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Rindo se agachó frente a Souya, su expresión más calmada que de costumbre. Sus ojos, oscuros pero atentos, observaron el rostro del chico por un momento, como tratando de descifrar lo que pasaba por su mente.

— ¿Qué te sucede?— Preguntó en tono bajo, sin rastro de burla esta vez—. No estás maldiciendo ni quejándote como siempre. ¿Qué, te enfermaste o qué?

Souya sintió que el aire se volvía pesado. Esa cercanía le incomodaba, pero no de la manera usual. Era otra cosa, algo que no podía identificar del todo. Queriendo escapar de la situación, decidió desviar la conversación.

— Tu tatuaje...— Murmuró de repente, señalando el brazo de Rindo—. ¿Cómo es? Nunca lo he visto completo.

Rindo miró su brazo, donde la tinta negra dibujaba una serie de formas conectadas. Bajó la vista hasta su torso, donde el tatuaje continuaba. Era un diseño intrincado, que parecía formar una calavera o una araña estilizada, oscuro y lleno de detalles.

— Me lo hice hace mucho tiempo.— Comentó Rindo con desinterés—. No es la gran cosa.

Souya, buscando más que decir para alejar los nervios, soltó una risa suave.

— Mi madre me mataría si me llego a tatuar algo así.— Mencionó, más como un comentario casual.

Rindo sonrió, esa sonrisa ligera que rara vez mostraba.

— Asahi se tatuó hace poco.— Contó, sin darle demasiada importancia—. No recuerdo exactamente qué se hizo, pero su madre no le dijo nada al respecto.

Souya asintió, aunque apenas prestaba atención. El nombre de Asahi le resultaba algo lejano, pero el simple hecho de que Rindo hablase de su hijo de esa manera, tan casual, le hizo sentir cierta incomodidad.

Rindo, sin previo aviso, cambió de tema. Con la misma naturalidad con la que hablaba de tatuajes, soltó:

— ¿Tú quieres tener pareja?

Souya se sobresaltó visiblemente, su cuerpo tensándose mientras lo miraba con ojos abiertos de sorpresa. ¿De dónde había salido esa pregunta? ¿Por qué ahora? Antes de que pudiera decir algo, Rindo levantó las manos en señal de paz y explicó:

— Lo digo porque... no sé, prefiero que Asahi salga con alguien que conozco y no con los amigos que tiene. No confío en ellos, pero tú y él tienen casi la misma edad. Quizás podrían llevarse bien.

La propuesta lo dejó aún más confuso. Souya miró a Rindo, tratando de encontrar algún tipo de broma oculta en sus palabras, pero todo parecía serio. La idea lo inquietaba profundamente, aunque no por las razones que Rindo podría pensar.

— No... no creo que sea una buena idea.— Balbuceó Souya, intentando sonar lo más convincente posible—. No lo conozco...

Esa excusa le salió con más facilidad de lo esperado, aunque sabía que no era la verdadera razón. En realidad, lo que lo aterraba era el hecho de que no quería estar con Asahi. El pensamiento de salir con el hijo de Rindo le resultaba incomprensible, incluso ridículo.

Porque lo que realmente quería... lo que de verdad deseaba en lo más profundo... era estar con Rindo.

Souya tragó saliva, sus mejillas volviéndose de nuevo rojizas al recordar los pensamientos que había estado teniendo sobre su vecino. Intentó concentrarse en otra cosa, pero la idea seguía persiguiéndolo como una sombra persistente. ¿Cómo podía siquiera considerar algo tan absurdo?

Rindo lo miró de reojo, quizás percibiendo la incomodidad que Souya intentaba ocultar, pero no dijo nada. Simplemente suspiró, apoyando su espalda contra el sofá.

Entre Paredes de Algodón | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora