Introducción

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A sus diecisiete años, Nicolás se sentía atrapado en un laberinto de emociones que lo dejaban sin aliento. La casa que había sido un refugio en su infancia ahora se había convertido en una prisión de silencios y desaliento. Sus hermanas, Camila de dieciséis y Anna de quince, parecían vivir en un mundo paralelo, uno lleno de risas despreocupadas y sueños por cumplir, mientras él luchaba con la sombra de la pérdida de su madre.

Cada rincón de la casa recordaba momentos que se desvanecían como un eco lejano. En la cocina, el sonido de las risas de sus hermanas le recordaba a su madre, pero ellas lo ignoraban, sumidas en sus propias vidas. Para ellas, su dolor era invisible, y él, el hermano mayor, se había convertido en un extraño.

La relación con su abuela era igualmente tensa. Siempre había sido una figura crítica en su vida, y después de la muerte de su madre, las palabras de desaprobación y los comentarios hirientes se habían vuelto aún más frecuentes. Nicolás anhelaba que alguien lo entendiera, que alguien viera más allá de la fachada que había construido para protegerse.

Mientras miraba por la ventana, observando cómo el sol se escondía detrás de las nubes, se preguntaba si alguna vez encontraría la manera de salir de este vacío. Su vida parecía un ciclo interminable de aislamiento y confusión, un abismo del cual no sabía cómo escapar.

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