo alrededor de mi hombro. Sus ropas eran cálidas al tacto, calentadas bajo la luz de arriba, y olía a cosas suaves. Me relajé en su brazo, dejando que el aroma familiar calmara mis nervios.

-Todo irá bien, Isabella. Tienes a tus compañeros, tienes a Heidi y me tienes a mí. Los otros Cullen vendrán, pase lo que pase hoy".

-¿Estás seguro?

-Estoy seguro.

-¿Lo prometo?

-Lo prometo -confirmó Rosalie-. Se permitió sonreír, algo raro y radiante. -Eres una joven encantadora, Isabella. Cualquiera sería afortunado de tenerte en su vida".

-Creo recordar que te negaste a decirme una palabra en Forks.

-¿Y tú? ¿Recuerdas haber pasado un solo minuto de nuestro tiempo juntos sin adularlo?

Fruncí la nariz y los labios se curvaron en un puchero. "No era cada minuto".

"Lo fue. Estabas obsesionado".

-No hasta ese punto.

Rosalie negó con la cabeza, la luz bailando sobre sus rizos dorados. "Si hubieras estado más pegado a él, tus manos se habrían fusionado".

Abrí la boca para protestar, más por costumbre que por otra cosa, cuando el aroma del vino tinto se apoderó de mi nariz, atrayendo mis ojos instantáneamente a la entrada del jardín. Sulpicia estaba al borde de la tierra, sonriéndome como si yo fuera la estrella más brillante de su cielo. La conocía lo suficientemente bien como para ver la tensión en las comisuras de su mandíbula y la rigidez de su porte.

Era el momento, pues.

-Buenas tardes, querida -exclamó, tendiendo una mano hacia nosotros-. Me has pedido que te visite antes de que empecemos. Su tono dejaba pocas dudas sobre cómo esperaba que yo tomara la noticia: aunque nunca me mantendrían en la oscuridad, mis compañeros no deseaban verme molesto.

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⏰ Última actualización: Oct 09 ⏰

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