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Souya respiró profundamente, sintiendo cómo la tensión que había llenado el aire por tanto tiempo comenzaba a disiparse. Ya no sentía ese nudo constante en el pecho, y aunque la situación aún no se había solucionado del todo, al menos ahora había un pequeño alivio. Determinado a ponerle fin al problema del agua, se levantó de la cama con una energía renovada, limpiando la cara con la manga de su camiseta. Su decisión pareció relajar el ambiente, y eso no pasó desapercibido para Rindo.

— Bueno, ya que hemos aclarado las cosas, te diré lo que tenemos que hacer.— Mencionó Rindo, con una tranquilidad inusual—. Hay que hacer un agujero en la pared de mi habitación. Necesito tener el caño a la vista para poder cambiarlo con más facilidad.

Souya asintió, su determinación cada vez más clara en su mirada.

— Te ayudaré en lo que pueda, aunque no sé mucho de herramientas.— Admitió, encogiéndose de hombros.

Rindo lo miró de reojo y, por primera vez, le dedicó una sonrisa genuina. Una sonrisa libre de sarcasmo o burla, algo completamente nuevo para Souya.

Ambos se dirigieron hacia el apartamento de Rindo. Mientras caminaban, Souya no pudo evitar notar la ligereza en el ambiente. Era como si, tras haber dejado atrás sus diferencias, la relación entre ellos hubiera cambiado, aunque aún mantuviera un borde áspero. Al llegar a la habitación de Rindo, él se puso a mover los muebles para evitar que se mojaran. Souya, con los brazos cruzados, observaba con atención la habitación.

— Vaya, tienes todo bien organizado... para alguien de tu edad.— El comentario se escapó antes de que Souya pudiera detenerse. Apenas lo dijo, se dio cuenta de lo mal que había sonado y rápidamente tratado de corregirse—. Perdón, no quise decir eso.

Rindo lo miró de reojo, pero en lugar de molestarse, soltó un leve suspiro antes de responder.

— Tranquilo. Aunque hayamos hablado de límites, nuestra relación no va a cambiar de la noche a la mañana.— Le lanzó una mirada significativa antes de sonreír con ironía—. Sigo siendo un viejo para ti, ¿no?

Souya soltó una risa leve, más relajado de lo que esperaba estar en una situación así. Al acercarse a la pared que debían cortar, notó que la tensión que había entre ellos ahora parecía haberse transformado en algo distinto. Una especie de entendimiento mutuo, a pesar de que seguían lanzándose indirectamente.

— Al menos me alegra que el problema sea de los dos.— Comentó Souya, apoyando una mano en la pared—. Porque, a diferencia de otros vecinos, contigo las cosas son claras y directas. No hay que andar con rodeos ni fingir empatía.

Rindo, todavía moviendo los últimos muebles, soltó una risa nasal antes de ponerse a trabajar.

— Claro, a nuestra manera, las cosas son simples.— Respondió, más relajado ahora que el conflicto había quedado atrás—. Ni tú ni yo somos buenos fingiendo.

Ambos se dispusieron a trabajar, conscientes de que, aunque su relación no fuera la más convencional, había un sentido de camaradería en medio del caos. Y por primera vez en mucho tiempo, la idea de enfrentar un problema no parecía tan abrumadora.

Rindo y Souya trabajaron juntos, quitando el yeso de la pared con paciencia. El polvo se levantaba en el aire, creando una capa grisácea que lo cubría todo. Tras un par de minutos, lograron descubrir la tubería y lo que Rindo vio lo hizo fruncir el ceño: algo atravesaba el caño, perforándolo por completo.

— Eso es un... ¿tornillo?— Observó Souya, sin poder contener una sonrisa de incredulidad.

Rindo soltó un suspiro, su expresión oscureciéndose.

Entre Paredes de Algodón | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora