010

664 45 5
                                    



El bullicio de la fiesta seguía sonando en la distancia mientras Héctor y yo regresábamos al salón de la finca donde se celebraba el evento. La música vibrante, las risas y los murmullos llenaban el aire, pero había una tensión latente entre nosotros que apenas se disimulaba con las sonrisas que intercambiábamos. Era como si el mundo a nuestro alrededor hubiera desaparecido, dejándonos a nosotros dos en un espacio burbujeante de deseo y secretos.

Al llegar al salón, nuestros caminos se separaron de inmediato. Marc, mi hermano, se acercó a mí con una sonrisa, inconsciente de la tormenta emocional que había estallado en mi pecho. Empezamos a hablar sobre cosas triviales, sobre su recuperación y los planes que teníamos como familia, pero mis ojos no podían dejar de buscar a Héctor. Estaba en la esquina, charlando con un grupo de chicos, y la forma en que se movía, cómo se reía, capturaba la atención de todos a su alrededor. Tenía una facilidad para destacar, para irradiar esa energía que atrapaba a cualquiera.

Mientras escuchaba a Marc, apenas podía concentrarme. Mi mente volvía una y otra vez a los besos que había compartido con Héctor momentos antes. ¿Cómo habíamos llegado hasta aquí? Desde que éramos niños, Héctor siempre había sido parte de la vida de Marc, y por tanto, parte de la mía, pero nunca nos habíamos llevado bien, siempre teníamos nuestras discusiones y diferencias. Nunca lo había visto de esta manera hasta hace poco, y ahora, me encontraba luchando con esta atracción imposible de ignorar.

Marc, notando mi distracción, me dio un ligero codazo.

- ¿Estás bien? -preguntó, arqueando una ceja con una sonrisa curiosa.

- Sí, claro -respondí rápidamente, tratando de devolverme al presente- Solo estaba pensando en algunas cosas.

Él asintió, aunque en sus ojos vi que no estaba del todo convencido. Pero antes de que pudiera indagar más, alguien lo llamó desde el otro lado del salón, y me dejó sola. Mi atención volvió automáticamente a Héctor, y justo en ese momento, nuestros ojos se encontraron.

Fue solo un segundo, pero el aire se volvió más denso, como si algo invisible y eléctrico nos envolviera. Su mirada se mantuvo fija en la mía, desafiante, juguetona, y por debajo de todo, un fuego que ardía con intensidad. Sentí mi corazón acelerarse en mi pecho, y desvié la mirada antes de que se notara lo que realmente estaba sintiendo.

Respiré profundamente, tratando de mantenerme tranquila. No puedes dejar que esto te afecte, me repetí una y otra vez. Pero no había forma de evitarlo.

Minutos después, sentí una vibración en mi bolso. Saqué el móvil y vi un mensaje de Héctor.

¿Te he dicho ya lo bien que te queda ese vestido? Resalta bastante tu culazo😉

Una mezcla de sorpresa y risa escapó de mis labios, y rápidamente miré a mi alrededor para asegurarme de que nadie lo había notado. Mis mejillas se encendieron, y volví a leer el mensaje, esta vez con más atención, tratando de desentrañar si había un tono de broma o algo más serio.

Respondí de forma rápida, tratando de mantener el juego.

¿Ese es tu mejor cumplido? Pensé que podías hacerlo mejor.

Me sentí tentada de mirarlo, pero sabía que si lo hacía, probablemente terminaríamos en otro intercambio de miradas, y ya estaba lo suficientemente nerviosa por lo que había pasado entre nosotros.

Un minuto después, otro mensaje iluminó la pantalla.

Oh, puedo hacerlo mucho mejor, pero no aquí. Prefiero que lo veas en privado...

Sentí un escalofrío recorrerme desde el cuello hasta la base de la columna. Héctor sabía perfectamente cómo jugar con las palabras, cómo encontrar esa fina línea entre lo provocador y lo descarado. Y lo peor es que, por más que intentara mantener la compostura, cada mensaje suyo me hacía sentir como si estuviéramos solos en ese lugar, como si todo lo demás fuera un ruido de fondo.

La bella & la bestia - Héctor FortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora