Agua. Eso es todo lo que siento por mi cuerpo. El líquido recorre cada centímetro de mi piel y mis pulmones ahogándome cada vez un poco más, no veo nada, una inmensa imagen negra es todo lo que recuerda mi cerebro. Como flashbacks dos chicos aparecen en mi mente, pelo oscuro, pelo castaño, espera, ¿Mis hermanos? Sí, eso son, ya me acuerdo. Me esfuerzo por recordar algo más, pero mi mente está vacía, no hay personas, no hay recuerdos con nadie más, todo está completamente vacío.
No siento mi cuerpo, no entiendo nada. Me ahogo y me sigo ahogando, un sentimiento de agobio que se repite una y otra vez, sin parar.
Entonces todo para. Y mis sentidos se apagan hasta no poder ser consciente de nada.
— ¡ALICE! - una voz me llama desesperadamente. El viento choca contra mi piel con fuerza, provocando un escalofrío en mí.
Abro los ojos lentamente y me encuentro con unos ojos azules como el cielo y el pelo completamente desordenado.
— ¿Ander? ¿Eres tú? — susurro mientras me levanto. Me asiente mientras me abraza con fuerza.
Lo correspondo mientras miro a mi alrededor. Estábamos en una especie de caja que subía hacia arriba a una velocidad considerable. A mi lado derecho yacía otro chico. Me fijo mejor, es mi hermano Leo, aún inconsciente.
— ¡Leo! Levanta Leo. Por favor — lo sacudo, y parece escucharme porque enseguida abre los ojos asustado. Al vernos, su mirada se suaviza, quitándo ese tono de preocupación que habitaba en ella.
— ¿Dónde estamos? — pregunta nuestro hermano pequeño. Nosotros nos miramos y negamos, sin tener ni idea.
— ¿Vosotros os acordáis de algo? — les pregunto, intrigada por saber si solo era cosa mía todo esto.
Me niegan enseguida con la cabeza. La caja se sacude haciendo caer a Leo hacia una de las paredes, golpeándose un poco en la cabeza.
Me acerco enseguida a ver cómo está mientras le pido a Ander que se mantenga sentado y se agarre fuerte a algo. A cada segundo íbamos más rápido impulsados hacia arriba, miré y parecía haber un final, pero no había salida, nos íbamos a chocar contra un techo.
— ¡AYUDA! — gritaba Leo golpeando las paredes de verja que nos rodeaban —. ¡QUE ALGUIEN NOS AYUDE POR FAVOR!
Sin tener respuesta, recibimos otra sacudida de nuevo y me obligué a agarrarme de algo para no caer, mi hermano mayor hizo lo mismo.
