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El cielo nocturno comenzaba a oscurecerse mucho más rápido de lo habitual mientras Souya Kawata caminaba por las calles de la ciudad. El aire tenía esa carga eléctrica que precede a una tormenta, pero él, ignorante a las señales, se concentraba en ajustar su disfraz. Había pasado semanas planificando aquella salida de Halloween, necesitaba despejarse de la universidad y olvidar sus constantes decepciones amorosas. Vestido de una versión moderna y estilizada de un héroe samurái, Souya se sintió algo orgulloso de su apariencia, al menos hasta que sintió la primera gota de lluvia caer en su mejilla.

— No puede ser— Murmuró, mirando al cielo con fastidio.

El agua comenzaba a caer en hilos finos, rápidamente volviéndose más espesa. Apretó el paso, no quería perderse la fiesta de Halloween, aunque no conocía muy bien a los invitados. Pero esa no era la verdadera razón por la que iba. Souya siempre había sentido que necesitaba una salida, un escape de la monotonía de su vida universitaria. Estaba cursando Ciencias Ambientales en una universidad local, porque le gustaba la idea de trabajar con animales y la naturaleza, pero últimamente todo le parecía... vacío. Quizás la fiesta le ayudaría a despejar su mente de los fracasos sentimentales y de la presión constante de no encajar en ningún lado.

Caminaba en medio de su frustración cuando la tormenta se desató de golpe. Las gotas eran ahora torrenciales, golpeando su cuerpo sin piedad. El agua empapaba su disfraz, arruinando cada detalle que con tanto esfuerzo había cuidado.

— Mierda.— Gruñó, apretando los puños. El viento rugía alrededor de él, haciendo que su cabello se pegara a su frente y que el maquillaje comenzara a correrse. Todo estaba arruinado.

Buscó con la mirada algún refugio, un lugar donde al menos pudiera pensar en su siguiente paso. A lo lejos, vio un pequeño techo que cubría la entrada de una tienda cerrada y corrió hacia allí, temblando por el frío que comenzaba a colarse bajo su disfraz empapado.

Sacar su celular fue toda una odisea; trataba de que no se mojara mientras la lluvia arremetía con fuerza. Con las manos temblorosas, buscó en su lista de contactos y finalmente marcó el número de Emma Sano. Ella era su vecina, alguien con quien alguna vez intentó conectar más allá de una simple amistad, pero cuando supo que tenía novio, Souya había dejado ese interés de lado. Ahora solo esperaba que ella pudiera ayudarlo.

— ¿Souya?— Contestó Emma después de un par de tonos.

— Emma...— Dijo con un suspiro de alivio, tratando de hablar por encima del ruido de la tormenta—. Necesito un favor enorme. Estoy en medio de la nada y no hay taxis, los colectivos están de paro y... bueno, me empapé por completo. ¿Sabes si algún vecino puede venir a buscarme?

Emma guardó un breve silencio antes de responder, como si estuviera revisando en su mente las opciones disponibles.

— Hmm... La mayoría está trabajando, y el único que regresó temprano fue... el señor Haitani.

El corazón de Souya se hundió en cuanto escuchó ese nombre. El señor Haitani, también conocido como Rindo, era su vecino en el mismo piso, y era la última persona a la que quería deberle un favor. Lo consideraba un viejo malhumorado, alguien que nunca parecía estar de acuerdo con su estilo de vida. Lo único que compartían eran esos ocasionales encuentros por la mañana, cuando Souya salía a la universidad y Rindo iba a su misterioso trabajo, que Souya nunca había descubierto.

— ¿El señor Haitani?— Frunció el ceño—. ¿No hay... otra opción?

Emma soltó una pequeña risa al otro lado de la línea.

— No, él es el único disponible.

Souya suspiró, derrotado por la situación. Sabía que no tenía más opciones.

Entre Paredes de Algodón | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora